La coherencia revolucionaria se hace más imperiosa y necesaria en estos momentos cuando sufrimos un revés electoral. Escuchando la voz del pueblo, que debe ser ante todo el evaluador y el analista de lo sucedido, debemos alejarnos de explicaciones y justificaciones simplistas, que parecieran defender posiciones y no nos permite ir al fondo de la cuestión. Escuchar y ver la realidad tal cual es, será la vía para enmendar los errores y poder hacer los correctivos necesarios.
Estoy insistiendo en un tema, que tal vez ocasione cierta reacción, pero creo que es realmente la falla fundamental que hemos experimentado a largo y en parte de este proceso de cambios revolucionarios, que vive el país y que empaña lo hermoso y grande de lo que estamos construyendo y es el referente al motor Moral y Luces. No existe ninguna otra vía posible para conquistar y fascinar a otros, que no sean a través de las ideas y de las acciones.
Tenemos una deuda en la batalla de las ideas, con la formación ideológica de los cuadros a todos los niveles, hay que activar un plan de adoctrinamiento a través de los distintos programas sociales del Estado, para que funcionen como la mediación pedagógica que nos acerque al Pueblo y nos permita explicarle que estamos construyendo, como lo vamos hacer todos juntos y cuales son los enemigos, que manipulan la conciencia critica social y nos adormecen y nos emboban; los medios privados de comunicación social, la cúpula eclesiástica, la oligarquía financiera y gran parte de sistema privado de educación sin dejar de contar el público, saben lo que quieren mantener y lo que no están dispuesto a que cambie en Venezuela.
Pero al lado y simultáneamente, esta la coherencia ética del liderazgo, que es igual importante o más dañina que la anterior si no se aplica, porque el abuso, la corrupción, el doble discurso, el aburguesamiento de la noche a la mañana y el no poder justificar ciertos enriquecimientos y niveles de vida, son una bofetada para un pueblo que apuesta todo al cambio, la vida misma que la entrega para construir una patria donde los hijos de todos tengan cabida por igual, ese tipo de acciones producen dolor, rabia y pérdida de la confianza. Podemos creer en el líder y estamos seguros que no se vende por nada, pero no podemos mantener una nueva clase política que se convierte en una clase económica que ofende a las mayorías. O salimos de esos pseudos revolucionarios o el proceso se nos puede escapar y perder por nuestra indiferencia y permisividad.
Es aquí donde viene el dolor de nuestro pueblo de tantos hombres y mujeres, que esa madrugada del 3 de diciembre se preguntaban el porqué de lo sucedido, pero las respuestas han venido inmediatamente y son certeras. Ojala no dejemos de escucharla.
Rector de la Universidad Católica Santa Rosa