Con eso me basta



Estudié en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en la década de los 80, siglo XX. En aquellos años la participación de los venezolanos, y de los estudiantes en particular en cuestiones políticas, era muy escasa. Los derechos democráticos se ejercían cada quinquenio en los que se turnaba la guanábana. No era lo que se llama un país que "llamara" a participar. Vivíamos la democracia representativa y la renta petrolera se ocupaba de "mantenernos" a todos.

El "reflujo" de la izquierda venezolana, como decíamos, se hacía notar. "Los notables de la guerrilla", muchos hoy "connotados escuálidos" se habían acogido a la pacificación. Y lo que quedaba era aniquilado sin piedad: Cantaura, Yumare, la masacre de El Amparo, decenas de estudiantes universitarios muertos en manifestaciones. El Caracazo. "Me gustan los estudiantes porque son la levadura".

Fue también la época del surgimiento de los movimientos universitarios de base, dejando fuera a la "dictadura" política protagonizada por los partidos de izquierda. En 1985 llega a la Federación de Centros Universitarios (FCU) de la UCV, el Movimiento 80, de cuya evolución fuimos testigos y participantes excepcionales. Fue la década de Lusinchi y Luis Herrera.

Muchas dictaduras cayeron en seguidilla: Perú (1980), Bolivia (1982), Argentina (1983), Uruguay (1984), Brasil (1985), Filipinas (1986), Haití (1986), Paraguay (1989) y Chile (1989). Fueron años de resistencia, de exilio, de muerte, de lucha por la democracia. Fue la década de la Revolución Sandinista, del asesinato de Arnulfo Romero y de John Lennon. Del avance de la guerrilla salvadoreña, de la Perestroika. Fue la década de la aparición de "The Wall" de Pink Floyd que veíamos con fruición en los auditorios universitarios. Fue la época de la revolución electrónica, del computador personal. Fue la década del triunfo de Bill Gates. La "década perdida para América Latina", según algunos.

Fue en resumen una década en la que los estudiantes venezolanos teníamos mucho qué mirar afuera, mucho que aprender de afuera. La revolución venezolana pues, estaba lejos. Y de haberla, seguramente, no se hubiese apellidado bolivariana. Nuestros paradigmas estaban en otros lados: Sandino, Martí, El Che, Fidel, Camilo... Bolívar era la moneda.

Es por ello que cuando me piden hacer un balance del Gobierno de Chávez, no
puedo evitar recordar aquellos años y compararlos con lo que estamos viviendo ahora. Los ideales de antes y los de ahora. Muchos venezolanos se fueron a otras latitudes a hacer revolución, "a ver una revolución de cerquita", porque aquí, era la propia utopía. Palabrita que siempre nos sirvió para justificar nuestros fracasos: es que eso es una utopía, compañero. Porque vivir "una revolución de cerquita" es un privilegio. ¿Los aciertos? Hay ristras de ellos en la propaganda por el No. ¿Errores? Hay parte de ellos en la propaganda por el Sí.

Y es que esta revolución nos llegó "de golpe". Una querida amiga suele decir, en esos días que el proceso exige, "carajo esta revolución me agarró vieja, cómo quisiera tener 20 años". Y la veo y los tiene. Pero, ¿qué significa vivir una revolución? Es una sola palabra: esperanza. La esperanza de creer que "otro mundo es posible". La esperanza de millones de seres humanos que tienen derecho a lo que yo he tenido derecho. Con eso me basta.

*Periodista y profesora universitaria



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Mercedes Chacín*


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