Desde 1989, cada 29 de junio se debería conmemorar el “Día Nacional de Camarógrafo Argentino”, por Resolución del Congreso Nacional. El cameraman que promovió este onomástico, Sergio Pérez, quiso hacer de esa fecha un homenaje al reportero argentino Leonardo Henrichsen, fusilado en Santiago de Chile, en 1973, mientras cubría para la TV Nacional Sueca un motín militar conocido como el “Tanquetazo”.
El siglo de la imagen
En el siglo del cine y la televisión, la cámara se convirtió en la herramienta del más verídico registro de los hechos contemporáneos. Es el único siglo que puede mostrar la crónica de sí mismo a travès de la imagen en movimiento. El camarógrafo, como portador del mágico instrumento, se ha convertido, desgraciadamente, en la víctima propiciatoria de esa historia. Según datos de The Freedom Forum, del total de los reporteros muertos desde la II Guerra Mundial, los camarógrafos representan el 42%. En 1998, el periodista sueco Jan Sandquist, nos contó en Buenos Aires, que la TV Soviética envió al frente de Stalingrado 512 reporteros camarógrafos. Sólo volvieron 12.
El camarógrafo Leonardo Henrichsen era el Corresponsal Exclusivo de la Televisión Nacional de Suecia, para todo el Hemisferio, junto al reconocido cronista sueco, Jan Sandquist. Cubrió 21 golpes de Estado y acontecimientos clave de nuestro continente, como los últimos dos meses de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, la muerte de Robert Kennedy, o los célebres secuestros del empresario Oderman Sallustro, en Argentina, y los de embajadores de las repúblicas de Alemania y Suiza, en Brasil y Guatemala.
El hombre que filmó su propia muerte
Leonardo es el primer periodista caído en un golpe militar durante el siglo XX. Pero su muerte pertenece a una historia colectiva. Desde el año en que murió, 1973, el periodismo mundial ha conocido su peor racha de muerte. De los casi 2000 reporteros caídos en escenarios de alto riesgo, en el siglo XX, los últimos 30 años (1973-2003) registran el 52%. En ese mismo lapso, murieron siete veces más reporteros que en los 70 años que van de 1902 a 1973, con dos guerras mundiales en le medio. Entre 1989 y 1990, con 107 guerras ocurridas alrededor del planeta, cayeron 60 periodistas cada año. Estos datos, reseñados por The Freedom Forum (USA) y Reportier sans Frontier (Francia), indican la escala que alcanzó la matanza de informadores por el mundo. La muerte de Henrichsen dio inicio a esa historia de tragedia.
En la publicación del libro “Reportaje con la Muerte, biografía de Leonardo Henrichsen”, Rogelio García Lupo, escribe en la presentación de contratapa: “En junio de 1973 estalló en Chile un motín militar que fue la antesala de la gran tragedia que es mismo año iba a marcar a fuego la historia de América Latina en el siglo veinte /.../ Sin embargo, en aquel escenario dominado por la confusión y el fracaso, que los militares chilenos utilizaron para contar sobre el terreno las propias fuerzas y las ambiciones de cada uno, tuvo lugar la extraordinaria hazaña de Leonardo Henrichsen, el reportero gráfico que filmó su propia muerte. El nombre de Henrichsen –nacido en Argentina, en una familia llegada de Suecia, muerto en Chile– ha sobrevivido a la mediocridad de aquel asalto al gobierno del presidente Salvador Allende y con el paso de los años ha entrado en la gran historia del periodismo mundial. “Guardó cuadro a cuadro el transparente paso de la vida a la muerte”, afirma Modesto Emilio Guerrero en este libro donde reconstruye la biografía del autor de uno de los grandes reportajes de nuestro tiempo, por el que pagó con su propia sangre. (Ediciones B, Buenos Aires/Santiago de Chile, 2002, 256 páginas. Modesto Emilio Guerrero).
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