El último aborigen libre de estas tierras

Guaicaipuro

En el silencio que reina con respecto a nuestros aborígenes vive una gestación histórica simultáneamente y en ella podemos observar una apocalipsis y una génesis, es un silencio que necesitamos derramar, extender a estas generaciones como el nacimiento de la propia historia nuestra, porque la muerte de cada cacique, la extinción de cada tribu, significa el triunfo de nuestra historia liberadora.

Aquellos que desgarraron ese inicio como águilas hambrientas, esos destructores que llegaron como hijos del infierno a expulsar, asesinar, que trajeron a un dios contradictorio y se apropiaron de tierras, esos mismos, abrieron el camino al hombre liberador que se resistieron a esa prisión, a esa explotación y precisamente fueron ellos, que con sus actos bestiales sembraron el sentimiento de angustia que oprimió a nuestros aborígenes tras haber sentido por primera vez en sus espíritus el terrible sabor de la muerte.

Guaicaipuro son ese tiempo, esa historia, ellos se unen en esa convergencia cíclica, para demostrar que no fue una idealización, sino una afirmación conjugada por el cántico de la esperanza y la libertad, ella nos muestra, que mediante ese sacrificio combativo, esos hombres defendieron a costa de sus vidas, la destrucción de sus sueños edénicos y levantaron el muro inevitable de la superación en la praxis histórica que ya no se puede ocultar.

Esta es la historia de un hombre, el ultimo hombre libre que parió estas tierras, el mas firme de todos los libertadores, del que se erigió en uno de los mas audaces y destacados jefes nuestros, del único que hizo helar la sangre a los jefes de aquella implacable conquista. El que se le paró de frente al invasor Diego de Losada y le dijo: - Te dejaré un dominio quemado y lleno de cadáveres, pero ¡libres!!!-. El mismo que en 1561 destrozó las huestes de Juan Rodríguez Suárez, “el caballero de la capa roja”, en las montañas de Las Cocuizas. Si hermanos míos, la historia de Guaicaipuro que en lengua caribe significa “púa azada”, la figura inmortal aborigen latinoamericano que entregó su vida para ser libre y quedar como lección eterna a todas las generaciones. Si atendemos el contenido de lo enseñado encontraremos el inicio de la verdadera continuidad histórica y a su vez tactaremos el punto donde residen las apariencias de la conquista, de la colonia y de los tiempos presentes, pero eso le corresponde a estas nuevas generaciones para que no continúen viviendo como las “estructuras ausentes de la patria”, sino con su verdad absoluta y revelada. Reconstruir la historia de Guaicaipuro es presenciar una posesión demoníaca y sentir un mundo que pasa por una horrenda transformación espiritual, es vivir bajo la amenaza y la amargura de una conquista arrogante e insolente y donde la única escapatoria hacia la libertad era la muerte, pues de lo contrario no había otro camino que el de caer en la ignominiosa ruta de la esclavitud.

Cuando hablo de este defensor de la patria aborigen es como si el sonido de las olas embravecidas entraran intermitentemente dentro de mí, despertándome de tal manera que quiero regresar para encerrar el paso de lo que se aproxima y ser labrador, tejedor, albañil de todas esas lagrimas aborígenes.

Cuando los primeros españoles llegaron a las costas que bordean estas tierras, escucharon de aquellos labios la palabra CARACAS, ellos llamaban así una hierba de hoja larga muy parecida al bledo que comían abundantemente, la cual se esparcía por todo el litoral desde La Guaira hasta la región que hoy se denomina como Los Caracas, y así se les llamó desde ese tiempo. Agrupaban varias tribus, los Toromaimas pobladores del Valle del Guaire, los Mariches que habitaban Petare hasta la fila de este nombre y se expandían hacia el sudeste hasta las riberas del río Tuy, los Tarmas, Paracotos, Chagaragotos, Chavavaros, Tomusas, Quiriquires y Mayas, tribus de la misma provincia que iban a juntarse con los Teques y Meregotos esparcidos hasta las serranías que circundan la región del Tuy, sus laderas y valles hasta salir a encontrarse con los de Aragua. Todos pertenecían a la raza indómita de los caribes. Debo decir que el primero que entró a este territorio con el propósito de establecer civilización fue aquel farsante que un día se hizo amigo de nuestros aborígenes, Francisco Fajardo, quien vino de la Isla de Margarita, hijo de un español llamado Diego Fajardo y de la aborigen Isabel, cacica de los Mayas, era sobrino del cacique Naiguatá y esto le facilitó la entrada por las costas de Los Caracas hacia Abril de 1555.

