Pocas veces, en la historia de los debates políticos, una sola pregunta ha contenido tantas respuestas y ha provocado embrollos tan complicados, al punto de conducir a polarizaciones irrefrenables y fraccionamientos muchas veces evitables.
Si se pudiera hacer la cuenta de las divisiones sufridas por partidos, agrupaciones y movimientos, marxistas y no marxistas del siglo XX, sorprendería descubrir que casi todas tuvieron como punto de partida la respuesta final dada a las preguntas del ¿Qué hacer?. Lenin, que tenía muchos defectos, menos el de enamorarse de lo que escribía, habría modificado de buen gusto el citado título si eso permitiera evitar tanto lío.
Pero la lucha de clases es más tozuda, adopte la forma que adopte. Las cosas hubieran ocurrido igual o casi igual, aun si Lenin nunca hubiera escrito tan polémico texto. La escogencia de su título, como las discusiones alrededor de los temas que trata, son, inevitablemente, los dilemas a los que se ve enfrentado cualquier movimiento revolucionario del siglo XX, coincida o no, con los postulados del ¿Qué hacer?.
De eso tienen clara conciencia Werner Bonefeld y Sergio Tischler, autores del libro A 100 años del ¿Qué hacer? Leninismo, crítica marxista y la cuestión de la revolución hoy publicado en marzo de 2003 por Ediciones Herramienta de Buenos Aires y la Universidad Autónoma de Puebla, México. Ambos dicen en su prólogo:
Es indudable la buena acogida al resurgimiento de movimientos anticapitalistas en todo el mundo. Sin embargo, a diferencia del ¿Qué hacer? de Lenin y del movimiento que inspiró, el anticapitalismo de hoy manifiesta, por lo general, poco entusiasmo revolucionario, lo que resulta perturbador, pues, ¿qué significa entonces el anticapitalismo en su forma contemporánea de antiglobalización si no representa una crítica práctica del capitalismo? (pág. 9)
II
No es un acto ocioso que a 100 años de marzo de 1902, fecha en que V.I. Lenin publica en Stuttgart, su ¿Qué hacer?, los revolucionarios de todas las corrientes sigamos debatiendo sobre las cuestiones que aquel hombre, de 31 años, se atrevió a plantear en su pequeño opúsculo, desafiando lo elaborado hasta su momento: los problemas, dudas y desafíos sobre cómo organizar a los militantes y a los obreros para la emancipación por una vía insurreccional.
Los diez artículos de ensayo recopilados por Bonefeld y Tischler retoman, replantean, cuestionan y afirman en torno a las preguntas del librito de Lenin: ¿quién es el sujeto político de la revolución social?, ¿cuáles son sus fuerzas motrices?, ¿cómo hacerla avanzar, una vez comenzada?, y mediante ¿cuáles instrumentos o herramientas organizativas y propagandísticas?, ¿quiénes las controlan?, ¿qué recursos usar para hacer que -o facilitar- el avance de la conciencia de la vanguardia y las masas?, ¿es lícito llevar esa conciencia desde afuera?, más aún, ¿es útil?, en fin, ¿cómo se hace la revolución en la época del imperialismo?
Estas preguntas, otras, y las respuestas que demos a ellas, resumidas sintácticamente en dos palabras que cruzaron el siglo XX, como una provocación, explican y justifican al Lenin de 1902, en el capitalismo de esos años, en medio de los temas debatidos por los marxistas de aquel período, con la clase obrera que tenían enfrente y los modelos sociales y culturales a los que no podían escapar, aun iconoclastas como Lenin.
Lo que no podría justificarse, ni política ni racionalmente, es creer que las respuestas que demos a esas preguntas, deban ser iguales a las dadas en 1902, como si habláramos de la pasteurización de la leche, como si los 100 años que pasaron no hubieran modificado, en algunos aspectos radicalmente, las condiciones que obligaron al joven Lenin a sentarse a una mesa y teorizar sobre las preguntas de ¿Qué hacer? Menos, cuando recordamos que siete meses después de su aparición este libro ha tenido las más duras críticas dentro y fuera del POSDR, como las reacciones de Luxemburgo, Parvus, y un poco más tarde, Trotsky, ex adlater del autor del ¿Qué hacer?
Podemos coincidir, o no, cuando uno de los autores de A 100 años de ¿Qué hacer?, célebre autonomista holandés Cajo Brendel, afirma en la página 31:
No por nada Lenin definía a los socialdemócratas como un 'jacobinado unido a las masas'; no por nada creó un partido como un comité de revolucionarios profesionales; no por nada visualizó, en el ¿Qué hacer? su principal tarea como la lucha contra la espontaneidad.
Igualmente, cuando otro de los autores, Diethard Behrens, sostiene que los graves problemas del ¿Qué hacer? están contenidos en su estrecha identidad conceptual con los jefes de la socialdemocracia alemana August Bebel y Karl Kautsky:
Esto tiene sus implicaciones en Qué hacer?[...] Lenin, -apoyándose en Kautsky- enfatizó la demanda de la socialdemocracia de desarrollar ideas socialistas. Éstas tenían que ser inculcadas desde afuera, a los trabajadores. (pág. 41)
Así, podríamos extraer dudas, problematizaciones y cuestionamientos alrededor del ¿Qué hacer? en los otros autores de este valioso texto de casi 300 páginas, Johannes Agnoli, Alberto Bonnet, George Caffentzis, Simon Clarke, John Holloway y Mike Rooke.
Podremos coincidir o no con ellos, en parte o en todo, con lo que afirman, sin embargo, después de estudiarlos, se hace ineludible plantearse las siguientes preguntas: a) ¿es posible superar los problemas del ¿Qué hacer? de Lenin sin abordarlos desde el presente, sobre un riguroso balance de su aplicación en 100 años?; b) tiene alguna utilidad práctica, excepto el autorregocijo semirreligioso, evadirlos? c) ¿acaso las actuales generaciones de revolucionarios del mundo no están enfrentadas a los mismos dilemas que tuvo Lenin en 1902?
Limitarse a la crítica textual y dogmática de Lenin, y de libros como el ¿Qué hacer?, es negar el método que usó él para escribir aquel pequeño libro, apenas uno de sus experimentos teóricos, en medio de los desafíos políticos del tiempo que le tocó en suerte.
En 1976, en Colombia, escuché una definición de Lenin, a propósito de una polémica sobre organización. Nahuel Moreno, uno de los principales dirigentes del trotskismo argentino, dijo que Lenin fue un 'empírico genial en el campo de la revolución'. Yo creo que esa afirmación es correcta porque ayuda a comprender al Lenin no ideal, el que se preguntó qué hacer cuando la historia convirtió a la revolución socialista en un inmediato histórico, 25 años después del experimento de la Comunne.
Si bien el libro que comentamos confirma la tesis setentista de Perry Anderson, según la cual, la mayor producción de teoría en el marxismo contemporáneo pasó de las manos de los revolucionarios profesionales a las de académicos, no deja de llamar la atención que los ensayos de A 100 años del ¿Qué hacer?, abordan los asuntos de un librito de hace 100 años a la luz de lo que pasó en el siglo XX y lo que ocurre hoy.
Sólo un provocador teórico como Lenin, un 'empírico genial', podría lograr eso con una sola pregunta.
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