Muchas cosas pasan y se van quedando grabadas en la conciencia de los pueblos. Esa es la fuerza que abre los surcos para ir sembrando la semilla de la libertad. Luego, la misma naturaleza le nutre desde abajo para que germine y sea bañada por el rocío de la vida y el amor. El tren pasa primero, de Elena Poniatowska, nos devuelve irremediablemente a los recuerdos de las luchas sociales que se han dado en América Latina.
Ella nos habla de acontecimientos históricos ocurridos en México, de la lucha ferrocarrilera, de la gran huelga de 1958, tremendamente revolucionaria y exitosa. También nos habla de la huelga de 1959, reprimida por el gobierno y traicionada por los amigos. Así son las luchas de los pueblos, a veces reprimidas y traicionadas; otras veces pospuestas hasta nuevo aviso. Pero aún así, nuestros pueblos nunca han dejado de soñar con el nacimiento de la verdadera patria.
Y soñar fue lo que hizo Trinidad Pineda Chiñas, personaje central de la novela de Poniatowska; él forjó su lucha, hizo su revolución para cambiar la vida de su pueblo y de su gente. Sin flaquear en el ánimo y la voluntad, trabajó sin descanso día y noche para construir los cimientos de la nueva sociedad. No obstante, todo el esfuerzo realizado fue en vano, no por lo que hizo o quiso hacer, sino por los obstáculos que encontró a lo largo del camino. Sin exagerar, sus sueños e ideales fueron aplastados por los rieles del ferrocarril.
Si bien la gran huelga de 1958, fue el abrir de puertas a las tremendas conquistas sociales para los trabajadores; la de 1959 fue traicionada y vendida por aquellos que se “rasgaban” las vestiduras por la revolución ferrocarrilera. Así, aparece un Silvestre Roldán, otro de los personajes claves de la novela de Poniatowska. Roldán simboliza la traición y la falta de visión revolucionaria, porque él precipitó la huelga de 1959, y sin el consentimiento de Trinidad Pineda, decretó el paró total.
La Central de Trabajadores de México (CTM) y el resto de los gremios, en un aprovechamiento desbocado, facilitaron la represión y el desgarramiento del nuevo movimiento sindical que había irrumpido exitosamente en 1958. Trinidad Pineda fue encarcelado por casi once años y nadie abogó por él durante ese tiempo.
Esta densa novela de Poniatowska, nos viene a decir que así son las revoluciones, que para tener éxito hay que fracturar la espina dorsal del sistema. Mientras no se produzca esa ruptura no so podrá abrir el camino para que pase el tren de la nueva patria.
Precisamente, en la América Latina de hoy, andan por allí muchos Trinidad Pineda; pero también caminan silenciosos los traidores, cualquier Silvestre Roldán, queriendo acabar con los movimientos revolucionarios que están surgiendo. Al igual que el México de ese entonces, y quizás al de ahora, entregado y arrodillado al imperio norteamericano, hoy existen sectores claramente identificados, grupos económicos, sindicatos, medios de comunicación, partidos políticos, acompañados de las cúpulas eclesiásticas, que quieren aplastar la semilla de la revolución, que ayer sembraron los ferrocarrileros de México. El miedo de todos esos sectores se centra en la posibilidad que esa semilla pueda germinar de verdad y comience a echar raíces en los suelos fértiles de Latinoamérica.
En ese sentido, pienso que El tren pasa primero, es una excelente novela de narrativa político-social que nos invita a luchar todos los días por una patria de verdad. La lucha diaria es precisamente para no volver a tener democracias de fachadas, sino revoluciones de verdad. El tren es la vida, dice Helena Poniatowska. Ahora bien, con el permiso de la autora y el de ustedes, yo digo que también es la revolución.
*Politólogo
eduardojm51@yahoo.es