En 1558 funda la Villa de Catia y en 1560 funda a San Francisco, en el mismo sitio que hoy ocupa la ciudad de Caracas. El conocimiento de nuestro idioma y nuestras costumbres y que en su mayoría de viajes se hizo acompañar por mestizos, es decir, hijo de español y aborigen, afianzaba la amistad entre este valeroso capitán y nuestros aborígenes. Pero muy pronto comenzaron los abusos y los crímenes de algunos de los que habían llegado con Fajardo y las relaciones entre ellos y las tribus, las cuales comenzaron a violentarse, ellos a usurpar y robar y los aborígenes a defenderse. Los caciques que habían autorizado de buena voluntad la permanencia y las acciones de Fajardo, se reunieron para trazar la resistencia contra aquellos pillos.

Guaicamacuare, nuestro enigmático cacique, poseedor de virtudes extraordinarias, informa a Fajardo de esta reunión y éste de inmediato refuerza el caserío de Villa de Catia cercándola y asegurándola como un fortín de pura madera. Paisana, cacique mezclado de sueño, melancolía, cautela y desconfianza, se enfrenta a Fajardo al cual tildaba de “intruso” aquello fue una lucha de dos gladiadores que fue interrumpido por Guaicamacuare que exigía respeto y paz para la alianza. Paisana rompe con Guaicamacuare y la tribu se divide, el cacique traza un plan para atacar la aldea y una noche se lanza al ataque, pero allí era esperado por los hombres de Fajardo y Guaicamacuare que frustran el golpe de Paisana. Pero este no se amilana, envenena las vertientes que surten de agua a la aldea y la sitia; esta acción fue terrible, allí murieron muchos españoles y entre las víctimas estuvo la popular doña Isabel, madre de Fajardo que lo había acompañado para la fundación de la villa. Fajardo decide retirarse para Margarita y comienza a reparar las embarcaciones, pero una noche ataca por sorpresa a Paisana, diezmándole toda su organización. El cacique decide pacificarse y envía un mensaje a Fajardo quien le contesta que lo recibirá, pero al entrar el cacique a la villa ordena prenderlo y sin juicio alguno lo ahorca junto con diez aborígenes más. Posteriormente el mestizo abandona la aldea y se retira rumbo hacia Margarita.

Guaicaipuro al conocer la noticia del vil asesinato de Paisana por parte de Fajardo, expresó indignado:

- Ninguno de nosotros se arrodillará ante los verdugos. Ahora debemos unirnos para enfrentarnos y echarlos de nuestras tierras.

Dispuesto salió Guaicaipuro a luchar contra Fajardo y así lo hizo obligándolo a dejar la villa de San Francisco y en una reunión con Guaicamacuare le dijo:

- Fajardo es uno de ellos, no puede ser amigo cuando viene con hombres armados y se apodera de nuestra tierra, nuestros cultivos y viene en nombre del dominio de la corona a construir pueblos y a someter hombres. Sino ve a tú alrededor, tus pastos, tus prados, tus montes y tus aguas por gracia y merced suya no se pueden labrar, ni trabajar sino es para su encomienda. Tú y tu tribu están sirviendo a la perversión de esos tiranos y por eso tu y tus hombres morderán el polvo que ellos dejan a su paso.

No hubo más palabras, Guaicamacuare comprendió su error y desde aquel momento pasó a las filas rebeldes de Guaicaipuro. Salió en busca de Fajardo y habiéndolo acordado con el gran cacique, realizó esta estrategia táctica.

- Francisco, por haber sido tu amigo, me persiguen para destruirme y acabar con mi pueblo. Los indios Teques me han declarado la guerra. Míralos, allí están quemando mis casas. Necesito que me ayudes.

Fajardo accedió y dejó encargado al capitán Juan Jorge de Quiñones para que le reforzara. Guaicamacuare llegó primero al pueblo, nombró al valiente Pararián jefe del cuadro que debía emboscar a Juan Jorge y sus hombres y ponerlos al centro a disposición de los combatientes de Guaicaipuro. La batalla fue encarnizada, los conquistadores con mejores pertrechos hacían estragos a los aborígenes, en eso llegó Guaicaipuro y se abalanzó contra aquellas aguerridas tropas. Pararián animaba a sus hombres con una guaica que tenia en la mano, Juan Jorge al verlo pica las espuelas en su caballo y se lanza contra este que hábilmente se esquiva y logra bajarlo del caballo, Pararián acertadamente hunde la guaica en el vientre del español quien grita desesperado ¡a la carga! ¡Maten a estos malditos!, Guaicaipuro por el costado izquierdo exterminaba los pocos hombres que huían desesperadamente.

