El 11 de abril de 2002 estaba eso que llaman cesante.
Ese día vi mucha televisión pues, como sabemos, eran los dueños de los medios los directores de la película. Llaguno se hizo famoso y mandó al “estrellato” a un trío (¿o un quinteto?) que desenfundaba. Al igual que a mucha gente la imagen del trío desenfundando combinada con humanidades ensangrentadas, tiradas en el pavimento o socorridas por la muchedumbre, me provocó sentimientos de rabia e indignación. El resto lo hacían los colegas periodistas cuando aseguraban que el trío “disparaba sobre la marcha de la oposición, indefensa e inerme”. Eran los culpables. La noche de ese día terminó con la declaración del general de tres soles. Todo había acabado. Y de qué forma. Se “demostró” que Chávez era un asesino y un dictador.
Y al día siguiente empezó la movida. La victoria de aquellos se convirtió en la intranquilidad de éstos. No hubo tiempo para la reflexión. La persecución volvió como en los “buenos tiempos” de Pérez. Y empecé a enterarme de algunas “cositas”. Por ejemplo, que todos los amigos en el Gobierno debían resguardarse pues ya se habían visto algunas “acciones” en directo, con la instantaneidad de la noticia, que les señalaba el futuro. Recordamos las imágenes de un gobernador, un ministro y un diputado. También la de un alcalde allanando un territorio extranjero. El decreto de Carmona fue la guinda que me sacudió la modorra ideológica de los últimos años.
La democracia quedó suspendida por 36 horas y de esa historia hay indicios muy claros de lo que puede pasar si gana el Sí. Aunque usaron muchos recursos idóneos para crear la ficción, la realidad de aquellas horas no admite confusiones.
No fueron los 19 muertos de Llaguno, fue el más de medio centenar de los días 13 y 14. Fue la supresión de la Constitución, fue el aniquilamiento de los poderes públicos, fue la dictadura sin Chávez. La barbarie. El fascismo.
Alguien me dirá que no son los mismos. Que Carmona actuó solo. El famoso síndrome del “yo no fui, fue Tete, pégale, pégale que él fue”. El problema, para quienes van a votar por el Sí, es que los actores principales siguen ahí aunque uno de los protagonistas ande de viaje: Mendoza, Ledezma, Timoteo, Liliana, Blyde, López, Granier, Ravel, Marín, Ramos Allup, Sosa, Cisneros, Velásquez, etcétera, y la recua de militares alzados y periodistas complacientes.
A pocos días del referendo, la oposición sigue descalificando al árbitro, allanando el camino para desconocerlo si el resultado le es adverso. Esta gente si pierde arrebata. No han dejado de inventar infamias en contra del CNE, que su representante sale a desmentir. La última es que no habrá referendo. ¿Alguien me puede explicar qué utilidad tendría su suspensión para el Gobierno?
Pero hay más. El Plan Consenso País está lleno de enunciados, es una lista de mercado nacional. De intenciones.
Pero en esa lista hay algunas ideas muy claras como qué pasará con Pdvsa: vuelve la política de Giusti, la Opep volvería a su inacción y el petróleo para abajo. Y sin petróleo y sin dólares, no hay misiones. Perdón, ¿ Y los pobres? ¿Qué es eso?
*Periodista y profesora universitaria
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