Un enfoque psicológico de las crisis

La fiesta se terminó y la crisis llegó, ahora hay que pagar

Las crisis económicas es un tema recurrente que se instala en las portadas de los periódicos de todo el mundo. Estas crisis han acompañado al sistema capitalista desde sus inicios. En este sentido, han sido profusamente documentadas crisis como la de la burbuja de los tulipanes en el siglo XVII en Holanda, o la burbuja de los mares del Sur en el siglo XIX, siendo las burbujas, procesos de intensa especulación respecto de un bien tangible o intangible (inmuebles o acciones de empresas de Internet), que sube vertiginosamente de precio hasta llegar a niveles absurdos.

Quienes participan en la euforia especulativa comprando el bien en cuestión, están motivados por la avaricia y la confianza en que el precio seguirá subiendo indefinidamente, y que ellos podrán vender a un precio elevado muy superior al precio de compra, obteniendo una ganancia exorbitante sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, las burbujas tienen los días contados, siempre llegará un momento en que los vendedores no encontrarán compradores, y esto desatará un proceso de baja de precios para colocar el activo en cuestión, la baja de precios provocará pánico y todo el mundo saldrá a vender sus existencias, lo que hará que el precio se desplome vertiginosamente también. Por lo tanto, muchos se arruinarán al tener que vender a un precio muy inferior al que compraron. La situación se complica más aún, si los compradores financiaron sus compras a través de deudas con entidades bancarias, las que no pueden obtener el pago de los préstamos concedidos, esto desata entonces una crisis financiera.

La situación puede empeorar si la crisis financiera desata una crisis económica, es decir, una crisis del sistema productivo de bienes y servicios. Los bancos en problemas por el financiamiento de una burbuja se encuentran incapaces de ofrecer crédito a las actividades productivas, lo que redunda en una baja de la inversión y de la producción, dando lugar a una recesión económica.

A pesar de que hemos dicho que las crisis económicas han acompañado al sistema capitalista desde sus comienzos, antes, en la Edad Media también se dieron períodos de crisis económicas, momentos de inflación galopante, escasez de productos por malas cosechas, penurias económicas por guerras, devaluación de las monedas (reduciendo la cantidad de oro o plata de las monedas). Por lo tanto, podríamos decir, que las crisis económicas han acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales.

La economía como ciencia, y en particular, en el tratamiento de las crisis económicas y financieras ha perdido su conexión con los seres humanos y su carácter de ciencia social. El lenguaje económico habla de inversión, inflación, deflación, burbuja inmobiliaria, etc. También, muchos economistas se deleitan en crear modelos matemáticos complejos (que de todos modos son una grosera simplificación de la realidad) de una realidad mucho más compleja, que dejan de lado el carácter humano y social de la economía.

Es necesario hacer un esfuerzo intelectual para tratar de ver los fenómenos económicos como productos de decisiones y acciones ejercidas por seres humanos, por comportamientos que no necesariamente son racionales e incluso pueden ser reprobables en un sentido ético, la avaricia y el egoísmo como ejemplos de lo anterior.

Las decisiones económicas de los seres humanos que pueden crear en un momento determinado una burbuja económica, pueden estar motivadas por la avaricia y el optimismo cuando la burbuja está en un momento de auge. Cabe destacar que las burbujas suelen desarrollarse en momentos en que existe una bonanza económica en la sociedad, por lo tanto, hay un ambiente de optimismo en general acerca del futuro. En estas circunstancias, pareciera ser que las personas se hacen ciegas y sordas a cualquier signo que pueda arrojar dudas sobre el futuro. En este ambiente, con abundancia de dinero, aparece algún activo que puede dar lugar a una burbuja. Nadie tiene muy claro el mecanismo por el cual se desarrolla una burbuja, sin embargo, el sector hipotecario parece muy propicio para la configuración de un fenómeno de este tipo, de hecho, en Japón se dio una burbuja hipotecaria, en España también y la última en 2008, en Estados Unidos.