Ya para ese tiempo Guaicaipuro se destacaba como el más firme opositor de la esclavitud y el sometimiento a los españoles, causándoles numerosas bajas y acosándolos a todo momento. Contaba dieciocho años cuando fue electo cacique defensor de la tierra aborigen y fue pronto que ya mandaba y organizaba a todas las tribus esparcidas del territorio. Muy joven se casó con la bella aborigen Rosa, quien con su inteligencia y comprensión le sirvió de apoyo para la causa liberadora, dándole un hijo el cual llamó Baruta y siendo también combatiente defensor de la libertad.

Todas las condiciones estratégicas y tácticas guerreras poseía el noble indígena, su visión de la realidad le abría los caminos para captar combatientes y la unificación de caciques y tribus. Pocas veces fue sorprendido por el enemigo en emboscadas y ataques a mansalva, él era preciso para estas acciones, su pujanza y su valor aterrorizaban a los mejores capitanes de la conquista. Rodríguez Suárez el valiente capitán de la “capa roja”, trató de someterlo y nunca lo consiguió, buscó entonces pacificarlo haciéndole ofertas que el cacique jamás escuchó. Su ideal era la libertad de su pueblo, su lucha defensiva fue por su suelo nativo ante aquellos infernales invasores. Su concepción de rebelde se ajustó al momento histórico que vivía su nación, estaba claro y su único anhelo fue siempre el de librarse de la subyugación invasora.

La Villa de San Francisco tuvo espacio solo de unos tres meses de existencia, pasaron seis años sin que este suelo fuese pisado por español alguno, pero cuando corría el inicio del año de 1567 regresaron los conquistadores conducidos bajo el mando del valiente capitán Diego de Losada, quien venía con disposición de fundar a Caracas en todo el corazón del valle. Diego de Losada había condenado a muerte a Guaicaipuro por ser este el ejecutor de Rodríguez Suárez y sus huestes en Las Cocuizas, además de haber puesto en peligro y al fracaso toda la conquista.

Se iniciaba el mes de Julio de 1567, la mayoría de las tribus se encontraban en rebeldía y capitaneadas por el cacique Guaicaipuro, ante tal acción Diego de Losada decide fundar la ciudad para estabilizarla y fijar definitivamente a la población que había venido con él, para esta obra nombró a Diego de Henares para que trazara el proyecto de ciudad. Terminado y revisado por Losada, escoge el día 25 de Julio para poner la primera piedra, éste ordenó poner una picota en todo el centro de la plaza porque desde allí se ejecutaría la justicia, subió a su caballo con todo su armamento, desenfundó su espada y rodeado de toda la gente dijo:

- En nombre de Dios todopoderoso, en nombre de su majestad divina, fundo esta ciudad, a la cual doy por nombre Santiago de León de Caracas. Santiago en agradecimiento a nuestro apóstol tradicional y defensor de toda la conquista española, santo y militar sagrado de España. De León, a gloria de nuestro gobernador hoy, Ponce de León de toda esta provincia española. De Caracas, en honor a las tribus aborígenes que la pueblan.

Si existe alguna persona que no este de acuerdo con esta resolución, que salga y lo diga, pues estoy dispuesto a defender todo lo que construyo a toda consta. –Aún con la espada desnuda, la descarga con toda su fuerza sobre el madero levantado y prosiguió- Tomo posesión de todo y que se ejecute todo lo que he dicho.

A una sola voz contestaron los pobladores ¡Viva el rey! ¡Viva el capitán!

Al finalizar el coro Diego de Losada expresó:

- Fundo la ciudad de Santiago de León de Caracas y nombro como alcaldes a Don Gonzalo Osorio y a Don Francisco Infante y como regidores a Don Lope de Benavides, Bartolomé de Almao, Martín Fernández de Antequera y a Don Alonso Ortiz lo designo como escribano de cabildo. Hágase lo que hoy 25 de Julio de 1567 he dicho en escrito para ser firmado y para que la historia lo acredite tal como se hizo.

Firmada el acta de fundación, se procedió a repartir las tierras entre aquellos señores, olvidándose por completo de los aborígenes, propietarios únicos de aquella región.

Este procedimiento contrarió mas a todos y a pedido del cacique se reunieron para convenir un ataque sorpresa sobre la reciente ciudad fundada. Libraron un combate en Macarao donde la victoria indígena fue contundente y ya próximos a Caracas, Guaicaipuro dispuso la concentración de tropas en Maracapaná, una explanada al norte, estaba al pie de la serranía y de aquel sitio se podía observar los movimientos de los conquistadores.

