Acción Democrática fue un gran partido popular en sus inicios. Conquistó el amor del pueblo por el combativo discurso de sus líderes a favor de los derechos de la gente pobre y humilde. También lo fue el Partido Liberal de Antonio Leocadio Guzmán y Ezequiel Zamora que, al decir de Laureano Villanueva, “ se disciplinó en la cárcel, se depuró en el infortunio y se hizo grande en la guerra”. Después, en el ejercicio del poder, estos dos grandes partidos se marchitaron, se descompusieron como esas carnes apetitosas y lozanas que se pudren al exponerse al sol y al tiempo.
La ruina y degeneración del Partido Liberal y Acción Democrática no sólo fue el producto de la traición de sus líderes principales que se entregaron en los brazos de la oligarquía y los intereses extranjeros, fue también una consecuencia de un dramático proceso de envilecimiento primitivo a nivel local, a ras de la relación directa y hasta personal con el pueblo.
Suele ocurrir que el primitivismo sustituye a la política cuando se abandona el trabajo ideológico, cuando deja de funcionar correctamente la dirección política, cuando se dejan librados a su suerte los andamiajes de las relaciones locales. Entonces, las relaciones con el pueblo, las relaciones con los aliados, las relaciones con los grupos y personas independientes, incluso con los propios militantes de base, se convierten en una práctica burocrática en donde impera el mandonismo, la exclusión, el amiguismo, el sectarismo y muchos de aquellos abominables vicios de los viejos partidos.
Los partidos revolucionarios no pueden guiarse sino por principios y por políticas. Los principios y la política colocan en primer lugar los intereses estratégicos y fundamentales del proceso revolucionario. Los partidos revolucionarios están obligados a pulsar la opinión del pueblo en la base, valorarla y respetarla; conducir las relaciones con el pueblo sin imposiciones ni dictados.
Acción Democrática y el Partido Liberal se perdieron porque a nivel local y regional se crearon docenas de burócratas y pequeños caciques que rompieron los vínculos democráticos y persuasivos con el pueblo y los sustituyeron por el primitivismo localista donde se privilegiaban las roscas de amigos y los compromisos personalistas. Estas consideraciones las hacemos porque no se han usado buenos procedimientos a la hora de seleccionar los candidatos a las próximas elecciones de agosto.