Para el sector financiero siempre es bueno prestar dinero con garantía de un bien inmueble. Las personas contagiadas del optimismo prevaleciente en toda la sociedad tienden a pensar que su situación particular también mejorará en el futuro, y que dada el alza de precio de los inmuebles, siempre habrá la posibilidad de venderlo en un futuro con una buena ganancia. En este punto también podemos señalar que los banqueros y las autoridades económicas tienden a dar discursos optimistas acerca de la economía, que reafirman en la gente un sentimiento de confianza y seguridad. Es un hecho que las autoridades económicas son muy renuentes a declarar una economía en recesión, aunque la evidencia sea clara, y cuando admiten el problema, tratan de minimizarlo como un traspié pasajero de la economía.

En la evolución de una burbuja existe un momento en que los precios del activo se desvinculan totalmente del precio real, y a pesar de esta situación, la gente sigue comprando y los bancos siguen prestando dinero; corriendo cada vez mayores riesgos de que los prestatarios no puedan pagar en el futuro. Aquí tenemos que señalar, que podemos observar una conducta irresponsable; tanto en los compradores como en los banqueros. Por supuesto, en el caso de la banca, los ejecutivos están haciendo mucho dinero con la burbuja; una conducta responsable eliminaría los beneficios extraordinarios obtenidos. Y aquí aparece el aspecto ético detrás de las burbujas; los ejecutivos de los bancos no se comportan de una manera honesta; ellos saben que las consecuencias las pagarán los compradores que pusieron los ahorros de toda una vida, en un negocio que ellos creían seguro y rentable. Por otra parte, los banqueros saben que si las cosas salen mal; el gobierno les lanzará un salvavidas inyectando dinero a los bancos en problemas.

Luego de la euforia en la burbuja; se alcanza un momento en que los vendedores del activo no pueden encontrar compradores. En este momento, los vendedores empiezan a bajar el precio para poder encontrar compradores interesados, en este momento, una nueva emoción invade a todos aquellos que son poseedores de un activo (acción, inmueble); el miedo de no poder vender a un precio mayor, del que se compró el activo

Entonces cunde el pánico entre los poseedores de los activos, todo el mundo quiere vender y por la ley de la oferta y la demanda hace que el precio se desplome.



Tal como podemos ver; en el auge y explosión de una burbuja se toman decisiones basadas en emociones que poco tienen que ver con la visión clásica del homus economicus; es decir, la clásica visión económica que considera que un individuo siempre toma decisiones económicas, basadas en una estricta racionalidad con miras a incrementar su nivel de satisfacción. Por supuesto, la racionalidad del individuo en su conducta económica está condicionada a que se disponga de una información completa, esto es lo que dice la teoría económica clásica, lo que en la práctica no se verifica.

La gente tiende a aceptar, sin ningún análisis crítico, lo que las autoridades económicas dicen en los momentos de auge de la economía y tienden a confiar en los bancos. Una vez que la burbuja se desinfla y mucha gente pierde sus ahorros, sus casas, e incluso sus empleos; nuevas emociones afloran tales como: rabia, tristeza, desconfianza, pérdida de autoestima, angustia y depresión.

Las consecuencias psicológicas de las personas afectadas por el estallido de una burbuja económica pueden ser devastadoras, llevando a muchos individuos al suicidio, y a otros, a sufrir diferentes trastornos psicológicos.

Tal como hemos visto las consecuencias de las burbujas económicas pueden ser devastadoras, de hecho, las consecuencias no se reducen al mercado de bienes raíces o el mercado de acciones, estas pueden afectar el sistema financiero de un país, generando bancarrotas de las instituciones financieras y forzando al gobierno a usar dinero de los contribuyentes para asegurar los depósitos de las personas y prestar dinero a los bancos para evitar la quiebra. Generalmente, la crisis financiera también termina impactando la economía real y conduciendo a una recesión. Todo lo anterior es bastante grave, pero debido a la globalización, las crisis económicas son también globales. La burbuja hipotecaria de 2008 terminó afectando todo el mundo desarrollado debido a la interconexión de los sistemas financieros, cuando los bancos americanos vendieron a otros bancos en todo el mundo certificados basados en hipotecas subprime de alto riesgo. Estos bancos también vendieron estos certificados a sus clientes. Una vez que la burbuja estalló y muchos compradores de bienes raíces en los Estados Unidos no pudieron amortizar los préstamos, los certificados basados en hipotecas se convirtieron en basura.

