Confieso que soy poco amigo del curriculum, de los maratónicos actos oficiales y de los protocolos a ultranza. No hay una cosa más estúpida ni más insulsa que una enciclopedia curricular vanidosa. Para que esbozar tantas cosas. En el caso de cualquier periodista con sólo mencionar su número de colegio - digo yo - es suficiente. Y si se trata de esbozar todo lo hecho por un orador de ordern prevenido al bate basta con señalar dos o tres cosas relevantes de su palmarés y distribuir entre el público una minuta explicativa impresa de todo su quehacer.
Dígame cuando leemos un aviso de prensa de solicitud de personal que dice, mas o menos así: "Se requiere ingeniero de sistema, con 6 años de experiencia, carro último modelo, bilingue, preferentemente con perfecto dominio de ingles y español. Edad 30 años y estado civil soltero". Ahora. Me pregunto. Qué profesional con ese average e.p.b.
Uno se dá cuenta de lo latoso que es la exposición de un curriculim vitae en público cuando lee el de El Libertador: "Simón Bolívar nació en Caracas y libertó cinco naciones". O el de Einsten: "Genio alemán naturalizado norteamericano: Autor de de numerosos estudios de física teórica. Formuló la teoría de la Relatividad. Nóbel, 1921".
Con el tiempo cambian las cosas. Las normas. Los procedimientos.
La velocidad y la dinámica de los cambios no da a tiempo a pensar. Lo que a la una de la tarde es bueno a las dos no tiene vigencia. Los cambios son imposible evitarlos ni detenerlos. No obstante el Protocolo se resiste a caer. Hasta la corbata se ha cimbrado y si no ha caído es porque es demasiado brava.
¿Quién es el Protocolo para para resistirse a la evolución?
Entiendo que en el ámbito internacional hay formulismos insoslayables cómo ese que nadie puede interrumpir a un Rey cuando habla- O que hay "llenar una planilla" para saludar al Príncipoe japonés. Pero también entiendo que los dos son seres humanos, que son de carne y hueso e iguales a todos los hombres del mundo.
La humildad está por encima de las normas protocolares. Pulveriza el protocolo más rígido del mundo. Con humildad se rompen los preceptos sociales sin ser irrespetuoso.
La protesta más singular que he visto en torno a la lectura curricular de un personaje ocurrió hace unos años en la celebración de los 80 años del Dr. Tulio Chiosone realizada en la sede del Colegio de Abogados del Distrito Federal. En esa oportunidad correspondió a Elio Gómez Grillo presentar al homenajeado. Tarea que cumplio leyendo el curriculum del Padre de la Penitenciaría en Venezuela en 105 minutos. Chiosone, leída su hoja de servicios, tomó el micrófono expresando socorronamente; ¡Y todo eso lo hecho yo!.
Algunos puristas critican el vestir informal de Chávez en la mayoría de sus actos oficiales. Es decir. Que no es como Caldera que se vestía de etiqueta hasta para asistir a un partido de bolas criollas a pleno sol y en una cancha ubicada bajo una mata de mango. Los sesudos cuartorepúblicanos no terminan de aceptar que el Presidente haya mandado "palca" a la parafernalia tradicional mirafloriana. Aunque a la hora del te sabe llevar la tela.
La informalidad elegante es lo más práctico para cumplir con los compromisos protocolares en cualquiera actividad política, gubernamental o empresarial. En esas lides el Mandatario Nacional marca la milla. Ya es común verlo en su actividad interna y externa de su despacho muerto de la risa en camisa, jean y zapatos deportivos. Idem en inauguraciones de obras y eventos trascendentales. En entrevistas con visitantes de otras naciones. Aunque eso no priva que en los eventos internacionales dentro y fuera del país force la barra y se meta en los peroles.
La moda chavista en el vestir ha contribuído con la economía de los hombres y mujeres puestos que no tienen que gastar mucho dinero para proveerse de trapos para ir al trabajo. Hasta en eso Chávez es útil.
En cuanto a lo maratónicos de los actos oficiales es bueno recordarle a las autoridades que en los países desarrollados no duran más de 15 ó 20 minutos, incluyendo condecoraciones y entrega de diplomas de reconocimiento. ¡Qué manía esa! de los jefes de gobierno de dispararse dos y hasta tres horas de protocolo sin importarles que la gente tiene otras cosas que hacer.
Lo más seguro es que me recriminen tal concepto aduciendo que el Presidente Chávez se empuja durísimo con su Aló Presidente. No menos el domingo se anotó un record con 8 horas de transmisión. Pero es que el líder no es aburrido. Y cuando observa que la audiencia esta entrando en el limbo se baja con un chiste, con una anécdota, con una canción. Además nadie puede negarle su histrionismo ni su tremenda capacidad de embrujo comunicacional. Ni mucho menos su carisma. Pero es que los actos oficiales son fastidiosos, antidinámicos y maratónicos.
Quizás el lector cuestione que escriba sobre un tema que pudiese calificarse de ridículo. Pero es que también la Revolución tiene que cambiar el paradigma protocolar de los actos oficiales puesto que se pierde tiempo y hacen perder mucho tiempo. Pero es que además lo paquidérmico de los protocolos genera cuantiosas pérdidas de dinero al Estado. Dígame esos vocativos larguísimos que han de ser leído por todos y cada de los expositores. Por eso Chávez, a veces, los obvia.