¿Por qué seguir consumiendo arroz blanco?

Ante la hegemonía agroempresarial retomemos nuestros quehaceres alimentarios históricoculturales

     Nos encontramos ante otra coyuntura alimentaria nuevamente creada por la voracidad especulativa del sector agroindustrial. Y es lógico, defienden su visión de mundo, sus ganancias, sus mercancías, su agronegocio, sus antivalores, sus trampas, lo que nos han impuesto, su hegemonía. Lo que no puedo comprender es cómo desde posiciones gubernamentales y sectores sociales claves que apoyan el proceso, sólo se limitan a la simpleza de sentenciar “el arroz no es una mercancía” y se disponen a defender el consumo de la misma mercancía que supuestamente combaten. En el caso del arroz blanco, que es la mercancía impuesta por el agronegocio, hacemos todo lo posible por mantener su acceso (intervención de plantas, decomisos, etc.), con lo cual estamos de acuerdo, pero sin detenernos a reflexionar qué mercancía estamos defendiendo, no llevamos la discusión más allá, por lo que reproducimos el vasallaje alimentario.

     En la coyuntura del arroz al igual que el maíz, debemos avanzar en desenmascarar y cuestionar los desarrollos científicos técnicos ensamblados desde la hegemonía capitalista eurocéntrica y desarrollista, con su lógica de máxima acumulación, ganancia, y sus correspondientes hábitos alimenticios, patrones de consumo, etc.

     Hemos discutido acaso ¿Qué es el arroz blanco?. Pues les cuento a grosso modo. El arroz es producido y cosechado por los llamados productores en el campo, a quienes la agroindustria les paga por entregarle su producción, convertida en materia prima para los agroempresarios (privados o sociales). En la agroindustria (privada o social) el arroz con concha es desprovisto de la misma y se obtiene el arroz tosco marrón claro llamado “integral”. De allí pasa por un proceso de pulido, dónde se elimina esa capa o cubierta de color marrón,  obteniéndose el arroz blanco, por el que la agroindustria y el marketing nos ponen a delirar. Este grano blanco es esencialmente carbohidratos (almidón). La capita marrón eliminada es parte del endospermo del grano, la cual es rica en proteínas, fibra y vitaminas sobretodo del complejo B. Este subproducto proteico y fibroso es mayormente vendido para la elaboración de otras mercancías de consumo humano y a la agroindustria de los ABA (alimento balanceado para animales privados y sociales) como pulitura de arroz, harina de arroz, etc.

     Para los agroempresarios capitalistas la idea es extraer la mayor utilidad posible por medio de la fragmentación de los contenidos nutricionales de las materias primas. Como se verá la lógica capitalista la seguimos reproduciendo al defender las mercancías Primor, Mary o de cualquier marca que igualmente se distribuyen a través de la red alimentaria del gobierno. Y esto es exactamente lo que está replicando la revolución con la adopción de una política de enfrentar el oligopolio privado con la construcción paralela del mismo modelo y complejo agroindustrial. Se calcan los paquetes tecnológicos exógenos con los mismos patrones de consumo, la división social del trabajo (productores-procesadores), con igual cadena agroalimentaria y el mismo producto de la agroempresa capitalista desprovisto de nutrientes. Lo único que varía es la propiedad social.

     Para ponerlo más claro es como que si en cualquier momento Mc Donald crea un desabastecimiento de sus productos, le hagamos la misma red paralela de hamburguesa Mc Simoncito, pero de propiedad social.

     En el socialismo lo que producimos para comer debería ser para nutrirnos, que es la verdadera satisfacción de las necesidades de los seres humanos. Es decir producir alimentos sanos que contengan la mayor carga posible de nutrientes (proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas, minerales); en concordancia con nuestra cultura y provenientes de nuestras condiciones agroecológicas; y no producir materias primas para satisfacer la demanda de producción de las plantas alimenticias.

     Desarrollar una política de concientización para la retoma de nuestros hábitos alimenticios y patrones de consumo históricoculturales, basados en nuestras condiciones agroecológicas tropicales, es la tarea titánica que a mi modo de ver, debemos profundizar en cada coyuntura alimentaria, pues implicaría un proceso de ruptura con la hegemonía que nos impone el consumo de sus mercancías.

