El presidente y la niña

Hay episodios infantiles que marcan para toda la existencia.. Pueden ser frustraciones o satisfacciones que florecen en primavera. O un pelo mas adelante. O cuando el árbol de la vida comienza a echar hojas.

Los padres. Que saben de esas cosas jamás permiten que sus hijos pequeños permanezcan mucho tiempo en el escenario de un choque de autos, la muerte de un delincuente. La muerte de un familiar querido. La ciencia recomienda sacarlos de inmediato del lugar y no hablarle de eso jamás. A menos que ellos insistan por razones de esa curiosidad tan característica de los más pequeños. En este caso. Recomeiendan asistencia profesional. Lo sano, de entrada, es darles a entender que no ha ocurrido nada extraordinario.

Un día. Carlos Andrés González. Un chamo de siete años chocó el auto de su papá, Florentino González. Éste, que venía llegando de la panadería, al ver su auto estrellado contra la fachada de su casa corrió velozmente y sacó al pequeño del vehiculo desactivando el encendido mientras ordenaba a su esposa que moviera la nave. Al querubín se lo llevó para Puerto La Cruz y pasó todo el día con él. Al regreso. Ya de noche. Cuando llegaban al hogar el chipilín vio el carro y, pícaro, esbozando una tierna sonrisa dijo a Floretino "Papá el carro esta bueno verdad". Si mijo. Respondió el padre a tiempo que le daba el milésimo beso del día.

Muy distinto a como procedió el papá a quien su hijo, de la misma edad del "chamo piloto", le chocó el Mercedes. Eso fue hace “muchisimos” años. Incluso Luís Silva, el barinés, canta un tema que cuenta ese infeliz accidente.

Sobre la calidad humana del Presidente Chávez se han contado miles de cosas. Unas son verdades. Otras medias verdades. Y otras, inventadas. Pero lo que no se puede negar es que el personaje tiene calidad humana, aptitud pedagógica y atributos paternales de alto coturno.

El pasado domingo lo puso en evidencia cuando una hermosa niña colombiana, integrante de un grupo infantil de vallenatos, se equivocó en dos oportunidades en rol de improvisadora. Chávez, que es un avión. Se da cuenta al instante y volando desde el set de transmisión de su programa domiical abraza a la niña, la carga y la llena de besos y de mimos.

El personaje sabía que la nené estaba pasando por un mal rato y había que sacarla del trance. Cerca de 15 minutos. Yo diría que más. Permaneció el Presidente venezolano al lado de la niña tratando de sacarle del show. Que al final lo logró cuando la niña muerta de risa le dijo “ese es mi hermanito” señalando a un muchachito que ejecutaba un solo de acordeón para el Presidente. El mismo Chávez parecía un carajito arrodillado al lado de la nena.

A todas estas. El director del grupo musical de los chamitos nunca se dio cuenta del noble gesto de Chávez. Es más. Fueron muy pocos los que entendieron porque lo hacía. Los asistentes seguramente cuestionaron el desempeño de la bebita. Y a lo mejor dirían: “Mira que venir a meter la pata en un momento tan estelar”. “La culpa es del director que no la supo entrenar”. Eso sumado – quizás – a las bromas inocentes de los demás chipilines, compañeros de equipo, hubiesen convertido el "yerro infantil" en un trauma para tan lindo capullo. Afortunadamente Chávez, sabiamente, fue el fogonazo espiritual que "combustionó" el embrión de ese trauma. El bálsamo que calmó la pena de aquel angelito.

La actitud del Presidente Chávez con la linda muchachita neogranadina es lo que le hace grande como ser humano y lo que le ha convertido en líder de Venezuela y allende de nuestras fronteras. Son esas pequeñas cosas las que establecen la diferencia entre el hombre superior (Confucio) y los demás.

A veces pienso. Que hay gente que, pese a estar muy cerca, cerquita, a patemingo del Presidente, no ha logrado entender que está al lado de un varón con una personalidad muy especial y de un gobernante que muy poco piensa en él sino en los demás. Sólo un ser como Hugo Rafael se baja del Olimpo para socorrer a tan hermosa e inofensiva criatura. Por eso los grandes líderes son seres solitarios aunque estén rodeados de un gran número de adláteres. La soledad de los líderes es una marca de fábrica.

americoarcadio@yahoo.com



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Américo Hernández


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