Cabe destacar también el papel de la banca a la sombra en el desencadenamiento de la crisis de 2008. La banca a la sombra son instituciones que no son propiamente bancos, y por lo tanto, no están reguladas como tales, y se dedican a obtener dinero del público e invertirlo jugando en la bolsa, ofreciendo a sus clientes tasas de interés mucho más atractivas que las ofrecidas por los bancos. Esta banca a la sombra compró un volumen importante de certificados basados en hipotecas subprime por el alto beneficio que ofrecían. Mucha gente en Estados Unidos busca oportunidades para invertir los ahorros dedicados a los gastos futuros de los en la universidad de los hijos o para su propio retiro, y se ven seducidos por los beneficios ofrecidos por estos seudo bancos.

Aquí es bueno destacar la separación que se ha dado entre el sector productivo real de bienes y servicios y el sector financiero. Durante mucho tiempo, la banca fue el punto de unión entre los ahorristas y los productores que necesitaban financiamiento. Sin embargo, la banca fue perdiendo esa función clásica y con los ahorros de la gente se dedicaron a la especulación con acciones, monedas, materias primas, bienes raíces y valores de todo tipo, buscando mayores niveles de rentabilidad comprando barato y vendiendo caro. También se dedicaron a financiar a personas e instituciones que no pedían prestado para desarrollar alguna actividad productiva, sino que necesitaban el financiamiento para especular en las bolsas de valores.

Ahora bien ahondando en el aspecto psicológico de las crisis cuando comienza a desarrollarse una burbuja, lo que ocurre en un ambiente de prosperidad general de la economía, el optimismo de la gente y por qué no decirlo, la avaricia se apodera de todo el mundo. La gente quiere obtener beneficios elevados y en un corto plazo, y ve en un activo (inmuebles por ejemplo) que va subiendo de precio sin parar, la oportunidad para comprar barato y vender más caro. La gente llevada por la avaricia cae en el juego especulativo. La gente pierde la noción de la realidad y cree que el aumento de precios seguirá indefinidamente, hasta que un día los precios dejan de subir porque nadie está comprando, entonces, la gente tiene miedo y de ahí pasa al pánico y se precipita a vender, y como no hay compradores, este exceso de oferta hace bajar los precios aún más.

Finalmente, mucha gente pierde sus ahorros, quedan endeudados, pierden sus casas y hasta sus empleos, lo que desencadena un estado de desesperanza, frustración, sentimientos de culpa, pérdida de la autoestima y total desconfianza hacia el gobierno y los banqueros. Como podemos ver es una conducta irracional lo que lleva al surgimiento de una burbuja, es una conducta gregaria, nadie quiere quedarse sin su tajada. Si el vecino compró una casa y luego la vendió ganándole un 30% o más, por qué yo no puedo hacer lo mismo. Aunque no tenga dinero también puedo participar de la fiesta, algún banco me prestará el dinero, aunque me sea muy difícil pagar la amortización y los intereses, pero siempre podré vender más caro en el futuro, pagar la hipoteca y quedarme con una ganancia sustancial, en verdad, sería muy tonto si no lo hiciera. Esta es la clase de razonamiento que hace la gente.

En primer lugar, está el factor imitación, voy a imitar a mi vecino o amigo que acaba de hacer un negocio fabuloso, aquí también puede entrar la envidia como elemento motivador, y por supuesto, la avaricia. Lo que la gente no tiene claro, solo algunos muy perspicaces, como Matsuhita, un empresario japonés que decía que lo importante no era saber cuándo entrar en un negocio, sino más bien, saber cuándo salirse.

La mayoría de la gente que no está acostumbrada al juego especulativo, no sabe cuándo se producirá el estallido de la burbuja, inclusive muchos avezados corredores de bolsa tampoco lo saben, e igual que los aficionados pierden hasta la camisa.

Hay algunos autores que señalan la poca capacidad de autocontrol de las personas en la época de bonanza, la gente suele gastar más allá de sus posibilidades por la vía del endeudamiento, es decir, que no están dispuestas a posponer la gratificación. Cabe destacar que en la dinámica del sistema capitalista está la necesidad de estimular el consumo para que las empresas puedan obtener ganancias. Lo anterior, ha llevado a que el marketing sea un elemento clave en la sociedad actual.

