Los negros y recogelatas por el Oeste y los blancos turbios y amulatados recién llegado del Norte por el Este. Los primeros llenos de ardor patriótico y de sueños bolivarianos porque no tienen a dónde irse, y los del Este abrumados por el abatimiento y el pánico, comprando dólares y armas.
Unos confiados en el espíritu de Bolívar y los otros en el de Bush, en el de la OEA o de la CIA. Los del Este que se la dan de humoristas parecen que andan temblando haciendo prácticas de tiro al blanco, y protegiéndose con alambres púa. Como si fuera suficiente. Como si a Pérez Recao le hubieran servido de algo los arsenales que tenía y el montón de guardaespaldas que prestó a los liberales de Carlos Ortega y Carmona.
Siempre fue así: Gran parte de nuestra clase media y alta piensa de la barriga para abajo, en sus carros y en sus casas y en sus cruceros y paseos de verano, en la mano invisible que estafa y esquilma a los cobres a los pobres. Piensan en sus cuentas y en sus negocios, y miran llenos de recelo y de terror hacia los cerros de Caracas.
Le tienen asco a los cerros pero no se enteran, o no quieren enterarse, que fueron ellos quienes los procrearon. Quieren lavarse las manos hablando de derechos humanos cuando no tienen pizca de amor por nadie sino por sus dólares, propiedades y privilegios. ¿Quién ha visto alguna vez a Liliana Ortega en un cerro de pobres durante las cruentas represiones de los adecos y copeyanos? ¿Es que realmente esta dama de la burguesía ha subido alguna vez a un cerro de la capital?
Yo recuerdo que bajo los regímenes de la Guanábana a William Tarek Saab se la pasaban deteniéndolo por meterle el pecho al asunto de los derechos humanos. Pero la señora Liliana no creo que se haya metido tampoco en una cárcel.
Cuando la pequeña burguesía tuvo el poder con adecos o copeyanos, los presos se calcinaban en las cárceles. El jesuita (siempre hipócritas, los jesuítas) Rafael Caldera decía que rezaba públicamente por el Papa y el Rey Juan Carlos, y nunca lo hizo por un pobre diablo o por un preso venezolano. Cuando la burguesía tuvo el poder, en Caracas cundió la miseria más despiadada, y sin control, y se fueron llenando los cerros de gente colmada de enfermedades y de llagas morales. Entonces, en lugar de resolverles sus problemas de la vivienda y del desempleo se les echó plomo, y se les metió en la cárcel, y se les llamó la canalla.
El sector del 23 de Enero fue un emporio residencal de orden, de limpieza y organización social cuando el dictador Pérez Jiménez lo entregó a las clases pobres. Allí no había un solo ladrón, ni se protagonizaban escándalos, y era una delicia compartir aquellos primeros años de vida en esta urbanización. Yo la conocí recién inaugurada y pasé una temporada entre sus gentes. Había parques, comercios, amplios estacionamientos y zonas verdes. Se llamaba 2 de Diciembre. Apenas llegó la democracia, los adecos con su característico odio hacia los comunistas, porque allí había ganado el gallo de Gustavo Machado, la declararon de ipso facto zona roja, y más nunca se ocuparon de sus servicios.
Sí, adecos y copeyanos de cuando en vez se acordaban, durante las jaranas electorales de medio acercarse a estos barrios, y todo para sacarles el voto mediante ganzúas y triquiñuelas. Como el show aquel que montó un día Eduardo Fernández diciendo que iba pasar una noche en un rancho de Petare, y lo que hizo fue tragarse un montón de tranquilizantes que ni supo dónde carajo lo habían metido.
Y fue así como los cerros acabaron por volverse zonas rojas, porque se pensaba que en ellos sólo había malandros, locos, asesinos y monstruos. Fue así como quedaron siendo lugares sólo para el refugio de los que no tenían país ni justicia ni derechos humanos. Y la única esperanza que le quedaba al que allí nacía era volverse delincuente. ¿Qué coño pueden saber Liliana Ortega y el Elías Santana de Derechos Humanos? Sandeces. Todo el que nacía en un barrio no era venezolano sino delincuente. Y este delincuente llevaba un amargo sabor de venganza en los labios, y sabía que para sobrevivir tenía que buscarse un arma, y unirse a alguna pandilla. El que buscaba defenderse con un trabajo e instalaba un tarantín, de inmediato el mote de desadaptado y marginal era la marca con que más se le definía.
