Tender puentes

En estos días se viene oyendo hablar mucho de “tender puentes”, para referirse a un posible acercamiento entre el Gobierno y los ¡y que representantes! de la ¡y que oposición! lo cual me recuerda al famoso Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, allá por el siglo XV, a quien se le atribuye haber dicho “Al enemigo que huye, puente de plata” con lo cual, como es fácil de entender, quería decir que era preferible no tener ninguna baja, a la vez que igual se lograba la victoria, facilitando la huída al enemigo que se batía en retirada.

Ante este rumor de tender puentes a la ¡y que!, no estaría de más responder las siguientes preguntas:

  • ¿se sentaría usted a jugar cartas con un tahúr que siempre lleva cartas bajo la manga?
  • ¿Daría usted la mano a un individuo que mientras lo saluda le aprieta su mano a fin de impedir que la use para defenderse de la suya que tiene tras la espalda con un cuchillo listo para clavárselo?
  • ¿Negociaría usted con alguien que no está dispuesto a ceder en nada y en cambio exige todo?
  • ¿Haría usted alguna negociación con una persona cuya palabra carece absolutamente de valor?
  • ¿Negociaría usted con alguien que reiteradamente está mintiendo, poniendo en duda o desconociendo la posición que usted tiene frente a él?

Si alguien contesta SÍ a cualquiera de estas preguntas, a sabiendas de que las afirmaciones que se hacen en las anteriores respecto a las personas no son meras suposiciones y su semejanza con los ¡y que! de la ¡y que! no es mera coincidencia, sino la absoluta realidad, entonces ese alguien estaría en la misma posición del gobierno si éste llegara a desconocer estas realidades y, contraviniendo los dictados del sentido común, fuera capaz de “tender un puente” sobre el abismo que lo separa de la ¡y que! permitiendo de ese modo su penetración, emplazamiento y hasta, como teme una colabora de esta página, M.C. Valecillos, la liberación de algunos de sus miembros que se encuentran sometidos a proceso, pues entonces el propio Gobierno corre el riesgo cierto de no poder volver a poner en su sitio allende “el puente” a esos incómodos personajes una vez fracasadas las conversaciones. Es bueno recordar cómo los Troyanos se metieron un auto gol al meter el caballo de los Danaos dentro de las murallas de su ciudad, porque “después del ojo sacao, no vale Santa Lucía” y, de repente, ya no voy a poder seguir escribiendo estos artículos y, menos aún, finalizándolos con un NO VOLVERÁN.


lostienelocos@intercable.net.ve


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Ño Leandro


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