Si alguna lección nos dejó el 02 de diciembre, es que, más allá de encuestas, deseos, maquinarias, inducciones o tendencias, la voz de la calle es implacable. Uno creía que toda era una malcriadez de parte de un pueblo, muy acostumbrado a la autoflagelación verbal, encantado siempre de “quitarle la tira de pellejo” a medio mundo, pero que a la hora de las chiquitícas es más perdonavidas que el coño, resolviendo todo al calor de un trago de ron y de un compadrazgo.
Teníamos la esperanza de que fuesen sólo rumores, aquellos que nos advertían que el “Sí” estaba derrotado en la contienda pasada. Cosas como estas pululaban a lo largo y ancho del país: 1) Estoy con Chávez, pero no quiero la reforma; 2) No estoy de acuerdo con me quiten la libertad; 3) Todo lo que quiere Chávez es eternizarse en el poder y; 4) La única forma que pierda el “Nó” es que el CNE esté comprado. Y más allá de eso, nos topábamos con infinidad de militantes del PSUV que conspiraban abiertamente contra el “Sí”.
Es decir, la calle derrotaba ampliamente la opción de Chávez, dando por hecho que nuestra primera batalla ideológica en los nueve años del proceso revolucionario iba segura al fracaso.
También notamos tres fenómenos adicionales: 1) Por lo menos el 98% de los sectores cristianos evangélicos, que otrora en un 100% apoyaban a Chávez, ahora lo combatían. Es decir, se había bajado una línea hasta los más recónditos espacios donde hubiese un templo protestante, de que ya Chávez “no era el mensajero de Cristo”. En mis elucubraciones, y que me perdonen los dos millones de evangélicos de base que hay en el país, llegué a concluir lo siguiente: Como quiera que las cúpulas de todas esas congregaciones religiosas no han visto satisfechas sus apetencias crematísticas, ahora mandan a Chávez a los infiernos.
El segundo fenómeno fue la profunda infiltración que vimos dentro del CNE a favor del “escualidísmo”. Se dice que los organismos electorales y personal técnico se escogen al azar, pero se dá el caso de que, por ejemplo en el municipio Bolívar del estado Sucre, lugar donde funciona mi Batallón Socialista, TODOS los miembros de la Junta Electoral son connotados activistas de la oposición; ¡pero todos!...; amén de que no conseguimos un solo funcionario técnico que se mostrara neutral frente al proceso. Todos iban por el “Nó”. ¡Aquello fue horrible!…
Y el tercer fenómeno ya es más conocido, pero quizás ignoremos que se ha metido hasta los tuétanos de nuestra plataforma gubernativa: La cantidad de altos, medianos y bajos funcionarios del Estado que nos llegan “bendecidos” desde Caracas, y que abiertamente odian a Chávez y a su proceso. En el sector de la administración de Justicia en el estado Sucre, por ejemplo, la revolución no pega una ni por asomo: Con sus excepciones, todo el que nos llega investido de juez, fiscal, secretario, auxiliar, alguacil, funcionario administrativo de la DEM, personal de la Defensoría del Pueblo, y hasta los que manda el ministerio de Interior y Justicia, lo primero que hace es alinearse con Ramón Martínez y ponerse al servicio de las triquiñuelas conspirativas. “¡Es como una peste, caramba…!”, me exclamaba una amiga defensora pública de presos, con quien me topé recientemente en el Circuíto Judicial de Cumaná.
En la calle, entonces, abundaba el antireformismo. Era como un rumor telúrico que vá tejiendo toda una red macabra de denuestos y ataques arteros contra la revolución, y que a oídos de las encuestadoras, de los medios y de los comandos políticos, no se escucha. Y esto es lo mismo que puede ocurrir, y es mi gran temor, cuando llegue el momento, dentro de ocho meses, de renovar gobernadores, alcaldes, legisladores regionales, concejales y miembros de juntas parroquiales.
Ese mismo ruido silencioso que camina por tuberías y recovecos subterráneos, pero ahora con más fervor y calentera, es lo que escucho sobre nuestros gobiernos intermedios bolivarianos. Ya por ejemplo alerté a mi amigo y camarada Enrique Maestre, alcalde de Cumaná, por considerar que tiene a sus espaldas todo un entramado de intereses infiltrados, capaces de dar al traste mañana con un liderazgo sano como el suyo, y de ponernos de nuevo a la derecha política a gobernar en la capital del estado Sucre.
Vemos cómo mucha de nuestra gente chavista, y conglomerados humanos no militantes, manifiestan su decepción frente a las prácticas pedantes, nepóticas, indecentes, mentirosas y camaleónicas de funcionarios nacionales, estadales, municipales y parroquiales, que se cuelan en cada gobierno para medrar y joder las aspiraciones populares. Hoy son “rojos, rojítos”, pero serían “blancos, blanquítos”, ó “verdes, verdecítos”, si son un Ramos Allup, o un Álvarez Paz, quienes le ofrecen mañana un pedazo de torta de la riqueza patria.
Para las elecciones del próximo año estamos a tiempo de recomponernos y revalorarnos; pero pasa por una profunda reflexión. Porque si la calle habla en agosto 2008, como habló en diciembre 2007, ¡áy maría purísima!...
(jeramedi@yahoo.es)