Se vendió por poco. Poco valía. Al tipo lo metió en la cárcel Rafael
Caldera por preguntar cuánto valía un juez, sin plantearse que su propio
plato de lentejas iba a ser mucho más rastrero. Lo metió en la cárcel
Caldera por decir muchísimo menos de lo que ha vomitado contra el pueblo,
contra Chávez. Llegó a la Constituyente por la mano de Chávez, y luego lo
traicionó, de allí en adelante comenzó su venta como una puta. De tanto
venderse, de la noche a la mañana nos encontramos con que se ha convertido
en el orondo jefe de una banda a donde acuden los “sesudos” hijos de perra
de la intelectualidad nacional. Montó el tío una tapadera de lujo con ese…
¿partido?, cuyo nombre se lo apropió de un hermoso grupo musical.
¿Cuánto te pagó por eso la CIA, William?
¿Cuánto te pagó para que ahora andes en cuatro mano, de Jinetera en
Jinetera, como la más depravada de todas?
A ese garito de su partidillo, acude el miserable Pedro León Zapata a
brindar las bellas elucubraciones humorísticas de sus lacayadas. Acude la
“Gente de Petróleo” a mostrar sus ancas y sus becerradas. Acude la
Coordinadora en pleno a pedir sangre y muerte. Se dan seminarios, charlas,
debates y brindis, brindis muy buenos. Porque William está feliz porque ha
debutado en sociedad (suciedad) y lo miman en la Alta. Lo aplaude Corina
Machado, y lo besan los Mendozas. Se entrega fácil cuando lo llevan a
Globovisión para que delire contra el “tirano”.
William aprendió a sacarle con ganzúa mucha plata a la CIA, superando en
trapacerías a todos los jueces que denunciaba.
Tú sí sabías, William, cuánto vale un juez.
Además se codea con el Manuel Cova y Coba, con Gimoteo El Zángano y los
pimpinelas amariconados de Primero Ajusticia.
Fue vergonzoso y horrible verle correr como a un canalla, perseguido por
esa gente indignada, a la que él no se cansa de ofender cada vez que se
luce en pantalla. Con la camisa hecha jirones, mostrando sus carnes
blandas, su horror de bestia recién montada. Fue horrible, horrible,
deprimente, y aún así pretende seguir siendo un gran dirigente, al que los
escuálidos aman.
Pues bien, un William Ojeda Vale lo que vale la Ramera en Alud, ni más ni
menos. Vaya.