Los medios de comunicación social de este país quieren (y tal vez lo necesitan) "demostrar" que el desmantelamiento de una célula de paramilitares cerca de Caracas es un montaje del Gobierno, y "demostrar" al mismo tiempo que sí es verdad tal desmantelamiento. Esto últmo es un camino inevitable para aquel que quiera difundir la versión que convierte en héroes de la película a la PM y a las policías de El Hatillo, Baruta y Miranda. Dos municipios y un estado cuyas autoridades militan en la oposición. Casualidades de la vida.
Misión Imposible, compatriotas de los medios de la oposición: o ustedes creen que es verdad que capturaron a unos paracos o creen que no es verdad, pero ambas cosas a la vez como que no va a poder ser. A ver cómo les suena esto: "Ajá, ahora me van a joder con que esos muchachos eran paramiltares. ¿Paramilitares alimentados con cachitos? ¡Ja!, ese José Vicente cree que uno es pendejo. Como si nosotros no supiéramos que a esos paramilitares los agarró la PM, las Policías de Baruta y El Hatillo, y Polimiranda". Interesante. El Gobierno inventó unos paramilitares para que no haya referendo. Pero si no es por la PM esos paramilitares no hubieran sido capturados. ¿Cuáles Paramilitares? Esos, vale, los paramilitares que inventó Chávez. Reconozcan que huele como a laberinto, mis hermanos.¿Por qué actúan así? Tengo a la mano dos acercamientos que quieren descifrar el enigma. Uno, muy interesado y "del lado de acá", perteneciente al filósofo Matías Jáuregui. Otro, al que quisiera meterle ligeramente el tenedor más adelante, viene firmado por Teodoro Petkoff. El de Jáuregui está recogido en este fragmento de ensayo: "Uno puede entender que para los medios tradicionales -y algunos no tan tradicionales pero sí activos defensores de los intereses de la Coordinadora- se haya convertido en punto de honor el aplastamiento de la credibilidad del chavismo, por cualquier medio. Hay allí un atavismo de clase imposible de evadir: el derechista-conservador genuino simplemente no puede luchar contra algo que le viene dictado ancestralmente, desde la cuna e incluso desde antes; él está programado para arremeter contra todo lo que hoy simboliza el chavismo y eso lo está ejerciendo cueste lo que cueste. Claro que es un pésimo negocio intentarlo a costas de la propia credibilidad. Ya los oídos de la humanidad duelen de tanto escuchar el episodio del general Pirro, así que mejor ni lo recordemos. Hablemos más bien de las inmensas desventajas del método kamikaze, el mismo de los atentados suicidas: la vía para destrozar al otro consiste en destrozarme junto con él".
La explicación de Teodoro Petkoff es más sencilla y al mismo tiempo más rotunda (y también, por cierto, más espeluznante), quizá porque viene del lado de allá. Digo: a la hora de tratar de descifrar el pensamiento de alguien siempre es más eficaz escuchar sus propias palabras que tratar de adivinar las cosas en las que está pensando. Su exposición viene contenida en su editorial de Tal Cual de hoy (jueves 13 de mayo de 2004), y dice en alguna parte: "Si el gobierno trataba con tan poca seriedad un asunto obviamente grave, si para Chávez era más importante la confrontación con la CD que la presencia de 'la planta insolente del extranjero', ¿por qué la oposición democrática habría de asumir el tema ignorando los desconsiderados ataques de que estaba siendo objeto?". No es costumbre del fundador del MAS insultar la inteligencia de sus lectores así tan directo y tan feo. Me consta porque lo leo y también porque más de una vez lo he escuchado en persona. Precisamente por eso es que resulta escalofriante la reflexión que automáticamente nos asalta en presencia de ese razonamiento: si el Gobierno hubiera convocado a la posición a unirse contra la invasión paramilitar, Enrique Mendoza y Henry Ramos Allup, entre otros Peñas Esclusas por el estilo, se hubieran puesto, encantados, a sus órdenes. ¿Cómo era que decía aquel célebre titular tuyo de El Mundo hace cuatro años y pico, Teodoro?: QUÉ VAINA ES ESTA. Caramba.
Otra reflexión, más criminal todavía que la anterior, y además debidamente envenenada con la bilis de uno, que a estas alturas es bastante: si Chávez le hubiera jalado bolas a los medios de comunicación en lugar de decirles algunas cosas amargas, éstos estarían buscando la verdad y no pisoteándola. ¿Quéeee? ¿Los medios pisoteando la verdad? De acuerdo, pues, hay bilis en ese comentario. Permítanme tan sólo abrir un paréntesis para transcribir tres versiones de un mismo hecho, escritas por periodistas de tres medios distintos. El hecho narrado es la detección, el "descubrimiento" de los paramilitares por allá por la finca del conchito Alonso. Los periodistas que registran el evento son Javier Ignacio Mayorca (El Nacional, 11 de mayo), Kico Bautista (El Mundo, 13 de mayo) y Pedro Pablo Peñaloza (Tal Cual, 13 de mayo). He resaltado algunos fragmentos de las exposiciones. Por nada, tan sólo para molestar a los periodistas y a quienes piensan que palabra de periodista es palabra sagrada.
Veamos.
Dice Mayorca, en entrevista con el comisario-Jefe de la Policía de El Hatillo, Luis Alfredo Hernández:
"Este comisario encabezó la comisión que atendió la denuncia hecha por la cónyuge de uno de los conductores de los dos autobusetes que fueron tomados por el grupo que vestía uniformes camuflados. Dijo que la emergencia fue atendida a las 10:30 pm del sábado. Relató que al frente de los supuestos paramilitares salió un individuo que decía ser el capitán Carlos Hernández Ayala.
