En 1938, una delegación de deportistas venezolanos asistieron a los Juegos Bolivarianos disputados en Bogotá, en representación de nuestro país. El Comité Olímpico Internacional les asignó el color vinotinto para su uniforme oficial. Desde entonces, el equipo de fútbol nacional tomó dicho color para vestir a sus jugadores y si bien es cierto que la camiseta ha sido cambiada en algunos momentos de la historia, en particular durante los últimos tiempos, el vinotinto ha engalanado a la selección de fútbol de Venezuela, convirtiéndolo en el color que más pasiones levanta entre la fanaticada patria.
Dogmáticamente hablando, el vinotinto se obtiene de la conjunción de los tres colores primarios: amarillo, azul y rojo. Precisamente, los colores que revisten nuestra Bandera Nacional, el estandarte patrio que trajo por primera vez a nuestras costas el General Francisco de Miranda a la Vela de Coro el 12 de marzo de 1806. Nada más determinante entonces para conjugar todo el fanatismo, el fervor y la pasión de los venezolanos que el color Vinotinto.
Ninguna persona que se jacte de ser fanático de la selección de fútbol venezolana, puede negar que se ha exaltado, sufrido, gritado y hasta llorado con la actuación de La Vinotinto durante los últimos dos años. Sin embargo, sólo quiero resaltar que el verdadero fanático no depende de resultados para apoyar a su equipo. Así, que independientemente de lo que se logre en estas eliminatorias, debemos seguir aupando a nuestra selección hasta el final. Demostremos que aunque se diga que el color de la sangre es el rojo, los venezolanos la tenemos más oscura, la tenemos Vinotinto.
Por supuesto, como diría el comentarista deportivo Humberto ‘Beto’ Perdomo: “¡Cómo se goza ganando!”, y lo que más deseamos todos los fanáticos venezolanos es que La Vinotinto continúe cosechando buenos resultados y clasifique al mundial Alemania 2006. Yo particularmente, en dicho caso, me haría estampar una franela que rezara lo siguiente: “AHORA PUEDO MORIR EN PAZ. VENEZUELA AL MUNDIAL 2006”.
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