Despúes de los procesos de recolección de firmas por parte de la oposición y de los factores que apoyan el actual proceso de cambios en el país, y de la monumental marcha del 6 de diciembre, conmemorativa de los 5 años de la elección que llevó a Chávez al poder, es necesario hacer un alto en el camino para evaluar la situación política actual, las perspectivas del proceso revolucionario y las tareas que se presentan en el horizonte al movimiento obrero y popular, así como a las organizaciones políticas revolucionarias.
Ante la evidencia del gran fraude ejecutado por la Coordinadora Democrática, y de su incapacidad para recoger las firmas necesarias a fin de solicitar el revocatorio presidencial, queda meridianamente claro para el que honestamente quiere ver la realidad, la debilidad social extrema que hoy padecen los factores golpistas. Es un hecho indiscutible, patentizado dramáticamente en los últimos meses, especialmente después del fracaso estruendoso del paro-sabotaje petrolero, la profunda desmoralización de importantes sectores de la clase media la cual se había constituido en la base social de los partidos y organizaciones que componen la Coordinadora Democrática. Esta desmoralización es el resultado de los reiterados engaños y fracasos a los cuales han sido sometidas miles de personas que de buena fé o manipulados a través de los medios, adversan al actual gobierno. La apatía, el desinterés por movilizarse, e incluso, el desengaño, el cual ha llevado a muchas personas a pasarse del lado del gobierno, son hoy una realidad incontestable.
Todo lo anterior, de alguna manera se vio reflejado en el desarrollo de la gigantesca movilización que atravesó a Caracas de este a oeste el pasado día sábado 6. Así como nos sorprendimos con el silencio de la Coordinadora Democrática después de finalizado el proceso de recolección de firmas, que ponía en el tapete la evidencia del fracaso (si se hubieran aproximado o sobrepasado las firmas requeridas hubieran armado un sonoro escándalo), otro tanto nos ocurrió durante el recorrido de la marcha, cuyo desarrollo se caracterizó no sólo por la alegría desbordante del pueblo movilizado, sino también por la ausencia casi total de cualquier vestigio de "escualidísmo". Al paso de la marea roja revolucionaria no se oyeron cacerolas, ni pitos, ni insultos, ni nada que nos hiciera recordar los días más duros del enfrentamiento social que el país vivió en momentos anteriores, a pesar de que buena parte del trayecto de la marcha transcurrió por zonas de clase media del este de Caracas. Las numerosas caras de apoyo y vivas a Chávez, contrastaban con la estupefacción y el desgano de muchos que hasta ayer marchaban con velas y banderas negras detrás de la Coordinadora Democrática.
Pero el asunto no queda allí, sucedió algo inesperado y de un impacto psicológico extraordinario en las huestes del golpismo: el pueblo revolucionario, los trabajadores, los motorizados y jóvenes marchistas tomaron simbólicamente la Plaza Altamira, otrora bastión del fascismo. Se cayó un mito, así como sucedió con PDVSA y el supuesto carácter infalible de los gerentes de la meritocracia. Pero más allá del hecho simple pero histórico de que el pueblo colocara sus pies y desbordara su energía en Altamira, reafirmando su presencia en un "territorio" usurpado por el golpismo, lo interesante a resaltar es el significado político de este evento: ya no tienen base social para enfrentar a los trabajadores y el pueblo movilizado. La marea roja tomó la plaza y no pasó nada, no se produjo el más mínimo incidente, la Policía de Chacao presenció impávida aquel insólito hecho, hace sólo unos meses impensable. Sin lugar a dudas, la iniciativa política y la energía revolucionarias están de nuestra parte.
Las dos situaciones antes mencionadas ponen en evidencia la severa crisis por la que atraviesa la oposición golpista en el país. Sin embargo, esto no lo decimos para embriagarnos de triunfalismo y dormirnos en los laureles, por el contrario, afincándonos en nuestras victorias debemos pasar a la ofensiva y liquidar políticamente a los golpistas y fascistas, de allí que sea necesario profundizar la campaña contra la impunidad que diversas organizaciones populares, políticas y sindicales vienen desarrollando. Debemos aprovechar la debilidad relativa de la oposición para asestarles un golpe certero; es urgente acusarlos judicialmente y llevarlos a la cárcel apoyándonos en la movilización permanente de los trabajadores y el pueblo. No podemos confiarnos ni bajar la guardia, debemos continuar movilizándonos y presionar porque sean castigados. Mientras los golpistas estén libres no podremos dormir tranquilos, siempre tendremos un cuchillo en el cuello acechándonos. No debemos volver a poner la otra mejilla, ni pedir perdón ni montar mesas de negociación. Esta búsqueda constante de conciliación nos ha ocasionado graves daños. Con los fascistas no se discute.
Ya recogimos las firmas para revocar a los diputados golpistas y traidores, ahora hay que hacerlos pagar por sus delitos; lo mismo debemos hacer con los dirigentes políticos de los partidos de la Coordinadora, con los empresarios golpistas que cierran empresas fraudulentamente, con los dueños de medios de comunicación que mienten y aterrorizan, con los militares terroristas, y luego con los alcaldes y gobernadores del fascismo. Tienen que pagar con sus capitales y sus recursos económicos el daño causado a los trabajadores y el pueblo. Igualmente deben ser juzgados para que vayan a dar con sus huesos a la cárcel. Como nos decía un luchador del pueblo: "en este país cabemos todos, los trabajadores produciendo, los estudiantes formándose y los golpistas en la cárcel de Yare". Debemos sanear las instituciones de quintacolumnistas de la IV Republica y terminar de limpiar a PDVSA impulsando una Constituyente Petrolera.
Miguel Angel Hernández. Profesor de la Escuela de Sociología de la UCV y miembro de la dirección nacional de Opción de Izquierda Revolucionaria (OIR).
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