Pero no nos engañemos con frases de autoayuda

“Llegó la hora del Pueblo”

Fuimos derrotados por la oposición. Ínfima cifra por encima, pero superior a la ínfima y vergonzosa nuestra. La derecha aprovechó el momento de la ineptitud e ineficacia de nuestro gobierno, para colar la mentira, la confusión y el miedo mediante estrategias comunicacionales “efectivas” y acciones de sabotaje. No vengan los “románticos” a decir que “perdiendo se gana”, que no es una derrota sino “un percance”, que “es una batalla” y no la guerra. Que se jodan los que siguen dando crédito a la oposición y a la derecha endógena. Perdimos ante los fascistas por pírrica y miserable suma de votos. Es una derrota y que quede claro: esto es una guerra. Pero las razones son múltiples, nada simples; es decir, bien complejas.

La lucha contra la corrupción es una oferta electoral de Chávez desde 1998. No se ha cumplido. Los rojos “blanquitos”, porque no son “rojitos”, andan con poses de “nuevos ricos” (ojos brillantes, mentón alzado y una ceja más alta que la otra: muy ocupados y “atareados”, por cierto) campantes en carros y camionetas que son la sensación vanguardista de la industria automotriz “mundial”. La rapiña vuela impune ejerciendo la impunidad en el Poder Moral y Ciudadano gris, inoperante y mediocre. No queremos profesionales doctorados con exceso de credenciales. Necesitamos ciudadanos activos, enérgicos y combativos. Nos hastiamos ya de los genuflexos y amigos entrañables de los delincuentes de nuestra patria.

La inseguridad personal tiene nueve años galopando a todo nivel en el país. Los bandidos de cuello blanco siguen haciendo billete a costa del “chavismo permisivo”, la droga corre en caudalosos ríos de complicidad, las cárceles están repletas de todo tipo de delincuentes y se amotinan cuando les da la gana. A los empresarios se les toleran las acciones de acaparamiento de alimentos fundamentales. Los estudiantes de las universidades privadas arremeten contra bienes públicos y de la nación, alteran el orden público y aquí no pasa nada. Los esfuerzos se diluyen como la sal en el agua. Los proyectos educativos de primaria, secundaria y universitarios le darían pena a Simón Bolívar si encarnara en estos tiempos. Los niños bailotean con ropa inapropiada en los “actos culturales”. ¿Cuánta ignorancia más toleraremos a los maestros y profesores de las universidades creadas por el Gobierno y su poco o inexistente compromiso?

¿A quién no le conviene el desmantelamiento de los monopolios y la expropiación de latifundios? ¿A quién no le conviene lo conformación del Poder Popular mediante los Consejos Comunales? ¿A quién no le conviene que las formas de propiedad se amplíen atendiendo a los más nobles y solidarios intereses de la nación? ¿A quién no le conviene que los derechos de autor sean concedidos directamente a los autores o creadores venezolanos? ¿A qué taxista, ama de casa o trabajador de la economía informal no le conviene gozar de seguridad social y los beneficios que esta genera? ¿A quién no le conviene el planteamiento de la nueva geometría del poder? ¿A quién no le conviene el voto paritario de los estudiantes en las universidades públicas? ¿A qué sector desfavorece el cambio de un modelo económico capitalista a un modelo socialista? ¿A quién no le conviene que Chávez pueda ser reelecto indefinidamente? Usted lo sabe. No se haga el tonto. No es tiempo de dar concesiones a quienes nos han irrespetado. La derecha es inmisericorde. Y si está dentro, su fuerza de expoliación será peor.

Esas frases de libros de autoayuda para sobreponerse al trauma de la derrota son patadas de ahogado. ¿Dónde está el trabajo eficaz de los medios del Estado para desmontar día y noche las campañas mediáticas de los medios privados? Nuestros medios son gobierneros, no son críticos. Por consiguiente, la contraloría social está destinada al ostracismo. Nuestros medios tienen programaciones aburridas, lentas, torpes, ásperas; elevadas intelectualmente, pero inefectivas; salvo las honrosas excepciones de aquellos que a capa y espada han defendido la Revolución Bolivariana. Nuestros medios no van al ritmo del proceso de cambio ni ejercen el rol pedagógico o andragójico que el socialismo a construir plantea. Esa caligüeva, ese hablar lerdo y esos lentes no funcionan.

Esa campañita por el Sí fue mediáticamente errática. Los jingles daban pena. Hecha con música puertorriqueña y neoyorquina. Nada venezolanista. El espíritu de Florentino quedó como un alma en pena en intentos vagos por aparecer o figurar. De bajo presupuesto todo, de baja calidad y hecha a las patadas aún teniendo la bondad de un barril de petróleo que excede los noventa dólares. Aquí se está jugando el rumbo político de una patria: esto no es un templete entarimado para vestir de rojo y gorras a los que no están comprometidos y chupan de nuestra industria petrolera como dráculas insaciables. La conciencia política de necesidad de cambio está plagada de obstáculos e intereses individuales, que la reforma tocaba y abolía. La solidaridad tiene en el egoísmo, un gran enemigo por vencer.

Así que vale preguntarse también por qué tres millones de venezolanos no asistieron a las mesas de votación. ¿Ignorancia? ¿Será que confundieron el “comunismo” con el socialismo? ¿Qué es el socialismo? ¿Qué es comunismo? ¿Alguien resolvió esa incógnita desde el chavismo ante los dubitativos compatriotas revolucionarios, plagados de prejuicios, vicios culturales y políticos en una nación consumista? La labor orientadora no puede caer únicamente en el comandante Chávez. ¿Y nosotros? ¿Los demás? Atendiendo quizá a lo que el trovador cubano Silvio Rodríguez definiera como el “Reino de todavía”, eso puede ser el socialismo en palabras sencillas… “el reino de todavía” y parafraseándolo pudiéramos decir: “Nadie sabe qué cosa es el socialismo y eso puede ser pasto de la censura. Nadie sabe qué cosa es el socialismo y eso puede ser pasto de la ventura”.

El tren ministerial, los gobernadores zánganos y alcaldes “chavistas” son culpables de esta derrota. Sus gestos, acciones y discursos los delatan. El pueblo conciente los reprueba con la moral y honestidad que posee históricamente. La reflexión es que el Presidente timonea el barco, el pueblo lo reconoce y ayuda y ustedes mueven sus velas contra el temporal a favor de la tormenta y la derecha. Ya no mientan más. Pongan sus cargos a la orden o abandonen la tarea que no han sabido cumplir. Dejen que los años que quedan de este período presidencial reluzcan en las manos del verdadero Pueblo y su único líder para encauzar la trayectoria hacia la victoria. El pueblo Señor Presidente, debe empoderarse ya del Gobierno y hacer uso conciente y eficaz del Estado. Haga caso ya a tantas denuncias en contra de muchos de sus cercanos y pocos colaboradores. Vuelva a reunirse con su pueblo, y escúchenos. Como usted mismo ha dicho: “Llegó la hora del Pueblo”.

israelcolina@yahoo.es


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