En su artículo, "Las causas principales de la Gran Depresión" afirmaba Paul Alexander Gusmorino que:
"Hubo muchos factores que desempeñaron su papel a la hora de provocar la Gran Depresión; sin embargo, la causa principal estuvo en la combinación de la distribución enormemente desigual de riqueza a lo largo de los años 20, y la enorme especulación en el mercado de valores que se produjo durante la última parte de esa misma década”.
La
disparidad de la renta se ensanchó a lo largo de los años 20. Mientras
la renta disponible se incrementaba en un 9% entre 1920 y 1929, quienes
se encontraban entre el 1% más alto disfrutaban de un aumento de un 75%
en su renta disponible. Una brecha semejante, si bien mayor, ha surgido
en años recientes, conforme una parte mayor de la riqueza nacional se
ha movido hacia la gente más rica del país.
“Hacia
2006, el 1% superior de los hogares recibía cerca de una cuarta parte y
el 10% superior conseguía el 50% de la tarta de la renta. En 2006, los
400 norteamericanos más ricos poseían una riqueza colectiva neta de 1,6
billones de dólares, mayor que la riqueza combinada de 150 millones de
personas en la base. Este grado de desigualdad en la renta y la riqueza
se vio por última vez justo antes del comienzo de la Gran Depresión”. (The ABCs of the Economic Crisis: What Working People Need to Know, de Fred Magdoff y Michael Yates, Monthly Review Press).
También
entre 1925 y 1925, el crédito se multiplicó más del doble (de 1.380
millones de dólares a cerca de 3.000 millones) igual que ha sucedido en
la última década. De acuerdo con el McKinsey Global Institute:
"Entre 2000 y 2007, los hogares norteamericanos se entregaron a una orgía de préstamos que casi dobló su extraordinaria deuda hasta dejarla en 13,8 billones. La cantidad de deuda familiar norteamericana acumulada hacia 2007 carecía de precedentes, ya se estimase en términos nominales, como parte del PIB (98%) o como proporción del pasivo de la renta personal disponible (138%) (McKinsey Global Institute, "Will U.S. Consumer Debt Reduction Cripple the Recovery?").
"Entre 2000 y 2007, los hogares norteamericanos se entregaron a una orgía de préstamos que casi dobló su extraordinaria deuda hasta dejarla en 13,8 billones. La cantidad de deuda familiar norteamericana acumulada hacia 2007 carecía de precedentes, ya se estimase en términos nominales, como parte del PIB (98%) o como proporción del pasivo de la renta personal disponible (138%) (McKinsey Global Institute, "Will U.S. Consumer Debt Reduction Cripple the Recovery?").
Los salarios
estancados, los menguantes ahorros personales y la deuda familiar sin
precedentes han creado condiciones casi idénticas a aquellas que
precedieron a la Gran Depresión. Los síntomas han quedado enmascarados
por los billones destinados a estímulo monetario y fiscal, pero la
desigualdad mayúscula y el ingente peso de la deuda personal auguran un
largo periodo sombrío en el porvenir. La gente es más pobre que antes y
sus necesidades debe afrontarlas el gobierno. El economista James K.
Galbraith toma como blanco la actual política en un artículo reciente
del Washington Monthly:
"Lo más extraño del programa de Geithner es su incapacidad de actuar como si la crisis financiera fuese una verdadera crisis –una amenaza económica en conjunto y a largo plazo- en lugar de ser simplemente un par de problemas emparentados pero temporales, uno en la banca y el otro en el empleo. En la banca, la metáfora dominante es la de las cañerías: hay un tapón que debe desatacarse. Aplíquese un desatascador a los activos tóxicos, se dice, y las condiciones crediticias volverán a lo normal. Esto convertiría a la recesión en algo esencialmente normal, dando por válido el paquete de estímulos. Resolvamos estos dos problemas y acabará la crisis. Esa es la idea.
"Lo más extraño del programa de Geithner es su incapacidad de actuar como si la crisis financiera fuese una verdadera crisis –una amenaza económica en conjunto y a largo plazo- en lugar de ser simplemente un par de problemas emparentados pero temporales, uno en la banca y el otro en el empleo. En la banca, la metáfora dominante es la de las cañerías: hay un tapón que debe desatacarse. Aplíquese un desatascador a los activos tóxicos, se dice, y las condiciones crediticias volverán a lo normal. Esto convertiría a la recesión en algo esencialmente normal, dando por válido el paquete de estímulos. Resolvamos estos dos problemas y acabará la crisis. Esa es la idea.
