No se requiere ser un experto investigador para sospechar sobre las verdaderas motivaciones de los recientes secuestros. No se puede menos que dudar de si el propósito final del acto delictivo va más allá de apropiarse de una elevada suma de dinero.
Los secuestros vienen acompañados de sólidas denuncias sobre la penetración de bandas de paramilitares colombianos en territorio venezolano y de la intensificación de delitos de secuestros, cobro de vacunas y en otros semejantes en las zonas fronterizas de Táchira, Zulia y Apure.
Deben tomarse muy en serio las denuncias formuladas por los diputados Iris Varela y Luis Tascón y por el general Santiago, Embajador de Venezuela en Bogotá, sobre el aumento en las últimas semanas de la penetración de paramilitares, supuestamente desmovilizados, a Venezuela y el grave peligro que significa para la seguridad nacional.
Nadie en Venezuela ignora los íntimos lazos de identificación política e ideológica de los paramilitares colombianos con los grupos de la oposición violenta en Venezuela. Ya salieron a la luz pública en ocasión de ser descubierto el complot con asiento en la finca Daktari y que tuvo como protagonistas a un numeroso grupo de paramilitares contratados por golpistas venezolanos. Son también bien conocidos los contactos entre el exiliado Carmona y los jefes de los paramilitares en Bogotá.
Es necesario profundizar el origen y antecedentes de los comprometidos en el secuestro y asesinato de la hija del Comandante del T05 en Bolívar, Carolina Di Lucca. Con toda seguridad una investigación a fondo podría ofrecernos más pistas sobre sectores políticos ocultos detrás de los delincuentes cuya verdadera intención es fabricar un clima de inseguridad en nuestro país en función de sus planes antivenezolanos.
