La "valiente" independencia de Panamá

¿Política exterior?


Las marañas del tiempo suelen empañarnos la visión, pero sucesos de cambios como los que actualmente vive nuestro país pueden en muchos casos sacarnos del sopor de la inconsciencia en que vivimos. La historia que voy a relatarles resultará para muchos increíble, pero no por eso deja de ser cierta.


Allá por el año de 1902 -28 junio para ser más preciso- el Congreso de los EE UU aprobó la Ley Spooner con la cual se autorizaba al Presidente de ese país a adquirir de los franceses la concesión para la construcción del canal de Panamá, -¿ley habilitante?- obra en la que éstos habían fracasado. Sin embargo, no todo fue tan sencillo. Antes de que Roosvelt –Teddy- posara su desinteresada mirada sobre el diminuto territorio ya los franceses lo habían hecho. La experiencia de Ferdinand DeLessps en la construcción del canal de Suez había conducido sus pasos hacia el trópico, empero aquí no tuvo el mismo éxito.



Fracasado en su empeño, y económicamente quebrada la compañía de DeLesseps – la Compañía Interoceánica del Canal- se constituyó una nueva organización -la Panamá Company- con el objeto de vender los poco confiables activos de la quebrada empresa a los EE UU. Éstos, que se habían visto obligados a circunnavegar por el Cabo de Hornos en 1898 para participar en la guerra hispanoamericana que terminó con el tratado de París, por el cual España tuvo que “cederles” Puerto Rico, Guam y Filipinas, pasando además Cuba a convertirse en protectorado estadounidense, vieron en esta oportunidad la manera de ejercer un control mucho más eficiente y rápido sobre sus nuevas “posesiones” en el Caribe y en el Pacífico. “Teddy” participó en la guerra para “liberar” a Cuba del yugo español, al frente de un regimiento de caballería denominado los Rough Riders.



Es así como se da inicio a acalorados debates en el seno del Congreso, ya que además de la propuesta de construcción del canal panameño existía también la proposición de hacer lo propio en Nicaragua. Un grupo de empresarios de EE UU habían obtenido la concesión de la república de Nicaragua para construir el canal en ese país, con la ventaja, según sus ellos, de que el mismo se haría a nivel del mar y no en las inhóspitas selvas panameñas. En vista de tales acontecimientos Mackinley -Presidente de los EE UU en ese entonces- nombró una comisión para investigar las virtudes de ambos proyectos.



La Panamá Company, que inicialmente había pedido 109 millones de dólares por su concesión, reaccionó reduciendo su oferta a 40 millones y contratando los servicios de un astuto personaje: William Nelson Cromwell, quien haciendo uso de sus “habilidades” contribuyó con 60 mil dólares para los gastos de campaña del senador Mark Hanna, -senador por el partido republicano- “ganandose” así su apoyo. El senador, movido seguramente por su altruismo aconsejó esperar: “debido a la naturaleza de los animales con que estamos tratando.”



A pesar de todos estos manejos fue la naturaleza la que se encargo de la disputa cuando el volcán Motombo -en Nicaragua- hizo erupción, dejando en entre dicho la seguridad del proyecto en esa región. Sin embargo, y a pesar de que el gobierno nicaraguense negó la existencia de volcanes activos en el país, los agentes de la Panamá Company presentaron ante el senado un sello de correos donde se apreciaba un volcán en plena acción ¿campaña mediática?



Fue así como el Congreso autorizó a “Teddy”, a través de la Ley Spooner, para adquirir la concesión de la Panamá Company por 40 millones de dólares. Pero el problema no terminó allí. El 22 de enero de 1903 el secretario de Estado, Jhon Hay, obtuvo del encargado de Negocios de Colombia en Washington la firma con la cual se selló el tratado por el cual se le arrendaba a los EE UU, a perpetuidad, una zona de 16 kilómetros de ancho para la construcción del canal a cambio de diez millones de dólares, más una renta de 250 mil dólares por año. Debo aclarar en este punto del relato que Panamá era para la época en que estos sucesos acontecían, una provincia más de la república de Colombia.



