La reunión del XXIV Consejo del Mercado Común del Sur, comenzó sus acciones una semana antes de la Cumbre Presidencial por dos razones. El temario y los invitados. Sin embargo, entre lo primero y lo segundo hubo tanta diferencia, que era como ver un viejo y ajado vestido, alrededor de un cuerpo flamante.
Las comisiones debieron preparar las carpetas de tratamiento técnico para 12 temas, cada uno más trabajoso que el otro. Pero este no era el problema principal. Es que el temario preparado estaba, digamos, en disonancia, con el carácter de este encuentro. Parecía música barroca en una fiesta de quinceañeros desmelenados.
Disonancias en 12 tiempos
La necesidad de “un instituto monetario” que avance sobre algún signo común, para evitar sorpresas devaluatorias, debió tratarse al mismo nivel, en la agenda original, con la “Eliminación de trabas burocráticas a la circulación interfronteriza”.
Dar respuesta a la necesidad de “una coordinación macroeconómica” entre cuatro países tan desiguales, y pensar en un posible “Parlamento del Mercosur”, que además, según se sugiere, deberá elegirse con el voto directo, cuando de lo que se trata, es de barajar y dar de nuevo, dentro y fuera del Mercosur, fue un acto de desazón.
Más incongruente, sin embargo, estuvo el tratamiento de un “Acuerdo marco para una integración comercial con la India”, junto la búsqueda de soluciones a la “Trata de blanca, tráfico de personas y migración ilegal de trabajadores”. O, por ejemplo, el carácter “mediterráneo” de una nación como el Paraguay, con “el combate al tráfico ilícito de tabaco en la región”.
El tema que reveló la mezcolanza de tiempos, políticas, realidades y proyectos disímiles, dentro de esta Cumbre de Presidentes del Mercosur, fue el último: “Coordinación de políticas internacionales para combatir el terrorismo”.
Su inclusión en el temario obedece a las presiones ejercidas por el lobby del Representante Comercial de EE.UU., Robert Zoellick, dentro del Mercosur. En cambio, su exclusión, de los discursos y los acuerdos centrales, se explica porque en Asunción, el Mercosur neoliberal perdió un poco de espacio frente a un Mercosur más defensivo, en el contexto hemisférico.
Entre lo viejo y lo nuevo
Basta revisar los temarios, pronunciamientos y acuerdos, de las reuniones precedentes. El anterior Mercosur funcionó, cuando funcionó bien, porque era el espacio de trabajo –léase inversiones monopólicas– de una veintena de multinacionales que se repartieron las empresas, los mercados, la fuerza laboral, la naturaleza y los Estados, todo a bajo precio.
El temario del XXIV Consejo del Mercado Común del Sur fue subvertido. Una nueva realidad lo asaltó el día martes17 de junio, cuando llegaron los presidentes Kirchner, de Argentina, Lula, de Brasil, Chávez, de Venezuela y Duarte Frutos, de Paraguay.
La agenda de los 12 ítems originarios, de complicada consonancia, se concentró en la creación de un “Mercosur” nuevo, regido por la política, con la integración inmediata de Venezuela y Perú.
Quizá esa nueva dinámica explica, por ejemplo, el acuerdo macro entre los Estados de Venezuela y Argentina, para complementarse en lo que son complementables: Agroalimentos, medicina y combustibles. Se habla de unos 800 millones de dólares, pero podría ser mucho más, si la negociación se extiende a las pequeñas y medianas empresas.
Esa definición estratégica transitará, según acordaron en Asunción, sobre tres carriles: la coordinación macroeconómica, un signo monetario común a corto plazo y un Parlamento subregional.
Los ceños fruncidos de los dos neoliberales ortodoxos del Mercosur, Batlle, de Uruguay, y Sánchez de Lozada, de Bolivia, fueron la contracara de la Cumbre. Pero no les queda otra. El Mercosur ya no es el Mercosur. A tal punto, que sus siglas podrían desaparecer, para que no queden dudas, de que el nombre de la cosa debe parecerse a la cosa.