     Iniciar un estudio minucioso de los quehaceres populares alimentarios tanto en el campo como en la ciudad, que sirva de fuente teórica para la construcción de lo constitucional. Por ejemplo cuando vemos qué hace nuestro pueblo desde la resistencia cultural con el arroz (aún cuando es un cultivo introducido), observamos que nuestra gente siembra, cosecha, procesa, pila el arroz para liberarlo de la concha y el producto obtenido, llamado “arroz integral” es lo que consume, de modo que ingiere la mayor cantidad de nutrientes posibles. Aquí están sucintas las enseñanzas para la construcción del enigmático socialismo o de la sociedad más justa:

  • Hay empoderamiento de la gente de los procesos alimenticios
  • Socialización del saber y del hacer
  • Siembran para comer
  • Consumen lo que producen
  • Ingieren para nutrirse
  • No requieren de relaciones mercantiles para comer
  • Se minimizan los efectos de la división social del trabajo
  • Se estimula el ingenio popular en la confección de diversas formas de consumo, presentaciones, almacenamiento, distribución, procesamientos, tecnologías
  • Se desarrolla una red de organización social alrededor de la alimentación
  • Por ningún lado está la intermediación de los grandes agroempresarios privados o sociales
  • No hay dependencia de tecnologías foráneas

     Al indagar en las ciudades, comunidades, barrios veremos cómo hasta hace pocos años habían los molinos vecinales, donde la gente molía sus granos (caso del maíz), y en casa se procesaba para la elaboración de las arepas de maíz pilao o pelada. Otras experiencias interesantes son el caso del frijol, cachapas, queso de cincho que con baja intervención agromercantil ni del estado llegan a nuestras mesas, de modo que una interesante red social se encarga de servirnos.

     Por supuesto no es tarea fácil sobretodo con factores tan adversos como:

  • Férreo bombardeo consumista a favor de las mercancías agroempresariales (escuela, universidad, centros de investigación, institutos de nutrición, medios de difusión de consumo)
  • Presencia en todos los espacios de decisión de una academia civil y militar sin revisarse, con una fuerte carga eurocéntrica, tecnocrática, exógena, elitista, enclaustrada, capitalista, dependiente, reduccionista producto del modelo universitario colonial civil y militar instaurado.
  • Etnoverguenza diseminada en la población tanto por la academia como por los medios de dominación del consumo (tv, prensa, revistas) para despreciar nuestros hábitos alimenticios y patrones de consumo autóctonos (más ordinario que pasapalo de yuca, hallaquita mal amarrada, flatulencia caraotera, y la sola palabra topocho o conuquero causan risa).
  • El desmantelamiento logístico y medidas restrictivas tendentes a ahorcar los quehaceres alimenticios de nuestra cultura
  • Menosprecio e invisibilización desde la gestión pública de los aportes y experiencias históricoculturales autóctonas de nuestros aborígenes, afrodescendientes, campesinos y comunidades mestizas populares.

     Partiendo de estas experiencias, deberíamos adecuarlas a los nuevos tiempos, a las nuevas y sencillas tecnologías, a la nueva realidad socio-organizativa pero manteniendo los principios de las prácticas populares. La conformación de redes sociales producción-consumo, campo-ciudad, consejo comunal-consejo comunal, comuna-comuna, donde en hogares o pequeños centros comunales se procesen alimentos autóctonos locales, serán modelos donde la gente vaya retomando sus hábitos alimenticios, patrones de consumo locales y se empodere de los procesos alimentarios.

     De modo que la revolución no solo debe conformarse con la flojera intelectual de reproducir todo lo que hizo el capital. Las empresas de producción social deben existir en la transición pero no como única salida. La retoma de las redes sociales son acciones de largo aliento, que podrían ser el camino para desarrollar una contrahegemonía ante la usurpación alimentaria agroempresarial desarrollista privada. 

*Prof. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

andresavellaneda42@yahoo.com



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*Andrés Avellaneda

Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del C.A.R.I.A.C.O.

 andresavellaneda42@yahoo.com

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