Dos fechas, que aparentemente no tienen nada en común, excepto pertenecer al mes de agosto, muestran una de las tendencias de la realidad del continente y el Mercosur. Mientras la incipiente corriente integracionista desplegada por el presidente venezolano, gira hacia a la Cruz del Sur, la que promueven Robert Zoellick y los presidentes de Colombia y Centroamérica, busca, desesperada, la Estrella Polar.
El 8 de agosto, Robert Zoellick, Representante Comercial de Estados Unidos para el Hemisferio, dijo, al lado del presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, que en muy poco tiempo, Colombia abandonará el llamado “sistema de franjas de precios” en la su agricultura. Se refería a un mecanismo de protección de precios y cuotas de mercado que suelen usar los países poderosos para sacarle ventajas comerciales y financieras a las economías débiles.
Muchos países dependientes, usan esos sistemas de precio entre sí, para favoreces empresas amigas, y el resultado siempre es el mismo: cuando los países débiles se aplican estas franjas de discriminación, terminan más débiles que antes. Pero el resultado es el opuesto, cuando lo utiliza una potencia contra uno oprimido. Este es el caso actual entre Colombia y Estados Unidos, anunciado el 8 de agosto por Zoellick, con la sonrisa aprobadora del presidente colombiano.
El precedente inmediato más recordado ocurrió cuando Chile firmó el Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos, en junio de 2003. El débil Estado chileno si vio obligado a abandonar las franjas de protección que resguardaba a sus productores nacionales, frente a la competencia imposible de los productores californianos y de Minesota.
El Estado colombiano acaba de perder el derecho a protección sobre, por lo menos, 15 productos de exportación de mucha importancia en la composición de su PBI. Algunos, como trigo, maíz, arroz, cebada y leche, quedaron sueltos frente a las poderosas estructuras de producción yanqui, lo cual implicará la pérdida inmediata de mercados en Venezuela, Centroamérica y El Caribe.
Esta conducta suicida de las burguesías latinoamericanas, tiene en la colombiana su peor ejemplo. Es la misma burguesía que no ve diferencia entre un grano de maíz devaluado y un soldado yanqui sobre su territorio.
Este sometimiento al control comercial y político-militar imperialista sobre el hemisferio, que tanto entusiasma a Uribe Vélez, es el mismo que encantó a los pequeños presidentes centroamericanos, cuando visitaron al joven Bush, el mismo día que declaraba la guerra a Irak, en abril, para proponerle un acortamiento del plazo para firmar el TLC de sus cinco economías con la de EE.UU.
Una muestra rupestre de lo que será el cuerdo hemisférico del Àrea de Libre Comercio de las Américas, ALCA, es el debilitamiento actual de los productores colombianos frente a los exportaciones agrícolas yanquis, como lo fue antes para los chilenos, o los argentinos y los del sur de Brasil.
Un camino diagonal al Sur
La otra fecha que anunciamos es el 26 de agosto. Su escenario, Caracas, los personajes, Hugo Chávez y Inácio Lula Da Silva. Ese día, ambos jefes de Estado firmaron una Declaración Conjunta de 27 noticias. Va de lo económico a lo políticas y lo diplomático. Una de las novedades contrastantes es que se asienta sobre 1.000 millones de dólares de inversión conjunta. Esos 27 acuerdos sobre tantos dólares, trazan una línea de corte diagonal sobre el curso marcado por Zoellick y Uribe Vélez. Son dos caminos distintos, aunque no opuestos todavía.
24 de los 27 puntos de la Declaración, contienen acuerdos en marcha, o firmados para ponerlos a andar. Son inversiones comunes en todas las áreas imaginables de la economía real. Puentes, aduanas, pasos fronterizos, presas hidroeléctricas, producción de leche, planes de siembra de granos, centrales azucareras, petróleo, gas, termoelectricidad, ciencia aplicada al desarrollo, minería, control de tráfico de drogas, etc.
Esta fecha y esta Declaración, tienen dos precedentes que debemos enganchar. Primero, la firma del Acuerdo entre los gobiernos de Argentina y Venezuela, el 18 de agosto, para comerciar compensatoriamente, combustibles, agroalimentos y medicinas genéricas. Segundo, la firma del acuerdo mediante el cual Perú pasa a ser parte del Mercosur, en la fórmula 4+1. Técnicamente, este pacto, lleva la marca de los firmados Chile (ACE-1996) y Bolivia (ACE-1995), pero políticamente no. En este terrero, así no lo quiera el semi neoliberal Toledo, el tono lo pone la nueva onda de la integración independiente de Estados Unidos que promueve Chávez.
Esto último es lo que preocupa al gobierno norteamericano y al conjunto del sistema mundial de Estados imperialista: La onda Chávez. Una veleidad nacionalista latinoamericana, que avanza a pesar de traspiés como el de Lucio Gutiérrez, o contradicciones como las de Lula, o incluso, a pesar de que, por ahora, lo que más avanza en el proyecto integracionista sureño es el aspecto económico y comercial del asunto. Es una integración a varias velocidades, donde Chávez va por el canal de 100, mientras otros marchan por el de 50, y algunos, tratan de tomar la carretera más antigua y pedregosa.
La cuestión, para agritudes mayores en las comidas del Pentágono y la Casa
Blanca, es que la onda nacionalista sigue un curso diagonal, alejándose de la
Estrella Polar, en busca de refugio en la Cruz del Sur.