Pero la metáfora de la
fontanería es equívoca. El crédito no es algo que fluye. No es algo que
pueda forzarse para que baje por las tuberías a base de limpiarlas. El
crédito es un contrato. Precisa de alguien que pida un préstamo y
alguien que lo conceda, un cliente lo mismo que un banco. Y quien pide
un préstamo debe reunir dos condiciones. Una es la solvencia
crediticia, lo que significa unos ingresos seguros y, por lo general,
una vivienda con valor de patrimonio neto. Por tanto los precios de los
activos tienen su importancia. Con una excesiva oferta crónica de
viviendas, los precios caen, las garantías desaparecen, y aun cuando se
muestren dispuestos quienes solicitan un crédito, no pueden ser
considerados aptos para un préstamo. El otro requisito es la buena
disposición a solicitar préstamos, motivado por lo que Keynes llamó
'espíritus animales' del entusiasmo empresarial. En una depresión
escasea ese optimismo. Aunque la gente disponga de avales, quiere la
seguridad del efectivo. Y precisamente porque quieren efectivo es por
lo que no vaciarán sus reservas destinándolas a pagar un coche nuevo.
La
metáfora de que el crédito fluye da por hecho que la gente acudió en
masa a los escaparates de los concesionarios de coches en noviembre
pasado y tuvo que echarse atrás porque no se podía disponer de
préstamos. Esto no es cierto: lo que sucedió es que la gente dejó de
acudir. Y dejó de acudir porque, de repente, tuvieron la impresión de
que eran pobres". ("No Return to Normal:Why the economic crisis, and
its solution, are bigger than you think" James K. Galbraith, Washington Monthly).
Los
planificadores clave de la política de la administración de Obama
parecen no advertir el problema a la primera. Eso ha convertido lo que
era una situación mala en otra aún peor. Galbraith piensa que estamos
utilizando el modelo equivocado para enfrentarnos a una depresión. Si
el sistema bancario se ha desmoronado y los consumidores están
demasiado agobiados por sus deudas como para poder gastar, entonces hay
que considerar otras alternativas.
Veamos nuevamente lo que dice James K. Galbraith:
"Roosevelt dio trabajo a los norteamericanos a una escala inmensa, rebajando las tasas de desempleo a niveles que fueran tolerables, aun antes de la guerra, del 25% en 1933 a menos del 10% en 1936...
El New Deal reconstruyó físicamente Norteamérica, poniendo el cimiento (las centrales eléctricas de la Tennessee Valley Authority, por ejemplo) desde el que pudo lanzarse la movilización de la Segunda Guerra mundial. Pero además salvó al país política y moralmente, proporcionando empleos, esperanza y confianza en que al final valía la pena preservar la democracia. Eran muchos los que en la década de 1930 no lo creían.
Veamos nuevamente lo que dice James K. Galbraith:
"Roosevelt dio trabajo a los norteamericanos a una escala inmensa, rebajando las tasas de desempleo a niveles que fueran tolerables, aun antes de la guerra, del 25% en 1933 a menos del 10% en 1936...
El New Deal reconstruyó físicamente Norteamérica, poniendo el cimiento (las centrales eléctricas de la Tennessee Valley Authority, por ejemplo) desde el que pudo lanzarse la movilización de la Segunda Guerra mundial. Pero además salvó al país política y moralmente, proporcionando empleos, esperanza y confianza en que al final valía la pena preservar la democracia. Eran muchos los que en la década de 1930 no lo creían.
Lo que no se recuperó con
Roosevelt fue el sistema de banca privada. Los préstamos y el crédito
–las hipotecas y la construcción de viviendas- contribuyeron bastante
menos al crecimiento de la producción en los años 30 y 40 de lo que
habían supuesto en los años 20 o contribuirían después de la guerra. De
tener algunos ahorros, la gente los mantenía en valores del Tesoro, y a
pesar de los enormes déficits, las tasas de interés de la deuda federal
siguieron siendo casi de cero. La trampa de liquidez no se superó hasta
el fin de la guerra... El relanzamiento de las finanzas privadas tardó
veinte años, aparte de la guerra.