Aquí encontramos que las empresas a través de sus departamentos de publicidad y agencias especializadas, diseñan campañas no para vender un producto que satisface una necesidad, sino más bien, para crear una necesidad que solo puede ser satisfecha con el producto que ofrecen. Más aun, muchas veces ni siquiera ofrecen un producto sino que venden un estilo de vida, como la de un hombre atlético nadando en un paraje paradisiaco, y hay una hermosa mujer tendida en la arena esperándolo, entonces aparece una marca; Dolce Gabana. Hoy en día más que productos se venden marcas, es decir, símbolos, que pueden ser de juventud, de salud, de riqueza, de aventuras o de poder sexual y de seducción.

En una época de prosperidad con pleno empleo, dinero abundante, facilidades de crédito y una publicidad apabullante, las personas pueden fácilmente perder el autocontrol, la gratificación inmediata se hace imperiosa, y las personas consumen cosas que no necesitan y lo peor, se endeudan excesivamente de acuerdo a sus ingresos reales. Todos desean vivir más allá de sus posibilidades, la sociedad está en una fiesta que parece que nunca acabará.

Sin embargo, un día alguien apaga la música y la luz, y se comienza a cobrar a todo el mundo el costo de la fiesta. Cuando la crisis estalla el ánimo de la gente cambia radicalmente, del optimismo y de la euforia se pasa a la depresión, la ansiedad y la angustia. Las personas dejan de consumir porque deben pagar sus deudas, reemplazan el consumo dispendioso por una conducta proclive al ahorro, y esta conducta empeora la crisis al igual que la euforia hace crecer las burbujas en la economía. En esta etapa todo el mundo trata de cobrar las deudas y nadie presta dinero, incluso la banca cierra el grifo de los préstamos, y las empresas paralizan las inversiones.

Ahora bien, desde una perspectiva psicológica - ¿es posible imaginar que la conducta de los seres humanos pueda transformarse de tal manera que puedan auto controlarse, y sean capaces de posponer la gratificación, que vivan de acuerdo a sus posibilidades reales, que no caigan en el consumismo exacerbado y compren lo que realmente necesitan y se hagan inmunes a la publicidad engañosa? ¿O bien, todo lo anterior forma parte de la conducta humana que no puede modificarse?

Como economista que soy no tengo la respuesta desde el punto de vista psicológico, sin embargo, la experiencia de los países que en el siglo XX se denominaron socialistas me hace pensar que la avaricia, el consumismo, vivir más allá de las posibilidades reales y ser débiles frente a la publicidad pueden ser características de la conducta de todos los seres humanos. En los países socialistas se intentó construir una sociedad alejada del consumismo, la publicidad y de los valores egoístas del capitalismo. Sin embargo, en todos esos países existió una red de corrupción y la creación de un mercado negro bastante grande, que generaba ganancias fabulosas a los burócratas que manejaban la distribución de productos, difíciles de obtener por la vía legal. Además, la gente de esos países soñaba con la posibilidad de adquirir productos occidentales de mejor calidad. Cuando el muro de Berlín cayó, y los berlineses del Este cruzaron la frontera, quedaron conmocionados con la inmensa variedad de productos exhibidos en las vitrinas de los centros comerciales de Berlín Occidental, quedaron impactados con la riqueza de la otra Alemania.

Es obvio que los países socialistas después de 70 años de existencia, y de haber tratado de construir un hombre nuevo alejado de los vicios del sistema capitalista no lo lograron, y que al caer estos gobiernos socialistas, la gente volvió a mostrar conductas propias del sistema capitalista, avaricia, consumismo, egoísmo y falta de autocontrol.

Si estas conductas mencionadas arriba, son inherentes al ser humano, es muy posible que las crisis financieras, económicas y las burbujas sean parte de una dinámica cíclica, lo que Schumpeter llamó el proceso de creación destructiva del sistema capitalista, que cada cierto tiempo, obliga a las economías a entrar en crisis generando un proceso de destrucción de capital a gran escala, caracterizado por la restricción del crédito, disminución de la inversión, quiebras de empresas, aumento del desempleo y hundimiento del consumo; para llegar finalmente a un punto en que la economía rebota y comienza nuevamente el auge con la creación de nuevas empresas, reactivación del crédito y la inversión, disminución del desempleo e incremento del consumo.

htorresn@gmail.com


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Hernán Luis Torres Núñez


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