Todos los datos muestran que estamos ya en una recesión profunda que podría convertirse en una Gran Depresión Mundial, resultado de la confluencia de dos crisis, una financiera y otra económica, que han coincidido en el tiempo, creando la tormenta económica perfecta. La primera se debe al comportamiento de carácter especulativo del capital financiero (que quiere decir la banca y las cajas) y cuyo síntoma más visible es la falta de crédito, sin el cual la economía no funciona. Y esta falta de crédito se debe, según dice el propio capital financiero, a la escasez de dinero. Paradójicamente, los bancos y las cajas no tienen dinero. Resulta que en la época expansiva (y especulativa) de la economía dieron prestado tanto dinero que ahora tienen dificultades en recuperarlo. También tienen problemas en conseguirlo de otros bancos. De ahí que estén ahora pidiendo dinero del estado para que puedan prestarlo. Es lo que llaman “problemas de liquidez”, es decir, que necesitan más dinero para que puedan entonces prestarlo y así abrir el grifo del crédito. Y están recibiendo millones y millones de euros y libras esterlinas en Europa y de dólares en EE.UU. Nunca antes se había absorbido tanto dinero público por el capital financiero.
En un programa radiofónico reciente en EE.UU. hubo el siguiente intercambio que merece reproducirse. Un chico de 14 años le hizo la siguiente pregunta al poderosísimo asesor económico de la oficina del Presidente de EE.UU., el Sr. Lawrence Summers, “¿por qué el Estado no le presta dinero directamente a la gente y a las empresas en lugar de hacerlo a través de los bancos?”. El Sr. Summers le respondió que el sector privado es más eficiente que el publico, a lo cual el chico, muy avispado él, le preguntó de nuevo “Pero si son tan eficientes, ¿por qué han creado el problema que han creado, y por qué el estado ahora tiene que salvarlos?”. El Sr. Summers, que había recibido millones de dólares de los bancos como su asesor antes de tener el cargo público que tiene ahora, no pudo contestarle. Este intercambio refleja el grado de descrédito y desorientación del pensamiento liberal. Podemos ver estos días a economistas ultraliberales que fueron los arquitectos de la desregulación de la banca (permitiéndoles que no tuvieran frenos en su comportamiento especulativo), tales como el Sr. Greenspan, el gobernador del Banco Central Estadounidense (The Federal Reserve Board), que están pidiendo la nacionalización de la banca, es decir, pidiendo que el estado controle la banca, mejore su eficiencia, compre y venda a precios subvencionados las hipotecas basura y otros productos tóxicos, y luego –sí, siempre hay un después- la privatice de nuevo. El chico de 14 años hubiera preguntado: ¿y por qué, si el Estado lo hace mejor y así lo reconocen cuando le piden que sanee la banca, no continúa controlando directamente el crédito, y continúa con una banca pública?
Lo que los economistas conservadores y liberales (y algunos confusos economistas en los partidos de centro izquierda) están pidiendo es que el Estado (que quiere decir, los ciudadanos) socialice las pérdidas para que la banca continúe sus ganancias. Como dijo un dirigente sindical estadounidense, “estamos viendo el socialismo para los ricos y el capitalismo duro para todos los demás.
Los costes no sólo sociales y económicos de estas políticas privatizadoras del crédito, así como la privatización de los bancos públicos, han sido elevados. Durante el periodo 1945-1970, la época de mayor crecimiento económico del mundo, el Estado era en la mayoría de países la entidad responsable de garantizar el crédito, en gran parte, a través de la Banca pública. Fue en la época neoliberal durante la mal llamada liberalización del capital financiero (en que se privatizó el crédito y se dio plena autonomía a los bancos públicos centrales), que el crecimiento económico descendió siendo menor que en el periodo 1945-1970. (Ver Navarro, V. Globalización, Neoliberalismo y Estado del Bienestar. Ariel Económica. 2002).
