Respuesta a 324 opositores


Yo estuve allí el 11 de abril, frente al Hotel Ausonia, a cincuenta metros de Miraflores, en medio de la multitud que defendía el Palacio.
Estuve entre las 11,30 la mañana y las seis de la tarde aproximadamente. Vi pasar a los muertos a mi lado. Los llevaban en alto, sobre las cabezas, como en esas imágenes tan dolorosas que nos llegan del Medio Oriente. Uno tras otro a lo largo de las horas, los iban colocando ordenados en los jardines del Palacio Blanco.
Era muy duro para el corazón y, aún más, para la inteligencia.
También estuve dos días después, desde el mediodía hasta la noche, junto a la multitud jubilosa que recuperó Miraflores. Nadie me lo tiene que contar. Nadie tiene que interpretarlo para mí. Yo lo viví. Fui actor y testigo de esos dos acontecimientos que enmarcaron, como entre paréntesis, un golpe militar perfectamente preparado y diseñado en sus capítulos principales.
Ya hoy día nadie medianamente informado, tiene duda alguna de cómo se desarrollaron los acontecimientos, incluyendo los asesinatos planificados que formaron parte de la macabra jugada. Las eufóricas y deslenguadas declaraciones del propio Napoleón Bravo al día siguiente son reveladoras.
Que mucha gente que participó en la marcha de la oposición actuase engañada y de buena fe, no le resta responsabilidad. Cada quien es dueño de sus actos. Quienes marchaban hacia Miraflores para tomar el Palacio no eran del todo inocentes. Ellos contribuyeron de alguna forma a crear el escenario propicio para los asesinatos de ese día.
Pero lo que si está claro es que los confabulados en el golpe sabían lo que hacían. Generales, Almirantes y otros altos oficiales, de la ralea de los Videla, de los Massera, de los Somoza, de los Pinochet, al servicio de la clase económica y política reaccionaria y perversa de la Cuarta República, cristalizaron su traición  en un asalto cruel contra la democracia y contra el pueblo. Añadieron un golpe gorila más a la historia de nuestros países.

Poco más de ocho meses después, en diciembre, como si no hubiera pasado nada, un grupo de intelectuales, artistas y trabajadores culturales, publicaba en los grandes periódicos un remitido a toda página, bajo el cínico título de MANIFIESTO POR LA CREACIÓN DE LIBERTADES, en el cuál llamaban a la destitución del Presidente de la República y apoyaban el sabotaje petrolero. ¿Quiénes estaban esta vez detrás de la nueva conspiración de la derecha? Los mismos generales gorilas, la misma clase política corrupta, los mismos actores dueños de los medios y sus bufones.

Al parecer a estos intelectuales y artistas, incursos no en la retórica fascista, sino en la práctica fascista real que tanto y tan salvajemente ha castigado a nuestros pueblos, todo ese tiempo no les sirvió para reflexionar y tomar distancia de los graves delitos de humanidad de los cuáles habían sido cómplices por acción u omisión.

Y quiero escribirlo aquí muy claro, para no quede ninguna duda de lo que pienso sobre este tema: para mi todos ellos tienen las manos manchadas de sangre. Así lo digo: no sólo es asesino el francotirador y quien le dio la orden, sino también quien le dio apoyo, y se lo siguió dando después, con sus ideas, sus argumentos, sus creaciones, sus manifiestos. Pues esto no es un juego.

Ellos están rayados. Pero la raya de estos intelectuales y artistas es una raya de sangre. Y es, lamentablemente, una raya que nos divide.

Un obsesivo cizañero y sembrador de odio como Tulio Hernández ¿se pensará que no tiene que rendir cuentas a nadie?  Qué sepa Tulio que las cuentas de sangre son muy difíciles de borrar. No conozco la naturaleza del quitamanchas que las haga desaparecer. Pero de que lo que, si, estoy seguro, es de que para iniciar un camino de borrón y cuenta nueva, si tal cosa fuera posible, lo primero que hay que hacer es reconocer el error y pedir disculpas. Todavía Tulio nos las debe. Como nos las deben Enrique Larrañaga, Marco Negrón, Violeta Rojo y otros y otras a quienes alguna vez les otorgué, en mi alma, un certificado de buenas personas. El tiempo demostró que no lo eran, que no lo son. Son apenas unos marginales servidores del poder. Del verdadero poder. Seres de diminuta conciencia, hechos de la carne de los fanáticos o de los hipócritas. Poca cosa, en verdad.

Hoy, estos que nombré y algunos otros, tienen la desfachatez de publicar de nuevo un remitido a toda página en la prensa nacional que titulan impúdicamente NO AL APARTHEID CULTURAL.

Hay que leerlo con atención, porque ellos son una autoridad en la materia. Ellos si saben de apartheid. Lo practicaron casi todos, durante mucho tiempo. Excluyeron al pueblo. Y del pueblo, a los más pobres los excluyeron dos veces. Mantuvieron en la sombra a culturas enteras de nuestro país y a grandes porciones del territorio. Tacharon, invisibilizaron o negaron a cientos, a miles de artistas, cultores y escritores.  Gerenciaron para sus amigos, sus intereses privados y sus circuitos sociales y económicos. No son ejemplo de nada, sino de la desvergüenza y el abuso. Pero….saben de apartheid.

Si el golpe del 11 de abril o el sabotaje petrolero hubieran triunfado, ellos estuvieran sin ninguna duda ejerciéndolo en la gerencia pública de la cultura. Serían los mandamases, los dueños, los iluminados. Personas importantes. Servirían a las empresas de comunicación, como siempre lo han hecho. Servirían a los poderes económicos, como acostumbran. Servirían a la ideología del neoliberalismo desde sus cargos e instituciones. Establecerían las censuras de rigor, unas veces disimuladas y otras veces abiertas, como lo han hecho muchas veces. Y se olvidarían del pueblo, tan como ahora se olvidan aunque aparenten lo contrario pues el pueblo, simplemente, no les interesa.

En ese remitido nos califican de intolerantes. Nos llaman censores, personalistas, arbitrarios y caprichosos. Nos acusan de sentir un hondo desprecio por los creadores venezolanos. Y hablan de comisariato cultural, propio de regímenes totalitarios. ¡Qué cosa! Es el mundo al revés.

¡La derecha antigua y la nueva derecha, en el papel de plañideras! Si no fuera porque uno ya ha visto mucho a lo largo de tantos años, hasta sería capaz de tomármelo en serio.



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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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