Inicialmente Hernández Ayala dijo ser un militar venezolano. Pero luego afirmó que es un integrante del ejército colombiano y que se encontraba en el país como parte de un convenio de intercambio con la FAN. 'Estábamos hablando y entonces el líder sacó una pistola. Yo saqué mi arma también. Nos apuntamos como 30 minutos. El amenazó con que todos sus acompañantes y las personas de los alrededores dispararían. Para evitar un derramamiento de sangre le dije que prefería que me matara a mí. Luego dijo que a él no le importaba morir, porque tiene una doctrina ideológica, y que un comando nunca entrega su arma. Pero él fue poco a poco convenciéndose. Bajamos las armas al mismo tiempo y las enfundamos', recordó".
Dice Kico, en su minicrónica-editorial de El Mundo:
Historias de la locura corriente
"Unos sujetos paran dos busetas y secuestran a choferes y vehículos. Una señora, que viajaba en el transporte y que resultó ser la propietaria de una de las camionetas, llama a la policía, que minutos después llega al lugar, recoge información y sale tras los ladrones. "Por ahí se fueron" fue la señal que los llevó a una carretera oscura y chiquita. La dama no se conforma con la actuación policial. Los sigue en un taxi. La insistencia es tal que la montan en una patrulla y la incorporan a la persecución, hasta que se tropiezan con los secuestradores. Atraviesan la patrulla en el camino y detienen a un grupo de uniformados que viajan dentro de los vehículos robados. Sólo se baja un señor que habla con el inspector a cargo de la operación. Se identifica verbalmente como oficial del Ejército venezolano.
Habla de un operativo secreto y pide que lo dejen seguir su camino. Pero, el personaje habla cachaco 'e pila. Le piden sus credenciales y sin pestañar ni asustarse responde: "no puedo identificarme. Es una misión secreta". La PM pide refuerzos y es allí cuando se enteran los organismos de seguridad del Estado. El hombre se enfurece y apunta con su pistola al inspector de la Metropolitana que hace lo mismo. "¡Aquí vamos a morir todos!" y pasa el tiempo. Horas según el oficial, hasta que, como en las películas, los protagonistas bajan lentamente sus armas. Cambia el argumento. El supuesto militar argumenta que vive en la frontera y por eso habla así. Después reconoce que es colombiano y que es entrenador en misión con el Ejército nacional. Pide que llamen a la embajada para verificar su versión. A estas alturas, 3 horas más tarde, una comisión de la Disip llama por radio a los PM. Andan perdidos. Se justifican, comentan que reciben muchas llamadas parecidas. Al fin, llegan al lugar y encuentran más de 100 metropolitanos y policías de la alcaldía de El Hatillo que habían llegado como refuerzos. Lo llamativo de la historia es que ustedes la están conociendo, pero no figura en el expediente del caso. Ni señora, ni choferes, ni policías fueron llamados a declarar".
Esta es la narración de Peñaloza en Tal Cual:
Suben a la carretera principal, donde les esperaban unas patrullas de la PM, Polihatillo y la Policía de Miranda, que fueron convocadas por el inspector (de la PM) en calidad de refuerzo. Alrededor de 120 azulejos participaron en la operación. Un comisario de la Metropolitana tomó el control de la situación y conversó con el supuesto capitán. Después de intercambiar algunas palabras, terminaron apuntándose a la cabeza con sus respectivas armas. Hernández Ayala lo amenazó con que "saldrían todos los militares que estaban en los autobuses para matar a los policías". Luego, la tensión disminuyó y 'el militar, que no había presentado ningún documento que lo acreditara como tal, cambió la versión e indicó que era un efectivo de la Fuerza Armada de Colombia que estaba en el país por un convenio entre las embajadas para formar grupos especiales'. El comisario, en vista de la magnitud del caso, decidió recurrir al control maestro y solicitar que informaran a los miembros de la Disip y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, puesto que consideraron aquello "un problema de seguridad del Estado". Era medianoche.
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Allí los tenemos: son tres esforzados reporteros empeñados en recabar informaciones fidedignas para demostrar que no fue el Gobierno el que descubrió a los paramilitares. No hay ironía alguna en esta declaración; a quien escribe le consta el compromiso con el periodismo que mueve a Mayorca y a Peñaloza: me consta que estos señores pueden, saben y consiguen hacer buen periodismo cuando se lo proponen. No así Kico, a quien no recuerdo haberle leído trabajo alguno que valga la pena. El punto es que estos señores han publicado tres versiones que se parecen pero no son iguales: ¿Quién fue el que estuvo un rato largo apuntando y siendo apuntado por un colombiano? ¿Fue un inspector de la PM o el Jefe de PoliHatillo? Pero en fin, son esfuerzos periodísticos por reconstruir una historia que al país le interesa.
Parte del problema es que, mientras estos caballeros hacen tales esfuerzos, la línea editorial de sus periódicos empuja en sentido contrario: hay que demostrar que esos hombres capturados no son paramilitares, convencer a la gente de que el Gobierno inventó ese cuento, a partir de una evidencia monumental: paramilitar no come cachito. Así de serios son los periódicos de este país.
Lo de Teodoro conmueve por su franqueza: el hombre ha confesado que es válido, ante un ataque del Gobierno, defenderse volviendo mierda a la verdad, que es lo mismo que volverse mierda a sí mismo.