La crisis económica
La escasez de crédito determina un descenso de la actividad económica, Pero esta ralentización económica antecede la crisis financiera. La mayoría de personas de nuestras sociedades consiguen el dinero para poder comprar lo que necesitan y desean a través del salario. El gran secreto de los últimos treinta años es que el salario horario de los trabajadores de la manufactura (los mejor pagados y que se convierten en el punto de referencia para el nivel salarial de un país) ha ido descendiendo en la mayoría de los países ricos (la OECD). No se ha notado en las familias porque el número de horas trabajadas ha aumentado. Y el número de miembros que trabaja en las familias también ha aumentado (la entrada masiva de la mujer en el mercado de trabajo es el fenómeno social más importante de este periodo). Así y todo llegó un momento que ni con estos cambios podían las familias mantener su standard de vida. Para mantenerlo, debieron endeudarse.
Y los que se beneficiaron de este endeudamiento eran principalmente los bancos y las cajas. Ahora bien, incluso así, llegó un momento en que ya no pudieron endeudarse más, en parte porque la oferta de crédito disminuyó (por las causas citadas anteriormente) y, más importante, porque no podían pagar las deudas. La mayoría tenía dificultades para llegar a fin de mes. Esta es la causa del problema que se llama falta de demanda. La gente no compra porque no tiene dinero. Y la economía se para.
Las posibles soluciones
Las soluciones son varias y se repiten cada vez que la economía entra en recesión. En EE.UU., el primero en desarrollar medidas de estímulo de la economía fue el Presidente Roosevelt, y el último el Presidente Obama. El Estado es el primer responsable de estimular la economía para que ésta crezca y cree empleo. Ahora bien, esto puede hacerse de dos maneras. Una, preferida por economistas conservadores y liberales, es bajando los impuestos y dando dinero directamente a la gente. (Los 400 dólares y euros que Bush y Zapatero dieron a la ciudadanía). Ahora bien, tales medidas de estímulo tienen un impacto estimulante muy reducido, pues la mayoría de la población, que está enormemente endeudada, suele utilizar este dinero más para pagar sus deudas que para consumir e incrementar la demanda. La evidencia de ello es abrumadora. Dos terceras partes de la población estadounidense utilizó el dinero obtenido en las transferencias de 400 dólares del gobierno Bush para pagar sus deudas. El otro problema de estas transferencias es que el incremento de la demanda puede estimular la economía del país productor de los productos consumidos que puede no ser el que recibe las transferencias. Durante la Gran Depresión, el 92% del consumo estimulado por las transferencias públicas al ciudadano estadounidense se hizo en productos fabricados en EE.UU. Hoy tal porcentaje es sólo del 52%.
La otra medida para estimular la economía a fin de que se cree empleo es que el Estado desarrolle políticas públicas para crear empleo directamente, a través del desarrollo de obras públicas o expansión de los servicios públicos. El Presidente Roosevelt expandió enormemente el gasto público y gran parte de esta expansión fue para desarrollar la infraestructura física, humana y social del país que todavía existe en EE.UU. y que se conoce como el New Deal. El Presidente Obama, en su propuesta de presupuesto federal (debatido ahora en el Congreso) invierte grandes cantidades para corregir el enorme déficit de infraestructuras existente en aquel país, además de invertir en las energías renovables y otras inversiones de carácter ecologista. Otro capítulo de gasto público muy importante del presupuesto Obama ha sido en los servicios públicos del estado del bienestar, tales como sanidad y educación y servicios sociales.