Pero para suerte de los usurpadores, Diego de Losada, envió a Pedro Alonso Galeas a tierra de los Tarmas para buscar sustentos y bastimentos, en el trayecto éste vio mucho movimiento de indios que llegaban al lugar citado por Guaicaipuro. Pedro Alonso decidió entonces detenerlos evitándoles la continuación al sitio convenido y envió mensaje a Losada de lo que allí estaba pasando. Los conquistadores habían recibido numerosos refuerzos de las Antillas y Losada ordenó preparar la caballería y toda la infantería para salir al encuentro de los aborígenes que ya en su mayoría estaban detenidos.

En Maracapaná Guaicaipuro detectó lo que estaba ocurriendo y ordenó, al ver que los Tarmas y Teques no llegaban, que se retiraran, pero a la vez escogió treinta hombres y propuso un ataque sorpresa sin exponerlos a todos.

Pero cuando éstos se dirigían a la ciudad chocaron con la caballería de Losada, quienes de inmediato al grito de ¡Santiago y por el rey! Se lanzaron contra el pequeño comando exterminándolo en su mayoría, por suerte Guaicaipuro salva su vida milagrosamente apoyado por el valor y la fiereza de su amigo el cacique Tiuna, quien se armó de media espada y la amarró a una caña combatiendo con tal valor que logró herir a Francisco Maldonado a quien había derribado con todo y caballo, un disparo de un indio traidor le atraviesa un costado y Tiuna se refugia en la montaña.

Losada, furioso ordena la muerte para el cacique y encarga para ello al alcalde de Caracas Francisco Infante, quien organiza un ejército de 80 hombres y valiéndose de aborígenes mercenarios logra descubrir el refugio de Guaicaipuro.

Una tarde espléndida sale de Caracas y luego de recorrer unas cinco leguas de distancia, hacia la media noche, llegan al alto de una fila llamada Suruapo, en su falda estaba un pequeño rancherío y hacia una pequeña meseta bastante distante de los otros ranchos, estaba el bohío donde descansaba el jefe aborigen. Infante estudia el sitio y organiza la estrategia para el ataque, él se queda a la retaguardia con veinticinco hombres y dispuso a los demás rodear el sitio donde presume esta el cacique y atacar de frente. Cuarenta hombres atacan el rancho y quince se interponen entre el sitio donde está el cacique y el pequeño caserío. Ruidos estrepitosos, gritos de ataquen, maten, exterminen, se expanden por aquel sitio, en cuestión de segundos todo aquello es un infierno. El pueblo de Guaicaipuro despierta aterrorizado:

- Nos atacan, van a matar al jefe, ¡defendámoslo!

Pero todo es inútil, ya nada se puede hacer, todos caen acribillados ante aquel ataque sorpresivo. Guaicaipuro se atrinchera en su rancho con varios de sus combatientes y allí esperan a los conquistadores, pero todo el que logra penetrar es muerto o herido por estos. Guaicaipuro con la espada de Rodríguez Suárez en su mano hace estragos a los enemigos y desde aquel sitio les grita:

- Vamos contra esos monstruos sedientos de sangre, contra esos que vienen a saquear lo que es nuestro y que vienen a someternos para hacernos esclavos.

Ante la imposibilidad de controlar al cacique y menos que se rindiera, Infante ordena desde su guarida que se queme el sitio y el rancho donde está el invencible aborigen. El rancho comienza a arder, las llamas se elevan como un lamento para que la historia no hable de esta maldad, Guaicaipuro convertido en una tea humana y con la espada del terrible conquistador Rodríguez Suárez, salta fuera de su casa y corre desesperado de frente a sus enemigos que al verle huyen despavoridos, alcanza a muchos y los mata, ya moribundo con toda la fuerza de su garganta atraviesa aquel infierno con su temible expresión:

- ¡Guaiiicaiiipuroooo! He traspasado mil veces el lomo de esta tierra agredida miserablemente por los pies de estas injusticias.

Fueron sus últimas palabras y sacudieron a todos. El paladín de la libertad había caído ante el harapo de la conquista y al sucumbir él, se moría toda esperanza para la libertad y la resistencia de su pueblo. Su muerte condenaba a la extinción o a las cadenas del oprobio español. Porque de Guaicaipuro aprendimos:

- ¡Seremos libres o seremos muertos!

Y luego vino un silencio de acero templado que se deshilacho con los gritos del aire, mas nunca tuvieron descanso los aborígenes y la historia los marca como vil raza asustada. Guaicaipuro levantó las vendas y todos hundieron las manos en los miserables dolores que mataban la vida. Ya solo les quedaba una permanencia que se hizo palabra de piedra, vida de piedra, amontonada en el tiempo por tantas vidas aborígenes


vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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