Ahora ese gran fardo de penas, durante el gobierno de Chávez, ha estado bajando a la ciudad en busca de sus derechos y de un espacio. Ese inmenso sector humano ha bajado para competir por un espacio y para exigir que se le escuche y se le atienda, y de la manera como lo está haciendo: pacífica. Y la realidad de Venezuela exige que esta gente sea oída, respetada y atendida en sus reclamos, y si los ricos comerciantes se ofenden, y se sienten afectadas por esta competencia que se ha instaurado con la buhonería, que se vayan, que busquen otro refugio. Pero si son venezolanos, deben comprender que esta gente pobre también tiene sus derechos. El rico al fin y al cabo puede irse a Miami, o volver a su país de origen (Italia, España, Líbano) donde la seguridad social ha ido ganado grandes batallas.
EL LARGO VERANO DE LA BURGUESÍA
Pero ya en julio ni en agosto caerá Chávez porque los ricos tienen que veranear en Miami o Europa, y los gorilas de Carlos Ortega y Alfredo Ramos también quieren otro tipo de vacaciones. Andarán en otra cosa, digo los ricos y los maulas de la CTV, visitando tascas y parques de Disneylandia. Celebrando hasta la madrugada. La guerra, pues, volverá en septiembre. No será como en España, donde la guerra civil comenzó un agosto, cuando Franco movilizó sus fuerzas desde Ceuta, en un empuje feroz contra la República.
Se irán de viaje los jetas, barrigones y calvos de Voces de Libertad. Dejarán sus ruidos y alarmas las Vacas palaciegas de la tele. La Sociedad Civil estará de juerga o de reposo, quemando sus ricas carnes en la Costa Brava o en la Costa del Sol. Los eternos mantenidos de la CTV cambiarán sus porras y cabillas por retiros en sus casas de playa o de campo. El negro Claudio Fermín volverá a ponerse su pantaloncito corto y blanco de jugar al tenis, y procurará mejorar los tonos altos y bajos de su voz de locutor. Zapata seguirá en sus hormas, haciendo sus bazofias o fantoches que lo retraten tal cual es. Los patiquines de Primero Justicia seguirán bebiendo Coca Cola. El traga truenos de Marín hundido aún más entre sus chinchurrias y morcillas.
Mis deseos francamente son que todos esos carajos a toda vela se vayan y nunca más vuelvan a Venezuela.
Ese es todo el relajo que estremece a este país, unos chirigotas del estatus que en verdad no llegan a la condición moral de los chicanos o de los pachucos californianos. Fue esa generación de nuevos ricos que surgió durante el boom petrolero del primer período de Carlos Andrés Pérez, y que cambiaron el cazabe con papelón por la arepa con caviar. Que de cerveceros o bebedores de ron muchos se pasaron al whisky, que resultaba más barato. Una Venezuela de golilleros, en la que FEDECÁMARAS puso su granote de arena para que el país se endeudara más allá de todos los calcañales. El país por aquella época adquirió una espantosa deuda externa, pero sin embargo salieron tremendamente ricos de este trauma los Cisneros, los Mendoza, los Zuloagas, los Tinocos.
LAS MISERIAS DE LA CLASE MEDIA
Un considerable sector de la clase media y alta de Venezuela es la menos dotada de materia gris de toda Latinoamérica. No tienen pensadores sino alarmistas y brolleros, carecen de patria, y la medida de sus deseos, ilusiones y pasiones es el confort que disfrutan los gringos acomodados. Un representante de la clase media o alta venezolana es aquel que todo le huele mal en su propio país, y vive haciendo comparaciones de cómo se hacen las cosas en el Norte, de que modo que tan admirable es todo por allá donde se respetan las leyes, y qué limpias y organizadas son las instituciones en esos maravillosos países. Pero no se enteran de los propios desafueros que ellos entre nosotros cometen y que allá en el Norte no se les perdonarían. Estos son los personajes que cuando viajan a Estados Unidos o Europa y sus niños tiran un papel en la calle, le espetan: ¡Oye¡, ¿qué haces?, ¡acaso crees que estás en tu país!.
Pero aquí hay que permitirles de todo en nombre de esa libertad que conocen en otros pueblos, y por la que por su propio país no han hecho ni quieren hacer absolutamente nada. Aquí promueven el derrocamiento de un gobierno elegido por la mayoría y que mantiene a pesar del más espantoso ataque interno y externo una alta popularidad. Aquí se permiten declarar que están colaborando con bandas armadas, que allá en el Norte o en Europa un juez los habría metido tras rejas. En este país se vuelven golpistas, inventan con harta jeta y mayor cara cuanto pueda desprestigiar a Venezuela. Creen que estar a la moda es ir contra Chávez porque este es negro y tiene el pelo malo. Porque Chávez no tiene la falsa educación que ellos se gastan en sus salones.