La crisis como oportunidad
Esta expansión del gasto público puede verse como una inversión provisional para resolver la crisis. Un artículo característico de este enfoque es el del economista Carlos Losada, director de ESADE, un centro de estudios empresariales en Cataluña, en el diario El País (16.04.09), que en su artículo “Hace falta coraje” ve este crecimiento del gasto como provisional, de manera que cuando la economía se recupere, el gasto volverá a descender y las inversiones dejarán de realizarse. Otra visión distinta, sin embargo, es la que se presenta en el presupuesto de la administración Obama, que utiliza la crisis como una oportunidad para desarrollar el programa que su administración desea y que sería de difícil aprobación por los establishments económicos y financieros estadounidenses en tiempos normales. Como dijo el economista Jared Bernstein, que había sido co-director del Economic Policy Institute (un centro de estudios económicos próximos a los sindicatos estadounidenses) antes de incorporarse a la Administración Obama como director de la oficina económica del Vicepresidente Joe Biden, “sería un error de dimensiones históricas no aprovechar esta oportunidad única de la crisis para desarrollar el programa que las fuerzas progresistas han deseado por tanto tiempo”. De ahí que sea comprensible la fuerte oposición del Partido Republicano al presupuesto de la Administración Obama. Tienen gran temor de que el desarrollo de tal programa (que es muy popular) pudiera asegurar el gobierno al Partido Demócrata por muchos años, de manera semejante a como el New Deal del presidente Roosevelt garantizó el dominio del Partido Demócrata en el gobierno (ejecutivo y legislativo) por varias décadas.
Tal visión no ha existido hasta ahora en el gobierno socialista español. En realidad, las fuerzas conservadoras y liberales (lideradas, en parte, por el Banco de España y por la CEOE) están aprovechando la crisis para promover las políticas públicas que han presionado durante años, proponiendo una mayor reducción del gasto público, una mayor desregulación de los mercados laborales y una menor carga impositiva para las rentas del capital.
¿Cómo se debería pagar el estímulo económico?
Tal estímulo debieran pagarlo aquellos que se beneficiaron intensamente de las políticas liberales que les produjeron unos beneficios exuberantes. El Presidente Obama lo está haciéndolo en parte, incrementando el impuesto de los ricos, el 3% de la población con renta superior (por encima de 250.000 dólares al año), y gastando este dinero en sanidad y educación, medida enormemente popular que explica el amplio apoyo de la población al Presidente Obama. En España, otra medida, debería ser la corrección del fraude fiscal que alcanza la cifra del 10% del PIB. Deberían aumentarse también los impuestos de las clases pudientes, corrigiendo las enormes desigualdades que existen en nuestro país. España es uno de los países, junto con EE.UU. y Gran Bretaña, que tiene mayores desigualdades de renta en los países desarrollados. El Presidente Obama está intentando reducir aquellas desigualdades, gravando más a los grupos más pudientes. No ha habido tal intento por parte del gobierno Zapatero.
Otra manera de pagar la expansión, sería a base de aumentar el déficit del estado. Ahí es importante aclarar que no todo déficit público estimula la economía. Si el crecimiento del déficit se debe primordialmente (como es, en parte, el caso español) a que los ingresos al Estado han disminuido, entonces no se añade más dinero a la economía y el impacto estimulante es menor. Ni que decir tiene que si el gasto público también disminuyera y los impuestos bajaran más (que es lo que las derechas en España –el PP- y en Cataluña CIU proponen) el efecto estimulante sería incluso negativo, desacelerando la economía de una manera muy marcada. Tales recetas de la derecha económica son una nota de suicidio económico.
Otra medida muy importante de estímulo a la economía es el crecimiento de los salarios. Así el Presidente Roosevelt aprobó la Ley Wagner Act que estableció los sindicatos en EE.UU., facilitando así la presión de los trabajadores para conseguir mayores salarios. El Presidente Obama, ahora, está apoyando la propuesta de los sindicatos para reforzar la sindicalización en aquel país. En la Unión Europea, sin embargo, la mayoría de gobiernos conservadores y liberales están pidiendo una congelación salarial, una política profundamente errónea que entorpecerá la recuperación económica. En realidad, la causa profunda de la recesión-depresión mundial es, tal como he documentado en otro texto, la polarización de las rentas a nivel mundial y en cada país. La enorme exuberancia de las rentas del capital (que se invirtieron en actividades especulativas) se ha hecho a costa de las rentas del trabajo que al descender crearon el problema de la falta de demanda.
