Fábrica de belleza postiza

Algo más que una teta

El que las mujeres, por incrementar su poder de seducción, hayan dispuesto aplicarse prótesis en sus mamas se ha convertido en un negoción para los cirujanos plásticos. Las féminas no se paran en hueso a la hora de convertir sus pequeños senos en lolas con tallas de 36 y hasta 40 aunque tengan que pagar por ello una buena cantidad de dinero. Total. La inversión justifica el éxito.

Esa moda se desató luego que una artista de televisión se la aplicó. Después la publicidad se encargo de convertir esa práctica en una necesidad de hermosura tomando como modelo a la actriz venezolana. De esa manera la fábrica de belleza postiza continuó siendo un lucrativo negocio. Los sostenes rellenos fueron relegados al sótano de los desechos estéticos femeninos.

El consumismo poco a poco fue inventando un formato de belleza teniendo como caja de resonancia el Miss Venezuela. Primero fue la nariz y la boca. Después las revolberas y las nalgas. Además de una batería de exigentes dietas que las convertirían en un gancho de ropa y más chupadas que una cabeza de corocoro margariteño.

Cual manso conejillo de indias las mujeres acuden a los consultorios a redimensionar sus pezones y adyacencias. En una demostración concreta de lo que es capaz de hacer con la humanidad el capitalismo salvaje. La venezolana, bella y hembra por naturaleza, no necesita de latonería y pintura para tener éxito. Con talento y sus recursos naturales fácil triunfar. Además no todas las que se hacen las tetas son triunfadoras.

Quien haya leído Sin tetas no hay paraíso, del colombiano Gustavo Bolívar Moreno, sabe que unas lolas grandes en el mundo de los capos es un pasaporte al éxito social y económico: joyas, autos lujosos, dólares, ropa de marca y viajes al exterior. Aparte de hoteles 5 estrellas y banquetes en los más afamados restaurantes. Pero también entendió el peligro que se cierne sobre tan ansiado capricho femenino. Tanto que un implante puede generar la muerte.

El ensanche de las mamas entre las criollas es el resultado de antivalores sembrados por los fabricantes de mises. A ellas le “vendieron” la tesis que un hembrón no lo es sino tiene las lolas gigantes.

Está tan de moda agrandarse las tetas que hay sorteos de implantes gratis adelantados por conocidas empresas a través de costosas campañas publicitarias. En todo conversatorio de mujeres jóvenes el tema se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de la belleza. Semejante moda tiene adherentes en todos los niveles. Nada tiene que ver que las mujeres sean ricas o pobres de solemnidad. Lo misma lo hace una muchacha de un barrio que una tiquititaqui.
Como se sabe la original coquetería y vanidad femenina, repotenciada por una salvaje y feroz publicidad, dispara de manera enfermiza la permanente disposición de las damas por sentirse bellas y seductoras.

Hay una marcada diferencia en esta práctica. Diferencia que radica en que las muchachas pobres se hacen las lolas para conquistar buenos partidos que les permitan salir de la pobreza. Mientras que las de altos nivel social incurren en la práctica para verse bien o simplemente estar a la moda y revalorizar sus encantos femeninos. Pero para ellas la constante es que una Lola grande es un poderoso gancho erótico.

En principio el embellecimiento femenino se limitaba a quitarse media nariz, limarse juanetes y colocarse frenillos en el juego de comedor. Hoy no. Hoy la latonería llegó al parabán pectoral, por lo menos entre las venezolanas. Pues las asiáticas vienen aplicándose el combo O.T.G que no es otra cosa que hacerse ojos, tetas y glúteos. Para corroborarlo sólo tienen que aplicar una disimulada inspección a las chamas chinas.

Cómo será de importante hacerse las tetas que una joven se hizo las suyas utilizando el dinero destinado para el pago del semestre universitario.

Lo peligroso es colocar las lolas en manos inexpertas. No hacerse la mamografía antes del implante y utilizar las dependencias oficiales como centros de operación con falsos diagnósticos de ingresos.

Por lo demás. Después del implante, las tetas son algo más unas mamas.
PD. Es tan intenso y prolongado el vía crucis de lo jovencita Catalina en Sin tetas no hay paraíso, que al terminar de leer la novela pensé que tenía 30 años; siendo que tan sólo era un capullo de 16 cuando se mando a matar por el sicario que ella misma había contratado. Por lo demás. La obra refleja la falsa escala de valores sembrada entre las niñas pobres por las fauces del consumismo.

PD II
Este artículo no fue publicado por el diario Nuevo Día, de Puerto La Cruz porque el director no lo autorizó según me contó Kique – quien fungía como jefe de redacción de ese diario y fue pasante de TVO cuando este escribidor era reportero ancla del canal, dizque porque que era muy fuerte el lenguaje. Se lo reclamé a quienes según Radio Bemba son los dueños del periódico (dos pesos pesados de la IV República en Anzoátegui) y se hicieron los locos.


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Américo Hernández


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