Ya esta en la calle la campaña para las elecciones constitucionales del 2004. Hecho que tiene muy perturbada a la oposición. Pero, no hay vuelta atrás. Los espacios políticos de la nueva coyuntura, apuntan a la profundización del proceso revolucionario con la toma del poder regional y local. A la oposición no le queda otro camino que acoplarse al rumbo que ha tomado la escena actual. Ellos irán a las elecciones. Los revolucionarios a la toma del poder.
Existe una diferencia ideológica entre ir a las elecciones y tomar el poder. Lo primero significa asumir el gobierno para el usufructo del poder. Esto es un acto burocrático. Es darle continuidad a la reforma. Es tolerar la vigencia del sistema político de democracia representativa. Mientras que tomar el poder es un acto revolucionario. Es colocar el gobierno al servicio del pueblo. Es darle viabilidad a la democracia directa. Es consolidar el poder constituyente. Por lo tanto, las dos acciones en cuestión presentan diferencias conceptuales radicales. Tienen implicaciones de fondo en lo que respecta al método y objeto para dirigir la sociedad. El acto revolucionario de las elecciones significa subir otro escalón de la larga escalera de fases y etapas del proceso.
No obstante, para ascender este nuevo peldaño se necesita conciencia revolucionaria. De inmediato, en este mismo momento es indispensable instrumentar los mecanismos de la formación política. Hay que activar ya, en el breve tiempo de esta misma semana, durante el mes que empieza, la escuela de cuadros y de dirigentes. Requisito fundamental para la realización del acto revolucionario. La conciencia sólo se adquiere con los conocimientos que se imparten. Ahí está la base de la ideología y ésta, es la fuente de la actitud inequívoca, digna y luchadora de los auténticos revolucionarios. El acto revolucionario se hace tangible con la toma el poder regional y local. Ir al mando de los entes descentralizados para colocarlos al servicio del pueblo. Tal como lo establece "el gobierno se transforma en instrumento del pueblo". Y esto lo garantiza la conciencia revolucionaria. La ideología del proceso bolivariano.
En consecuencia, hay que insistir que ocupar estos cargos públicos de elección popular es con la meta revolucionaria de transformar el ejercicio del mando. No es para repetir los esquemas burocráticos del usufructo del poder, tal como lo es actualmente. Incluso, muchos de quienes gobiernan en los estados y en las alcaldías del país, en nombre de la revolución, no se apegan a los postulados del proceso, ni a la prédica ductora del Presidente.
Instalarse en los gobiernos regionales y locales es para luchar por el bien común. Es reemplazar el modo de gestión del usufructo personal, por el de la prosperidad de todos. Eso implica: (i) gobernar para el pueblo por medio de la satisfacción de las necesidades colectivas e individuales del pueblo; (ii) transferir la toma de decisiones a las comunidades organizadas en el ámbito de su competencia; (iii) establecer el método de rendición de cuentas ante las organizaciones comunitarias; (iv) darle consistencia a los mandatos constitucionales de cogobierno (estado-pueblo), a través de las asambleas populares, consejos de planificación local, contraloría social y proyectos de prosperidad para el pueblo; (v) elaborar el programa de gobierno con base en las necesidades de las comunidades y grupos organizados; (vi) propiciar los actos constituyentes para la transformación de las estructuras rígidas (leyes, ordenanzas, hábitos, costumbres) que aún no se ajustan al nuevo modelo político.
La toma del poder adquiere un nuevo sentido de lógica en el pueblo. Las elecciones como acto revolucionario prendió en el interés del colectivo. Por eso, los que aspiran dirigirlo, que asuman la revolución y luchen por crear el poder popular. Procedan con base en la ideología revolucionaria. Asuman el acto revolucionario. La campaña va en esa dirección.
izarraw@cantv.net
Esta nota ha sido leída aproximadamente 3508 veces.