Dicen ser demócratas pero, insisto, no respetan la decisión del pueblo que en más de un sesenta por ciento apoya al actual presidente.
Dicen ser demócratas y antimilitaristas pero se unen a los hombres de charreteras para dar un Golpe.
Dicen ser civilistas y pacifistas pero viven echando mano del terror por internet para desquiciar a los ciudadanos.
El 11-A, con el apoyo de francotiradores que asesinaron adrede a su propia gente, intentaron llegar a Miraflores para colocar en el trono a unos trogloditas como Carlos Ortega y Carmona Estanga. Ahora andan en otra de desestabilización diciendo que llegarán a Miraflores y no se irán hasta que el sátrapa de Chávez se vaya. No saben lo que es un sátrapa, pero no importa, el gordo Marín ha dicho que es un sátrapa y entonces sus hordas y las de Carlos Ortega y Alfredo Ramos deben mover el culo.
Llevan tres años de pertinaces y cruentos inventos y desasosiegos, de malvadas tensiones y escabrosas patrañas artificiales: Han sido derrotados en todos los terrenos, y persisten en sus desquiciados actos de llevar al país al caos para rescatar sus privilegios.
Llevan tres años chillando que el presidente está a punto de caer, que se va, se va, que de tal día no pasa, y en estas perfidias y miserias viven que no trabajan ni nunca lo han hecho ni dejan trabajar; que no piensan ni nunca lo han hecho ni dejan pensar; que nada saben porque jamás han estudiado, ni han tenido disciplina ni organización ni respeto por nada.
Pero allí están erguidos y jorobando cuanto puedan. Descalabrando la economía, porque como ellos no producen un carajo y están becados por la CTV o FEDECÁMARAS. ¿Cómo es posible que sea FEDECÁRAMAS la que lleve la batuta del desorden de nuestra economía, hablando de paros, promoviendo huelgas, aliándose con conspiradores y ahora con una campaña de saboteo para que no se paguen impuestos? El presidente de FEDECÁMARAS, un connotado conspirador, no hace sino persistir en la guerra contra la República con sus majaderías, con sus sandeces partidistas y sus planes para reactivar la conjura contra el gobierno.
En nombre de la paz y del diálogo nacional hay que dejarlo tranquilo. En nombre de los derechos humanos que anda balbuceando el dúo de Elías Santana y Liliana Ortega hay que respetarle su befa y sus miserias. Este Carmonita II junto con los gorilas de la CTV son los que han hecho disparar criminalmente el dólar. Son los padres y procreadores de los perritos de la guerra que están vendiendo armas como pan caliente en el Este.
Se les han descubierto todas las tramas y enredos en donde hasta al Cristo lo cogieron y lo colocaron al frente de sus banderías y proyectos. Hicieron que la Iglesia formara parte de sus comparsas criminales, donde lo que han hecho es traer muerte y angustias, pobreza y criminalidad, maldito sea. Se llaman dirigentes de los empresarios o de los trabajadores y no hacen ni lo uno ni lo otro sino procurar la tumba donde nos quieren sepultar a todos. ¿Cuándo en sus vidas Carlos Ortega o el Alfredo Ramos han movido un dedo para producir algo bueno y positivo para este país? ¿Cuándo alguien les ha visto realmente trabajar (que no sea trabajarle la paciencia a sus congéneres)? Qué sarcasmo.
Regaron por el mundo que Chávez nos quería cubanizar y que éste tenía dentro del ejército a más de trescientos espías cubanos. Para ello sobornaron a un pobre diablo y cuando el pobre diablo confesó su farsa, siguieron en los saboteos, en las alarmas, y continuaron y continúan con sus pérfidas invenciones.
Inventaron que Chávez conocía profundamente el desastre que iba a pasar en Vargas, pero que lo calló criminalmente, por desidia, porque es un tunante y un psicópata que sólo busca la destrucción de su pueblo. Otros pueblos en Europa o Estados Unidos sufren desastres naturales, pero aquí Chávez tenía que preverlo y conocerlo muy bien con tres o cuatro días de antelación, y sacar a un cuarto de millón de personas en lo que espabila un loro loco. Y en lugar de ayudar a paliar la tragedia, estos mafiosos de la conjura lo que hicieron fue sabotear la reconstrucción de Vargas por cuanto medio tuvieron a su alcance.
