Barack Obama nombra Secretaria de Estado a Hillary Clinton, como quieren los lobbies. Un iraní mira feo a un israelí y los Estados Unidos arrasan a Irán, cual prometió doña Clinton si alguna vez Irán agredía a Israel. La dama se impacientaba con Bush porque este aplicaba la vía diplomática con Irán y lo conminaba a comenzar ya el holocausto, con bombas atómicas.
O bien Obama nombra secretario de Estado a Noam Chomsky...
En fin, entre esos dos extremos se debate calladito el nuevo Presidente. No le arriendo la ganancia, porque lo están cazando la izquierda, la derecha y el centro para ver cuándo y dónde se resbala para destrozarlo política y quién sabe si físicamente, en un país donde los presidentes son cacería menor.
Como es estadísticamente probable, no será ni uno ni otro extremo, sino un entretejido complejo de opciones, marchas, contramarchas, en-sayos, errores, aciertos, disparates, genialidades. O tal vez sea un cami-no gris en que no sobresalgan aristas.
Esto último sería una obra maestra en un campo minado como lo es este mundo que nos ha dejado Bush y le ha dejado a Obama en herencia emponzoñada. A esta altura de un juego que ni siquiera ha empezado, en que no sabemos ni siquiera el line-up sino apenas el manager, no es posible hacer conjeturas siquiera razonables.
Pero algunos atisbos caben.
No la tiene fácil Obama, al menos eso es obvio. Se estrella sobre una crisis que unos llaman financiera, otros económica y los más ni siquiera osan darle nombre y menos apellido. Se desbarranca sobre un Medio Oriente convertido en un infierno peor que el que dejó Clinton. Se cuen-ta que cada vez que Clinton tenía un rollo de faldas, Hussein mandaba a preparar las baterías antiaéreas, porque venía un bombardeo seguro, para transformar en devastación un escándalo de alcoba. Ahora es peor. De Iraq, como dijo Fidel, no pueden irse, pero tampoco quedarse. Igual Afganistán. Uno siempre piensa que gente que maneja un ejército como el gringo tiene un mínimo de habilidad, que se ha leído y anotado su Sun-Tsu y su Clausewitz, pero obviamente estos no. El desastre es candidato a ser el mayor de la historia humana conocida.
Pero no pensemos en lo que hará Obama, sino en lo que haremos no-sotros el domingo.