Cerca de dos millones de venezolanos firmaron, hace algunos días, para solicitar un referendo revocatorio contra el Presidente Chávez. Muchos lo hicieron sin conocer a ciencia cierta por qué y para qué firmaban. Algo similar podría ocurrir si Norteamérica logra imponer el ALCA en países –con gobernantes títeres- todavía considerados del tercer mundo o subdesarrollados, aunque estos términos hayan pasado a desuso. ¿Cómo podrían competir nuestras precarias economías frente al desarrollo alcanzado por el dueño del planeta y sus corporaciones multinacionales? ¿Cómo quedarían nuestros agricultores, nuestros artesanos y nuestros pequeños industriales? Lo más triste de toda esta cruel verdad, es que aquí en Venezuela algunos siguen ese juego y añoran con ansiedad ver a los marines instalados en nuestras costas caribeñas.
Otros ya han indicado el camino recorrido por el capitalismo desde que el proteccionismo y el librecambio se instalaron en América Latina para quedarse definitivamente. No estamos descubriendo el agua tibia.
Han pasado muchos años, pero dicen por ahí que Marx no ha muerto, y nosotros agregamos que Bolívar tampoco. El primero anunció que la historia es siempre resultante de la intervención de factores económicos, y el capitalismo es una consecuencia de la evolución en la cual el factor constante es la lucha de clases (aunque haya sido Sismondi quien habla de la existencia de dos clases sociales: la capitalista y la obrera, de la lucha de clases como base del desarrollo de la historia y del sistema capitalista como causante de la miseria humana.) A la teoría de Marx sólo le falta que la sociedad capitalista se convierta en socialista, con el dominio del proletariado como clase mayoritaria y luego en comunista o igualitaria, es decir, una sociedad sin clases. Todavía falta tiempo para transformar este ideal en realidad.
El segundo, nuestro Libertador, profetizaba acerca del papel que jugaría el Imperio del Norte en plagar a toda la América de hambre y miseria, en nombre de la Libertad.
Ninguno se equivocó. Sus pensamientos nos servirán para reivindicar su obra inconclusa. Los dos han resucitado, porque nunca murieron. Estuvieron siempre allí, esperando el momento justo. Y éste parece haber llegado.
Vientos nuevos comienzan a soplar en nuestra América y en el resto del mundo. La globalización y el ALCA son hermanos gemelos. Tienen el mismo origen y persiguen idénticos objetivos. Y contra ellos debemos dirigir todos nuestros esfuerzos. Necesitamos combatirlos desde cualquier espacio. Caso contrario, la acumulación de riqueza seguirá concentrada en pocas manos y la miseria y la destrucción del ambiente continuarán creciendo de manera alarmante.
Chávez ha sugerido un ALBA como mecanismo para enfrentar al ALCA. Bolívar, con su integración Latinoamérica, hizo el mismo planteamiento para oponerse a quien todavía no era gigante.
ALBA versus ALCA es una confrontación inevitable. Porque el enfrentamiento de hoy tiene el mismo sentido que el anticolonial de ayer: complicado, contradictorio y desigual como entonces.
Una Alternativa Bolivariana de las Américas implica el proceso emprendido por la República Bolivariana de Venezuela por la integración regional y continental, no ALCA, no FMI, sembrar el petróleo en salud y educación para todos, superar las dificultades que conlleva el paso de la democracia representativa a la participativa y protagónica, donde el pueblo sea el instrumento directo de sus propias decisiones.
Para tratar de comprender cómo no han cambiado las cosas, aunque las distancias temporales sean largas, y qué ocurriría si el ALCA y su hermana mayor, la globalización, acaban imponiéndose en América y el resto del planeta, citaré unas líneas de Claudio Véliz, referidas por Galeano en sus Venas abiertas de América Latina: “En los difíciles comienzos, cuando todavía la industria británica corría con desventaja, el ciudadano inglés al que se sorprendía exportando lana cruda, sin elaborar, era condenado a perder la mano derecha, y si reincidía, lo ahorcaban; estaba prohibido enterrar un cadáver sin que antes el párroco del lugar certificara que el sudario provenía de una fábrica nacional.”
Eso ocurría mientras Inglaterra organizaba un sistema universal y se convertía en la prodigiosa fábrica abastecedora del planeta: del mundo entero provenían las materias primas y sobre el mundo entero se derramaban las mercancías elaboradas.
Eso ocurre ahora sin ALCA. Preguntémonos: ¿qué sucedería si ese perverso mecanismo de libre comercio llegara a instalarse definitivamente en esta parte del continente? ¿Acaso nuestros ciudadanos, que no son ingleses, correrían con una suerte parecida a la del pobre aquél que le cortaban la mano o lo ahorcaban con la bendición del digno representante de la iglesia? Seguramente no nos cortarán ninguna mano ni nos pondrán alguna soga al cuello, pero seguramente nos moriremos de hambre más rápido, acabaremos hablando inglés, sustituyendo definitivamente nuestra arepa por una hamburguesa de Mac Donalds, matándonos entre hermanos si el Plan Colombia surca nuestras fronteras y nuestro continente acabará formando parte de un gran protectorado norteamericano.
Estamos obligados, desde Mérida, Venezuela y América Latina, a concluir los sueños de nuestros libertadores. Necesitamos vencer, diría Ribas. Necesitamos que otras voces, no sólo las de quienes se reúnen en conferencias, congresos y cafetines, otros hombres y otras mujeres se hagan eco del pensamiento bolivariano para impedir la instauración de un acuerdo que jamás será de libre comercio.
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