Después armaron el show con el guerrillero Ballestas, el secuestrador de un avión colombiano, que si le habían encasquetado un tobo porque no era él sino que los habían suplantado para protegerlo; lo quisieron hacer aparecer como un personaje al servicio del gobierno. Y de este escándalo a la siembra de Vladimiro Montesinos en Caracas por parte de un grupo de terroristas de la comunicación. Luego los videos sobre acuerdos entre guerrilleros colombianos y miembros del llamado oficialismo. Más tarde que estaba en alianza con terroristas árabes, y que se nos iba a llenar el país de refugiados afganos. Que algo tuvo que ver Chávez con la destrucción de las torres gemelas en Nueva York porque aquí se refugiaban capitales oscuros de células y comandos palestinos.
No hay un solo día sin un escándalo que no importa que muera sin explicación alguna, sin retractación alguna por quienes los inventan, que ya mañana tendremos servida otra vez la mesa de los crímenes imaginarios de la prensa y de la televisión. Que yo he de confesarlo, llevo meses que no compro sino La Razón, y que no veo ningún canal privado: Ni a Globovsisión, no a Televen, ni RCTV ni mucho menos Venevisión. No los veo ni me importan lo que digan o difundan los caraduras de los moderadores de sus programas de opinión.
Y me alarma, que siendo este un sentimiento tan generalizado en la población que respalda a Chávez, se presten para salir en sus pantallas, y formar parte de las trácalas montajes que les urden tras bastidores, miembros de su gobierno, miembros del MVR.
Todas las denuncias contra los poderosos Generales que llevaban tan cantante y tan joconudamente Ybéyise Pacheco, Marianela Salazar, Marta Colomina y Patricia Poleo, sobre la corrupción en el Plan Bolívar 2000, cuando se rebelaron estos generales comprometidos en dicho Plan contra Chávez, sorpresivamente fueron convertidos por estos mismos comunicadores en héroes de la libertad. ¿Entonces para qué va a leer uno o escuchar comentario de esta gente?
Así se ha destruido la libertad de expresión, la credibilidad periodística en este país.
¿DÓNDE ESTÁN LOS ALZADOS?
¿Qué fue del Coronel Pedro Soto, al que jalonaron tanto por los calzones para montarlo en una tarima en Plaza de Altamira? Y que lo llevaron a la Casona como gran prócer de la libertad. Pedro Soto estaba en la gloria sintiéndose un magistral líder de la oposición al lado de William Dávila Barrios y Alfredo Ramos. Eran los tiempos del pre-Golpe, cuando goteaban los alzamientos para dar paso al preconcebido genocidio mediático del 11-A, con francotiradores traídos de Estados Unidos y El Salvador.
Se pronunciaban estos altos oficiales y después se les enfriaba el guarapo. Se iban a Miami a descansar.
Después siguieron otros como el de Molina Tamayo y el de González González que hoy ni pío dicen. Esa era la gente a la que se plegaban incondicionalmente gran parte de la clase media y de la alta por el sólo hecho de querer sacar a Chávez del poder. Y así por el estilo actúan en casi todo lo que hacen.
Cuando esta gente pierde elecciones el país ya no es más de ellos, nada de lo que haga el sector oficial vale la pena, y entonces emigran. Es cuando Estados Unidos se les representa como la gloria suprema de la libertad y del progreso humano. Y suspiran imaginado, como la hace Napoleón Bravo y Ángela Zago que lleguen los marines y nos aplasten con sus botas y sus portaviones.
Entre nosotros, Napoleón Bravo, Ángela Zago, Pedro León Zapata, los Oteros, Douglas Bravo, Domingo Alberto Rangel, Américo Martín, pasaban por ser tipos de izquierda. Todo era un montaje. Andaban escandalizando para ver quien les compraba, quién les daba un espacio para afianzarse como lo que realmente son y han sido siempre: farsantes. Y no aguantaron mucho. A las primeras de cambio se despaturraron y se abrieron sin resistencia alguna como una patilla que se hace añicos contra el pavimento. Y para algo también ha servido Chávez es para que todas esas máscaras se hayan caído de una buena vez; esas máscaras de las que hablaba Ángela Zago diciendo que bien pudo haber sido el 4-F, un martes de carnaval. Ella fue una de las que se la arrancó, y le hemos visto además de sus descomunales témporas, sus agallas.