En estos tiempos de la mundialización de los pueblos, de construcción de espacios regionales de Estados, de la internacionalización de la política y de la globalización de las economías, podría alguien considerar que un Estado puede invocar legítimamente su Soberanía para decidir asuntos que afectan negativamente el interés de otro Estado?.
Por ejemplo; puede un Estado soberano desviar el curso de los ríos que transitan su territorio y extienden su cauce en el territorio de un Estado vecino, sin tomar en consideración el efecto social, económico y ambiental que tal decisión producirá en el otro?.
O, puede un Estado, argumentando su soberanía, instalar en las proximidades de las áreas marítimas fronterizas con otro Estado, fábricas cuyos componentes químicos y orgánicos afecten la calidad de las aguas, a tal punto que dañen e impidan el aprovechamiento que de tales corrientes marinas realiza un país vecino e incluso, distante?.
Será posible que un Estado, atendiendo a su condición soberana, puede mantenerse impasible sobre los efectos expansivos que una tragedia humanitaria, provocada por epidemias virales o bactereológicas que afectan a su población, sin considerar que la interconexión con sus vecinos hace inevitable la contaminación de las poblaciones fronterizas y el resto de la población?.
Puede concebirse que la soberanía de un Estado pueda justificar la tolerancia en su territorio de elementos violentos de sus propios ciudadanos o de países extranjeros que constituyan una amenaza cierta e inminente a la seguridad nacional y el orden interno de un país vecino.?.
Es evidente que, con fundamento en el Derecho Internacional Publico vigente y las prácticas consuetudinarias de los Estados, las respuestas a estos interrogantes deben ser negativas, por cuanto, el concepto de SOBERANIA hoy, aunque doctrinalmente se mantiene inmodificado, ha sufrido profundos cambios en las relaciones internacionales, en la medida en que la realidad política y jurídica de los Estados, a causa de los acuerdos internacionales y los procesos de integración regionales, han dado paso a nuevas formas de conexión, limitación y compartimiento de soberanías, que le han quitado ese sentido de “coto cerrado”, hermético, propio de los orígenes de los Estados Nacionales.
Sin embargo, lo que constituye una real amenaza a la soberanía de los Estados y pueblos del planeta Tierra, es la conducta hegemónica, militarista y agresiva del imperialismo norteamericano y sus viejos aliados europeos, quienes por la vía de los Hechos y de la amenaza del uso de la fuerza, y no del Derecho, limitan el ejercicio de la soberanía de los Estados, imponiendo modelos políticos, condicionando relaciones internacionales, limitando la libertad de comercio e, interviniendo descaradamente, en los asuntos internos de los Estados, con el fin de favorecer sus aliados del Capital y sus servidores políticos neocoloniales.
Por ello, no puede ser calificado sino como vergonzoso pretender justificar, con en el principio universalmente aceptado de “Respeto a la Soberanía de los Estados”, la aceptación de la violación de la soberanía por parte del gobierno de la República de Colombia al ofrecerle a los Estados Unidos de Norteamérica, el uso de SIETE (7) bases militares para la operación de aviones con capacidad de desplazamiento, espionaje y guerra electrónica, en todo el territorio de Suramérica y el Caribe, comprometiendo la seguridad de Estados, que, como la República Bolivariana de Venezuela, tiene suficientes razones para afirmar que tales bases forman parte de un plan estratégico dirigido a atacar nuestro territorio con el fin de derrocar al gobierno bolivariano y socialista del comandante Hugo Chávez Frías.
Nosotros sabremos defender con Bolívar la soberanía que nos entregaron los héroes y mártires de Carabobo. Vacilar es perdernos!