Yahvé Elohím versus Jesús de Nazaret


No me sorprende. O, mejor dicho, me sorprende pero no me extraña. Y no porque yo tenga una buena intuición, que a veces me funciona y a veces no, sino porque las apariencias y las esencias suelen coincidir.
No siendo creyente, me llaman la atención las distintas formas de ejercer y manifestar la espiritualidad. Por mi parte, me interesa sobre todo aquella que no necesita apoyarse en lo sobrenatural. Es decir, la que busca en profundidad los resortes de lo humano. Aquella que podríamos denominar espiritualidad terrenal, la de la poesía y el arte, la de la conversación, la del amor, la del reconocimiento de los otros sin necesidad de apoyos extraordinarios, la de la ética de lo cotidiano, sin cielos ni infiernos. No sé si me explico.
Pero como nadie ni nada me es ajeno, a los creyentes con los que coincido en la vida intento entenderlos a través de la forma en que manifiestan su espiritualidad religiosa. Creo que allí podemos encontrar ciertas claves.
Por ejemplo, no es lo mismo invocar a Yavhé-Elhoím, el Dios de los Ejércitos, fuerte y poderoso,  terrible, vengativo y castigador, que a Jesús de Nazaret, el hijo de un carpintero. Allí hay dos enfoques absolutamente opuestos.
El Dios del Antiguo Testamento es anterior al Evangelio, a la buena nueva, al mensaje de amor. Ese Dios bíblico es el que tiene pueblos predilectos y a otros que no lo son, el que castigó con diez plagas a los egipcios, tales como la muerte de todos los primogénitos, sin ocuparse de los daños colaterales. Es el mismo que envió una manada de osos que acabó con cuarenta niños, solamente porque se metían con el profeta Eliseo llamándole calvo.
Si a mí me lo preguntan, yo diría que ese es el Dios al que no quisiera encontrarme en una noche oscura. Ni a él, ni a quien lo invoca.
Muy distinto es el Dios al que se refiere Chávez. Un dios que se hace hombre, que se compromete con los débiles, que sufre, que es como nosotros pero mejor, que llega al sacrificio de su vida por los demás, que trae amor y no odio en su mirada.
Tiemblo cuando oigo hablar del Dios de los Ejércitos.
Pero me complazco cuando oigo a Chávez decir:…” pueblo, Gobierno, Fuerza Armada, y con la ayuda de Dios, Cristo, ese Cristo que anda con nosotros. Cristo revolucionario, Cristo el redentor, Cristo el camino, el verdadero camino a la justicia y por lo tanto a la paz”. (Chávez, Caracas, 19 de septiembre de 2003)



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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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