La incógnita sigue siendo la misma ¿por qué la oposición no quiere reparar? Todavía tienen chance de meterse un caletre, de contratar un profesor que les explique o de estudiar, sencillamente. Pero en lugar de eso ahora quieren convencer al país de que “no pueden” presentar el examen. Las razones son varias: incapacidad física, enfermedad, edad avanzada, etc.
Esto querría decir que en Venezuela hay un millón y pico de personas con algún tipo de discapacidad y que encima todos son de oposición. Si hubiésemos aceptado la propuesta de la OEA sobre la muestra habríamos tenido que contratar estadísticos de Marte para que explicaran el fenómeno. En esa vorágine opositora hemos visto múltiples manifestaciones de inconformismo. La que más nos ha llamado la atención es la forma en que protestan estos compatriotas. La principal característica es que se mantienen en el este, lo que, ya lo sabemos, comprueba el carácter “clase mediático” del asunto. Cuando vemos en “vivo y en directo” sus acciones nos acordamos con sorpresa y con cierta nostalgia de lo difícil que resultaba hace unos años hacer cualquier escaramuza. Para conseguir un cauchito costaba Dios y su ayuda. Y ni qué decir de abastecerse de un litrico de gasolina, pues, como buenos izquierdistas pelabolas, el vehículo era una cosa rarísima en nuestras filas.
Ahora uno ve con cierta sorpresa, y hasta con envidia, qué fácil es armar un lío. Visto por la televisión, no inventamos nada: A la plaza Altamira llega un camión 350 cargado con los pertrechos materiales y los humanos. Con la “vanguardia”, pues. Mientras, el periodista va anunciando lo que vendrá “ahorita está tranquilo pero ya vemos como se está preparando todo para lo que promete ser otra batalla campal”. Es decir, “vengan muchachos a protestar que ya llegaron los insumos. Tienen media hora más de sueño, no se afanen”.
Además de toda esta comodidad, todo ese confort, está la actuación de la policías municipales. Toda esta “preparación” viene acompañada de la mirada cómplice de los gendarmes del “orden” de Chacao, Baruta y El Hatillo. Mientras tanto los vecinos de estas sectores, anti chavistas o no, sienten que viven en un ghetto, que están a la merced de una cuerda de zagaletones sin oficio, absurdamente desprotegidos.
Y es que la oposición todo lo quiere papita: directo, masivo, vía satélite, pasar sin estudiar, quemar cauchos pero que otro prenda el fósforo, mascarilllas antigas, armas largas y aplausos tras sus acciones. ¿La Guarimba? No, La manguangua.
*Periodista
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