Una breve reflexión sobre esta historia y las actuales circunstancias lleva a una clara conclusión: la plena recuperación del crédito privado tardará mucho tiempo. Se producirá después y no antes de la recuperación sólida de las finanzas de los hogares de los particulares. No hay forma de que el proyecto de revivir la economía atiborrando a los bancos de efectivo vaya a funcionar. Una política eficaz sólo puede funcionar al revés”. ("No Return to Normal: Why the economic crisis, and its solution, are bigger than you think" James K. Galbraith, Washington Monthly).
Una breve reflexión sobre esta historia y las actuales circunstancias lleva a una clara conclusión: la plena recuperación del crédito privado tardará mucho tiempo. Se producirá después y no antes de la recuperación sólida de las finanzas de los hogares de los particulares. No hay forma de que el proyecto de revivir la economía atiborrando a los bancos de efectivo vaya a funcionar. Una política eficaz sólo puede funcionar al revés”. ("No Return to Normal: Why the economic crisis, and its solution, are bigger than you think" James K. Galbraith, Washington Monthly).
La
historia puede ayudar apuntando el camino para salir de este desastre,
pero no si los políticos niegan la importancia de las lecciones del
pasado y siguen adelante con medidas a medias que agoten los recursos y
extiendan la miseria. Reponer las reservas de los bancos y esperar que
los consumidores en apuros vuelvan a pedir crédito de nuevo no tiene
sentido. Igualmente sin sentido es ignorar el balance general en
pedazos de la economía familiar que habrá que remendar antes de que se
reanude el consumo. El gobierno ha de comprometerse más y desempeñar un
papel mayor. No se trata de un problema que puedan arreglar solos la
Reserva Federal y el Tesoro. Será precisa una importante movilización
pública, semejante a los preparativos para una guerra. Habrá que
emplear fondos federales para que reemplacen a los ingresos perdidos
del Estado. Habrá que crear programas de obras del gobierno para
reconstruir infraestructuras cruciales, difundir las tecnologías verdes
y modernizar los sistemas energéticos. Al mismo tiempo, la
administración tendrá que volver a regular el sistema financiero, dar
solución o finiquitar a los bancos insolventes, y crear un sistema de
bancos bajo control local que funcionen como servicios públicos para
proporcionar préstamos a bajo interés a negocios y consumidores.
Todo esto costará billones; billones que no se vayan por un agujero negro a Wall Street o se utilicen para bonificaciones de sospechosos magnates bancarios. En otros palabras, dinero bien gastado.
Gran gobierno significa grandes déficits, y la amenaza en ciernes de fuga de capitales. ¿Acabarán recelando bancos centrales e inversores extranjeros de los déficits y desecharán el dólar y los bonos del Tesoro? Ni hablar. El mundo busca liderazgo, alguna indicación de que los Estados Unidos saben cómo dar forma a su futuro y limpiar sus establos. Quieren ver cómo “se hace cargo” la administración de Obama y arregla el sistema bancario, cómo llevan a cabo la investigación de los delitos, recuperan la confianza en los mercados y reconstruyen el motor de la demanda global, las clases medias. Es esta la labor del gran gobierno. El gran gobierno ha vuelto.
Mike Whitney vive en el estado norteamericano de Washington y escribe en globalresearch.ca del Centre for Research on Globalization. Su correo es fergiewhitney@msn.com
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2867
Todo esto costará billones; billones que no se vayan por un agujero negro a Wall Street o se utilicen para bonificaciones de sospechosos magnates bancarios. En otros palabras, dinero bien gastado.
Gran gobierno significa grandes déficits, y la amenaza en ciernes de fuga de capitales. ¿Acabarán recelando bancos centrales e inversores extranjeros de los déficits y desecharán el dólar y los bonos del Tesoro? Ni hablar. El mundo busca liderazgo, alguna indicación de que los Estados Unidos saben cómo dar forma a su futuro y limpiar sus establos. Quieren ver cómo “se hace cargo” la administración de Obama y arregla el sistema bancario, cómo llevan a cabo la investigación de los delitos, recuperan la confianza en los mercados y reconstruyen el motor de la demanda global, las clases medias. Es esta la labor del gran gobierno. El gran gobierno ha vuelto.
Mike Whitney vive en el estado norteamericano de Washington y escribe en globalresearch.ca del Centre for Research on Globalization. Su correo es fergiewhitney@msn.com
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2867