Como a otros
de su misma estirpe el actual Imperio lleva sobre sí profetizado el
destino de su propio ocaso, y es ahora cuando comienzan a darse las
verdaderas señales de su irrefutable final. Un nuevo Vesubio se haya
a las puertas del mundo que conocemos, la Pompeya de nuestros días
se encuentra en el epicentro de su anunciado hecatombe.
Lo que se creía
imposible tiene a todo el mundo dando carreras y sacando cuentas. Solo
el Sur comienza a ser el Norte de nuestra única promesa de mañana.
En este sentido Venezuela a tiempo ha podido reconocer el “crujir”
de un modelo financiero que antes de acabar con el mundo terminó consumiéndose
a sí mismo.
Las recientes
elecciones llevadas a cabo en los Estados Unidos indefectiblemente así
lo convalidan. El tiempo y la urgencia de los cambios nuevamente comienzan
a impulsar y lubricar los engranajes de las revoluciones en el mundo.
Otro modelo de convivencia y existencia en el mundo ya no solo es necesario
sino impostergable.
En Venezuela
este 23 de noviembre por primera vez la Oposición se ha quedado huérfana
de sus umbilicales y testimoniales referentes del otrora. Por su incondicional
y profesada dependencia a un modelo francamente fracasado y en plena
agonía, de ganar algunas Gobernaciones y Alcaldías estratégicas hoy
es cuando esta irracional forma política se torna aun más peligrosa.
Todos, y sobre
el gobernador del Estado Zulia, deben el poco o mucho reconocimiento
que hoy tienen del pueblo, al resultado que ha tenido el gobierno del
presidente Chávez en materia económica. Para los difíciles momentos
que se nos avecina obligado es que los planes de gobierno regionales
correspondan a una estrategia nacional que nos permita enfrentar y soportar
la crisis de manera concertada y visionaria.
La mediana
popularidad que mantiene Manuel Rosales en la región exclusivamente
se debe al haber recibido el presupuesto más alto de toda Venezuela
y su historia. Y aun así, a pesar de que el gobierno nacional ha tenido
que necesariamente invertir considerables sumas en salud, educación,
seguridad, vivienda y otros, alega desvergonzadamente que el dinero
no le ha sido suficiente.
Manuel Rosales
en el Zulia refleja la misma nefasta irresponsabilidad de aquellos siniestros
personajes que desvergonzadamente han condenado a la miseria a millones
de norteamericanos. Personajes acostumbrados a servirse y disponer del
erario público como rufianes de baja calaña, comprando e invirtiendo
sumas poderosas para que su imagen proyecte honorabilidad. Personajes
que suelen mantener las maletas listas y sus riquezas en el extranjero,
de manera de embaucar a quien fuese necesario con tal de dar libre rienda
a sus pueriles y mezquinos instintos.