El gobierno de Colombia -los colombianos siempre han sido astutos para los negocios- empezó -vistas las “bondades” del acuerdo- a darle largas a la ratificación del Tratado. La reacción de EE UU no se hizo esperar. Jhon Hay amenazó con que “algo terrible” podría suceder si Colombia se negaba a cumplir o intentaba una enmienda para el Tratado. La resistencia de Colombia molestó a “Teddy,” quien dijo a Hay: “No creo que se pueda permitir a los obstruccionistas de Bogotá cerrar permanentemente una de las rutas futuras de la de la civilización.”



En julio de 1903 se efectuó en Nueva York una reunión de “hombres de negocios” de Panamá, agentes de la Panamá Company y -cosa extraña- oficiales del ejército de los EE UU para “tratar el asunto Colombia”. La suerte ya estaba echada.



El plan era que Panamá se separara de la república de Colombia. Para esto se contactó a Philippe Banau-Varilla -radicado en Panamá- y antiguo agente de la compañía francesa del canal. No hizo falta hacer ninguna promesa ni recibir a conspirador alguno. Roosvelt y Hay se hicieron entender sin mayores explicaciones y Banau-Varilla giró instrucciones a la ya conformada Junta Revolucionaria de Panamá para que dejara rodar sus planes, con la aquiescencia, ad libitum, del intrépido “Rough Rider” de La Casa Blanca.



La estrategia fue muy simple, el gobernador de Panamá permitió ser arrestado y el almirante de la marina de guerra colombiana fue sobornado para que se marchara, -¿suena conocido?- dejando el camino libre para que las naves de guerra de EE UU impidieran el acceso de las tropas colombianas. Trescientos trabajadores del ferrocarril de Panamá e integrantes del cuerpo de bomberos formaron un grupo de milicias “revolucionarias” encabezados por el general Huertas, excomandante en jefe de las tropas colombianas –en esta heroica gesta sólo hubo dos bajas: Un burro y un chino, gracias a la impericia de una cañonera colombiana. El 4 de noviembre de 1903 se dio lectura al acta de independencia, donde el apátrida general expresó a sus compañeros milicianos: “El mundo está admirado de nuestro heroísmo. El presidente Roosvelt ha guardado su palabra.” Hay quienes luchan por la independencia de sus pueblos, mientras otros se someten gustosamente.



Cuarenta y ocho horas después el departamento de Estado de los EE UU reivindicaba el noble espíritu con el cual James Monroe había concebido la forma de corregir las desviaciones antidemocráticas de sus revoltosos vecinos continentales. La república de Panamá había nacido, producto de una “heroica” y anómala independencia. Tiempo después “Teddy” tuvo el descaro de decir: “Yo tomé Panamá.”



El épilogo de esta truculenta historia no vio su luz sino hasta 1977 con la firma del tratado Torrijos-Carter –sí, el mismo, Jimmy- donde EE UU se comprometió a devolverle el canal a sus legítimos dueños –después años de soberbia explotación- el 30 de diciembre de 1999. Cabe destacar los denodados esfuerzos de Torrijos por lograr que el canal le fuera devuelto a su pueblo. Y ayer -3 de noviembre de 2003- y como si todo lo acontecido hasta la fecha respecto a la "inmaculada" independencia de Panamá fuera poco, Mireya Moscoso, Presidenta de ese país, tuvo como invitado de honor a los actos conmemorativos a tan "heroica" fecha a Colin Powell, uno de los criminales más sanguinarios de la historia contemporánea. Mientras los latinoamericanos continuemos empeñados en seguir besando las botas del yanqui invasor jamás lograremos zafarnos de la miseria en que vivimos. Mireya Moscoso, al igual que el general Huertas, le ha vendido su alma al diablo yanqui.



Post Data: A Teddy también se le conoce por la célebre frase: “Háblales suavecito, pero enséñales el garrote.” ¿Política exterior?





Boscán B. Henry M.




















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Henry Boscán


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