Nuestra columna pasada produjo variados comentarios. Dicen que dio en el blanco. Atinó. Hubo quienes, aún estando en contra de la propuesta chavista, reconocieron cuánta verdad aparecía encerrada en las líneas del artículo “Del Gobierno como trampolín”. Algunos, funcionarios públicos y/o dirigentes del proceso bolivariano, aplaudieron nuestro “atrevimiento” (el cual, por cierto, no es nuevo ni es el único. Ya, antes, habíamos advertido acerca de las debilidades y amenazas –internas y externas- que podrían echar por la borda nuestro intento por impulsar otra conciencia colectiva, alentar la creación de una manera distinta de gobernar y una nueva forma de estructurarnos como sociedad libre, plural y democrática.) Hoy, con la misma intención, hemos cambiado la palabra Gobierno por otra: MVR.
Otros, para bien del proceso y su militancia, se sintieron aludidos. Por diversas vías nos llegaron informaciones cargadas de odio y resentimiento, situación poco común en cualquier verdadero revolucionario. Pues bien, para ese tipo de personajes estaba dirigido aquél, los próximos y éste. Y aquí va. Con pelos, aunque falten señales. Es hora de las definiciones. No podemos tener enemigos dentro de nuestras filas. Y disfrazados, ¡menos! Punto. ¿Hasta cuándo tanta ingenuidad, tanta candidez y tanta estupidez?
No podemos tapar el sol con un dedo. No podemos mentirnos ni seguir engañando a una mayoría que aún tiene cifradas sus esperanzas en un líder, un proyecto y un partido. Basta de hipocresías y caradurismos. Resulta incomprensible observar cómo algunos llegados a funciones de gobierno –que antes no tenían dónde cavar su tumba— ahora actúen peor que los del pasado. Y usan boina roja y discurso conmovedor. Impresionan. Tienen voz como trueno. Pero mienten. Hablan como revolucionarios, pero actúan como si no lo fueran. Y el pueblo ve. Y el pueblo cree que todos se han vuelto así. Y esa actitud perjudica al gobierno y al partido. Hoy tienen poder, pero antes eran unos desconocidos. Chávez los montó. El MVR los montó. Y ahora se hacen los desentendidos. Les importa el sueldo o las comisiones o los contratos o los beneficios del efímero gobierno. El partido ya no importa. Interesa sólo el sueldo y las prerrogativas. Las finanzas del MVR, por ejemplo, ¿para qué?
Actitudes individuales o intereses personales, sobre otras desgracias, atentan contra lo que hemos denominado V República. Y esto no es un slogan. Es una realidad tangible. Podemos palparla. Caminamos hacia otros derroteros. Del triunfo y consolidación de esta propuesta depende nuestro futuro como comunidad organizada y como nación. Si salimos derrotados, caerán sobre nuestras humanidades todas las plagas del pasado. Y una verdad tan cruda no la puede permitir, ni siquiera, quienes sólo ven en Chávez un enemigo a vencer. Por tal razón, ya muchos reclaman con insistencia una oposición honesta, seria y responsable. Pues quienes, ahora, la lideran no garantizan ninguna posibilidad de resolver una situación creada y alimentada, sobre todo, a través de muchos medios de comunicación masiva. Aquellos-los de ahora-- son los mismos de antes. Y en ellos no puede ni debe confiar ningún venezolano.
Si no aparecen líderes distintos en esa fulana oposición, no habrá transformación posible para ninguna de las dos partes, ni profundización verdadera de la democracia. Como dijimos la semana pasada: dentro del MVR, y sobre todo en su dirigencia y en los cargos de responsabilidad pública, no podemos permitir la presencia de individuos que sólo están allí para llenar su ego, volver realidad alguna fantasía, o llenar sus bolsillos. Al respecto, no nos pidan nombres. Hagan uso del refrán: “A quien le caiga el guante, que se lo plante”.
Señalar a los enmascarados, irresponsables, involucrados; a quienes se hacen pasar por revolucionarios; descubrirlos, identificarlos y echarlos. Sin miramientos ni consideraciones. No podemos permitir que algunos sigan viviendo de la revolución… ni del MVR… ni de Chávez… ni de la esperanza nuestra.
Esta nota ha sido leída aproximadamente 2739 veces.