“En otras palabras, el típico proceso de acumulación de las clase dirigentes se repite en Venezuela, en donde quienes tienen mayor capacidad de ingresos tienen igualmente mayor capacidad para usar los servicios de la sociedad, entre ellos escolaridad y educación, salud, vivienda, justicia institucional y cualquiera otro renglón”
Orlando Albornoz[1]
En la edición de este domingo 09/08/09 de Últimas Noticias, se registra una nota en cuyo texto, las Academias advierten a los ministros de Educación que “están en la obligación de auspiciar una amplia discusión” del Proyecto de Ley Orgánica de Educación. Mentalmente recorrí los años 1979 y 1980 para ver cuál fue el papel de las Academias en el proceso de discusión del proyecto de Ley Orgánica de Educación y de asuntos vinculados con la situación educativa. Mi memoria de largo plazo, no reportó ninguna eventualidad por parte de estas instituciones. El silencio y el cuero de las sillas absolutamente frío y mohoso era lo perceptible.
Muevo mentalmente el cursor más al pasado y no hay una referencia institucional que exprese que la academia de la lengua haya reaccionado institucionalmente a las alarmas que muchísimos años atrás había asomado Ángel Rosemblat sobre la pésima calidad del sistema educativo venezolano. Ni la voz, ni la firma que Arturo Uslar Pietri colocó en el famoso informe (COPEN)[2] que a finales de la década de los ochenta preparó la Comisión coordinada por él e integrada (entre otros) por ese ilustre venezolano Luís Beltrán Prieto Figueroa, pudo sacarlos del mohoso estado en que se encontraba esta institución.
La Academia de la Lengua fue ajena a esas voces y a esas alertas. No les conmovió el profundo deterioro que día a día fue consumiendo a la planta física escolar, ni los gallineros que la democracia representativa de entonces construía como escuelas. Nada de eso mereció su atención, aunque con ese deterioro y los gallineros que construían, se estaban creando las condiciones para que los niños y niñas se desempeñaran pésimamente en la lectura y escritura.
La Academia de la Medicina nunca tuvo tiempo para salir de sus asientos “mohosos” y solicitarles a los Ministros de salud una amplia discusión sobre crisis de la salud y el deterioro de los centros que ofrecían o debían ofrecer ese servicio. Nunca logramos enterarnos, si en alguna reunión de la Academia de la Medicina, el tema de la pobreza crítica merecía colocarlo en puntos varios. El desmantelamiento de los centro de salud era tan evidente, pero los miembros de la academia de medicina tenían los ojos y los corazones puestos en el avance y desarrollo de las clínicas privadas que efectivamente es su proyecto de salud y eso pasaba por darle “Play” a ese desmantelamiento.
Reviso, en lo que me queda de memoria todos los lugares exquisitos de la capital en los cuales ese mundo de las academias y hediondo a “picha de baúl”, pudo haber dejado una huella-luz de su aprobación o desacuerdo con el proyecto de Ley Orgánica de Educación, que después resulto ser la actual de Ley Orgánica de Educación y no hay pistas. Hay datos que confirman que ese proyecto no osó salir con frecuencia de una gaveta del extinto Congreso Nacional.
Jorungo mi memoria de corto plazo, con el objeto de recordarme si uno estos exquisitos hombres de las academias y de las ciencias, pudo manifestar satisfacción porque muchos viejitos de Venezuela lograron con el “yo si puedo” deletrear una palabra. No hay un saludo ni un regocijo sobre este asunto por parte de los académicos, que nos permitiera sentirlo humanos, humildes y venezolanos. No es natural que lo hubiesen hecho, porque en ese mundo de las academias y de las ciencias, la sensibilidad no es maña frecuente.
No voy a exigirle otro esfuerzo a mi memoria (corto y largo plazo) para saber si ese mundo hediondo a “picha de baúl” sintió incomodidad por todo el esquema desigual que estaba sembrándose en las universidades Públicas del país, porque sería como sentirme un bobo. Ese mundo no fue capaz de decir absolutamente nada, aunque todas las investigaciones apuntaban a confirmar esa tremenda desigualdad. Los señores de las academias estaban muy felices con ese comportamiento, porque el país camina a ser exactamente como su modelo: País de elites y con unos pocos universitarios, pero de la elite.
De algo tengo total y absoluta certeza; las academias y los científicos nunca en este país tomaron la calle para algo. Estaban muy cómodos con una Venezuela que se llenaba de pobres y las elites eran cada vez más reducidas. Eso era perfecto para todos ellos. No los movió la deuda externa, ni las razones que dieron lugar a esa inmensa deuda. No los conmovió la forma en que se realizaban los negocios petroleros; el mejor refinanciamiento del mundo no les produjo ninguna sensación. Se mantuvieron mudos con la crisis bancarias de Caldera. No los motivó salir a las calles para solicitar el cese a las desigualdades que se animaba desde los centros educativos. EL país se hundía pero estaban bien e iban mejor. Ahora continúan estando muy bien, pero les irrita (como sabios y cultos) que a otros tengan una oportunidad.
evaristomarcano@cantv.net
[1] ALABORNOZ, Orlando (1989) La Educación en el Estado Democrático. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Esta obra, es de un intelectual que nunca militó en la izquierda y se publicó en 1989. El texto colocado como epígrafe contiene el ideal de cada uno de los miembros de las academias. A eso quieren volver.
[2] Comisión Presidencial del Proyecto Educativo Nacional (COPEN). Esta Comisión estuvo integrada por Arturo Uslar Pietro (Coordinador), Orlando Albornoz, Felipe Bezara, Antonio Luís Cárdenas, German Carrera Damas, Edmundo Chirinos, Arnoldo Gabaldón, Ignacio Irribarren, Senta Essenfeld, Enrique Pérez Olivares y Luís Beltrán Prieto Figueroa