Las nuevas relaciones entre el gobierno bolivariano de Venezuela y el de Argentina, han iniciado un camino que podría conducir a un nuevo mapa en la demopolítica de América del sur. No importa si es un propósito conciente de Estado, o no. Lo importante es que el proceso ha comenzado y ya muestra sus signos.
Las coordenadas de este nuevo mapa se llaman gasoil, fueloil, ingeniería satelital y petrolera, agroalimentos, medicinas, coinversiones y accesorios para PDVSA.
Visto como negocio, podría abarcar varios miles de millones de dólares en 5 años. Arranca con 9 millones de barriles de combustible líquido en apenas 5 meses (mayo a octubre de 2004). Sin embargo, el objetivo es que termine redibujando totalmente el pequeño flujo de intercambio comercial entre ambos países, que hasta 2003 no fue mayor al 1% del PBI argentino y menor al 0,5% del PBI venezolano.
De las 142 nomenclatura solicitadas por Venezuela a Argentina, 96 son de alto valor agregado porque van dirigidas a PDVSA, una de las empresas más avanzadas el mundo.
Pero las fronteras de este nuevo mapa no parece ser la facturación comercial, como esperan muchos operadores “del mercado”. Por un lado, dependerá de la legitimidad que conquiste entre ambos pueblos, y por el otro, del grado de integración que se alcance con el Mercosur, o sobre sus despojos. Y en ambas cosas no está dicha la última palabra. Lo que si se observa es una transformación radical que marcha en sentido contrario a los operadores del mercado.
Un encuentro inesperado
Esta posible modificación del mapa subregional se originó en dos hechos tan imprevistos como altamente peligrosos para ambos gobiernos.
En Argentina, la crisis energética develada en enero de 2004, considerada por los expertos la más grave desde 1929, porque amenaza con tirar al piso lo que resta de la estructura productiva y de servicios que se construyó en ese lapso.
En Venezuela fue, en cambio, un hecho fortuito. El más eficaz saboteo a su industria petrolera resultó en la renacionalización de PDVSA. Algo inesperado. La paradoja ocurrió entre diciembre de 2002 y enero de 2003, y es sólo comparable al bloqueo naval de las cañoneras alemanas en 1902, cuando bombardearon el puerto de La Güaira para cobrar deudas al gobierno de Cipriano Castro. La nación perdió unos 7 mil millones de dólares en daños comerciales directos en su facturación de marzo-abril de 2003. Pero PDVSA fue recuperada por la arrogancia popular y puesta al servicio del gobierno, sus planes sociales y sus nuevas relaciones internacionales.
Esta excepcional combinación, ni buscada por Chávez ni prevista por Kirchner, explican la inédita relación abierta entre ambos países. Una dinámica nueva y un desarrollo probable a mediano plazo. Esto puede alterar el mapa de las relaciones subregionales en todo orden.
La condición será que el contexto internacional se mantenga como hoy: con el gobierno norteamericano resbalando en Irak y Afganistán, atrapado en el ALCA, y con precios petroleros por encima de los 20 dólares, además, claro, de la estabilidad relativa de ambos gobiernos.
No son casuales los movimientos de lobbystas multinacionales que se observan alrededor de los Ministerios y centros de decisión de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay. Todos tendientes a bloquear, frenar o debilitar la integración de Venezuela al Mercosur, asunto que parece, ya comenzó.