Cuando el Libertador hizo el análisis crítico y autocrítico de la pérdida de la Primera República, no dudó en considerar a las mentiras, al engaño, a la explotación del atraso político del pueblo, entre otras, como las causas principales del desastre de los patriotas. Por el engaño nos volvieron a la esclavitud, diría en la Carta de Jamaica. En su “Memoria a los habitantes de la Nueva Granada”, en diciembre de 1812, acusaría al “fanatismo religioso hipócritamente manejado por el clero, empeñado en trastornar el espíritu público por sus miras de egoísmo e interés de partido”, de ser el responsable de la derrota republicana.
Las ideas. Siempre las ideas como el impulso que da vigor y continuidad a las conmociones sociales y políticas. La preponderancia de la ideología como el factor decisivo en la contienda social y política. El que logre conquistar la voluntad de los hombres y mujeres, protagonistas de la historia, inclinará la balanza a su favor. En 1817, ya en el ascenso de las luchas libertadoras, cuando la correlación de fuerza comenzó a inclinarse al lado de la Patria, Bolívar exclamó:”…La opinión cambiada absolutamente a nuestro favor vale aún más que los ejércitos.”Cuando un jefe militar como el Libertador, minucioso estratega de la guerra, que conocía la decisiva importancia de las armas y los pertrechos, era capaz de considerar que, por encima de los ejércitos, más alto que las bayonetas y los cañones, está la supremacía de la opinión pública, puede medirse el insustituible rol de las ideas en la batalla política y militar.
La lucha final y decisiva en la contienda histórica se libra aquí y en cualquier otro lugar del mundo en el campo de las ideas. Puede ser y así ha ocurrido en más de una ocasión que, en determinadas circunstancias, la fuerza bruta imponga sus designios. Puede ser que logre aplastar las resistencias y los desafíos mediante el peso terrible de la guerra o de la represión, pero el imperio de la superioridad física siempre será temporal. Al final, ninguna fuerza bruta podrá superar la arrolladora supremacía de las ideas.
Es en el dominio de las ideas, en el campo de la lucha ideológica, donde se decide el destino final de la confrontación histórica. Porque ahí está el escenario determinante donde se libra la lucha por ganar la voluntad de los hombre y mujeres, quienes son en definitiva los hacedores de la historia. Ya dijimos en reciente oportunidad que nadie entendió mejor, en su tiempo, el papel de las ideas y de la lucha ideológica como el Libertador. Nadie le concedió tanta beligerancia. “La primera de todas las fuerzas es la opinión pública”, dijo en su discurso ante el Congreso de Angostura el 1 de noviembre de 1822.
Bien vale la pena todos los esfuerzos que el grupo de periodistas, diagramadores, impresores, fotógrafos, corresponsales, administradores y cooperativas de pregoneros hemos hecho para editar el diario “VEA”, con el propósito de dar nuestra contribución a ganar la batalla de las ideas.