¿Cómo están respondiendo los gobiernos a la crisis?
Para saber el tamaño del estímulo económico, no pueden sumarse todos los gastos (gastos para ayudar a la banca, gastos para reducir los impuestos, gastos para crear puentes y gastos para la santidad y la educación) en el mismo capítulo y presentarlos como el esfuerzo que hace un país para estimular la economía. Esto es lo que hacen los medios y esto es lo que dicen los gobiernos y la Unión Europea, mezclando naranjas con plátanos y contándolo todo como si fueran nueces. Así, cuando el Sr. Barroso, Presidente de la Comisión Europea, dijo que la Unión Europea está haciendo un esfuerzo estimulante sin precedentes semejante al de EE.UU., con un aumento del gasto equivalente al 3,3% del PIB europeo, él estaba haciendo esto. De ahí que el Sr. P.N. Rasmussen, Presidente del Partido Socialista Europeo, le criticara, con razón, diciendo que estaba manipulando los datos. “Sr. Barroso –le dijo Rasmussen- no es cierto que la Unión Europea haya programado un plan de relanzamiento económico del 3,3% del PIB. Estímulo quiere decir nuevos fondos para estimular la economía y crear empleo. En realidad, sólo un 1,1% del PIB va a este fin”.
El estímulo económico
Veamos ahora qué ocurre en España. La Organización Internacional del Trabajo acaba de publicar un excelente informe The Finance and Economic Crisis: A Decent Work Response (que como siempre ha pasado desapercibido en la mayoría de medios españoles que están sumergidos en la cultura económica liberal) que desagrega los distintos elementos del gasto público destinado por los gobiernos a estimular la economía, analizando su impacto estimulante. China es el país que está invirtiendo más en estimular su economía (13,5% del PIB); en EE.UU. es un 5,5% y en España un 0,8% del PIB, uno de los más bajos de la UE (¡y la derecha lo quiere bajar todavía más!), e Italia (donde acabamos de ver enormes protestas populares) es incluso más bajo (0,3%). Este tipo de gasto (que el informe define como estímulo fiscal) es distinto al gasto que los gobiernos hacen en ayuda a la banca. Y aquí vemos que España, que es uno de los países que gasta menos en estímulo fiscal es de los que se gasta más en ayuda a la banca y cajas (14% del PIB). En realidad, España se gasta en términos porcentuales en ayuda a la banca más que EE.UU. (5,1% del PIB). Alemania, Francia y Gran Bretaña se gastan más que España: el 19,8%, 19% y 28,6% respectivamente. Ello corresponde al enorme poder que el capital financiero tiene en estos países. La Administración Obama se gasta más en estímulo fiscal (5,8% del PIB) que en ayuda a los bancos (5,1%).
Igualmente interesante es ver como los países se gastan su estímulo fiscal. Las cuatro categorías mayores son en infraestructuras físicas o sociales. China, EE.UU., Japón y Portugal son los países que han incrementado más el gasto en tales infraestructuras. No así en España, que ha dedicado más a la categoría de Transferencias a los consumidores a través de la reducción de impuestos y transferencias a grupos vulnerables. La otra categoría es ayudas fiscales a las empresas como por ejemplo ayudas a la industria. Una última categoría es ayuda a los municipios con el objetivo explícito de crear empleo. Aquí España, junto con EE.UU. y Francia, aparecen a la cabeza de la lista aún cuando las cantidades en España son menores. Sería de desear que España invirtiera mucho más de lo que hace en estas y otras estructuras, incluyendo en las áreas sociales que son en España muy deficitarias. España continúa hoy siendo el país con un gasto público social por habitante más bajo de la UE-15. No ha habido conciencia en el equipo económico del gobierno socialista de que el estado del bienestar es una inversión de gran rentabilidad y estímulo económico.