Comencemos por una pregunta prospectiva: si llegásemos "a las manos" en nuestro país, ¿qué sería lo primero que se diría de ello en el exterior?
Entorno a esta pregunta no podremos dar muchas vueltas: se diría, simple y llanamente, que Chávez está masacrando a las masas, y que se impone una intervención internacional inmediata. La cuál, para variar, estaría liderizada ya sabemos por quién. Obviamente una guerra civil sería para algunos algo más que un regalito...
Tengamos por seguro que gracias a la atroz y permanente campaña de desprestigio que opera en el extranjero en contra de la gestión y persona del presidente Chávez no habrá otra respuesta que la de una inminente intervención.
Así que... compatriotas, mucho cuidado con "irnos a las manos". Por mucho que la provocación de la oposición supere los límites de lo tolerable, pensémoslo dos veces: una intervención extranjera significaría el fin de nuestro proceso. Por supuesto que lucharíamos hasta la muerte por él, pero el mismo volvería, en términos materiales, a su prehistoria, y eso no nos conviene.
Es el momento de usar la inteligencia, no hay que caer en la trampa. Dejémoslos que se desboquen en su impulso, y que el mundo los fotografíe en su aparatosa caída. No pelemos los dientes ni mostremos nuestras justicieras garras: no es el momento de utilizarlas. La estrategia tiene por el momento que ser otra. Contengamos serenamente nuestra posición, en silencio.
Dejémosles el ruido, no seamos parte de su escena, ni siquiera del decorado de la misma. Ante una gigantesca feria de cámaras (las suyas propias), quedarán al descubierto!
Pero, ¿seremos capaces de contenernos? ¿Podremos actuar en bloque, esto es, en forma coordinada, como un solo cuerpo?
De ello depende la eficacia de la estrategia. Depende, ante todo, de una indispensable unidad en la acción por parte de nuestra colectividad. La cual debe estar clara (como ha de estarlo sin duda) respecto a sus intereses.