No
es la primera vez que el líder de la Revolución Bolivariana lanza
emplazamientos de esta naturaleza. Toques de clarín, alertas y
llamamientos urgentes a la conciencia patriótica, nacionalista y
revolucionaria. La turbulencia que vivimos no exige menos. No hay duda
que vivimos un momento estelar. Estamos avanzando a pasos de gigantes,
pero igual estamos asediados desde afuera y desde adentro. Los enemigos
internos, identificados con esa suerte de sarcófago móvil que es la
“Mesa Unitaria Democrática”, no encarnan otra cosa que los esfuerzos de
un sector de la derecha para no caer en el vacío. Son los estertores
del Pacto de Punto Fijo, los retazos del carmonazo. Y otros que no
tienen empacho y apuestan al magnicidio de una manera flagrante, como
el caso del periodista Petkoof, antiguo Ministro de Caldera y otros, de
tan baja ralea, que no vale la pena nombrarlos. La guerra mediática se
ha intensificado con visos de surrealismo.
Los enemigos externos ya sabemos que no descansan y sabemos dónde
operan y qué buscan. Por eso radicalizarse no es llenarse la boca de
palabras radicales (y convenientes) y comenzar a despotricar a diestra
y siniestra asumiendo poses de súper revolucionario de oficina, especie
que abunda en este proceso, como dice mi amigo y camarada Néstor
Francia en sus reportes. Esa especie puede confundir, porque es fácil
verla con vestimenta roja rojita, pero tiene el corazón turbio. El
propio Presidente lo ha dicho: el pueblo no quiere dirigentes de
oficina que se ufanan de serlo. La participación y
protagonismo son los motores del pueblo, el cuerpo vivo de la
revolución, su musculatura lisa, como decía Alfredo Maneiro.
Radicalizarse no puede ser más de lo mismo. A La burocracia hay que darle con un mazo, con la fuerza contundente del poder popular que es indetenible y constituye la verdadera valoración del pueblo al recorrido político que vivimos, pueblo intenso y pugnaz. Ya basta de corderos disfrazados de lobo.
“Radicalizarse
no es hablar como radicales, sino actuar como verdaderos
revolucionarios”, como dice Néstor. No estamos rodeados de
“escuálidos”, estamos amenazados por la vieja pandemia política de
nuestra historia: la cultura adeca. Revisemos las valijas, camaradas.
fruiztirado@gmail.com