Pastora Medina, a quien por segunda vez escucho discursear, habiendo comprobado que no se corresponde en absoluto con la imagen de política lúcida y brillante que en una oportunidad me ofreció un muy generoso amigo, tuvo oportunidad de exponer sus descubrimientos como por dónde le entra el agua al coco, la cola de cigarro, el agua caliente, el bailar del trompo en la uña y hasta pudo orar por nuestras almas.
Ismael García, de quien ni siquiera PODEMOS decir aquello de “extenso como un océano pero con profundidad de media pulgada”, repitió lo que todos sus compinches antes dijeron. Descubrió y denunció, con su habitual pertinencia y habilidad para dar tubazos, cual si fuese Ramos Allup, a unos empresarios relacionados con Mercal y propietarios de los bancos Confederado, Canarias, etc., por haber hecho fraude. Uno no sabe por qué se le quedaron en el buche presuntos corruptos opositores, algunos hasta huyendo como el general Baduel, Eligio Cedeño, Eduardo Lappi, Didalco Bolívar, Guillermo Zuloaga, Ramón Martínez y Manuel Rosales. Su verborrea guapetona y naturaleza apopléjica le atoraron y produjeron amnesia. Hasta se olvidó de la maleta de Antonini Wilson.
Luis Tascón, de quien uno no sabe a ciencia cierta de qué lado está, aunque asegura estar con la revolución - su palabra vaya por delante- desperdició la oportunidad del debate y la amplia cobertura brindada por los medios televisivos, pues en lugar de ofrecer su visión “revolucionaria” sobre el proceso, de tenerla, para dedicarse a un hablar no ajeno de ruindad. Hubiese sido bueno oír su opinión acerca de la pertinencia estratégica del proceso, sobre la táctica, de lo que hay mucho por decir, el manejo del asunto de clases, rol del Estado, sus instituciones, partido y pueblo. No de asuntos de faldas y otras menudencias no apropiadas para airearse en la tribuna legislativa y en oportunidad tan trascendente. Es posible que haya dicho verdades y sus denuncias merezcan procesarse, pero se equivocó de momento y espacio. De verdad, es lamentable.
Un diputado admitido como indígena, aseguró que en estos once años nada se ha hecho a favor de los “suyos”. Pero cosa extraña, él está en la Asamblea Nacional, uno supone que no de contrabando, representando por primera vez en nuestra historia a la población originaria, en un organismo del cual antes de Chávez, siempre a y quienes ahora estienes ahora est había sido excluida. Porque la Constitución Bolivariana, el proceso revolucionario y los indígenas mismos, reivindicaron los derechos correspondientes a éstos pese la maledicencia de un asambleísta de dudosa estirpe.
Los diputados de la oposición, entre quienes no incluyo a Luis Tascón, no cuestionaron la estrategia del proceso. No se opusieron, en el discurso, a la meta señalada hacia el socialismo. No propusieron las fórmulas capitalistas y neoliberales de la rancia derecha, pero tampoco una alternativa. Parecieron estar conformes con las líneas gruesas por las cuales combaten los revolucionarios. O carecen de luces y virtudes para distanciarse del gobierno y ultraderecha. No hubo entre ellos quien se opusiese a la actitud soberana y antiimperialista del primero, ni cuestionase la política internacional del mismo. Nada dijeron contra el ALBA, ni objetaron ninguno de los convenios que el ejecutivo nacional ha firmado fuera del espacio habitual, menos a su acercamiento y solidaridad con los hermanos vecinos. Y siendo así, uno puede entender que se marcha por buen camino. Mañana no podrán decir lo contrario si se respetan así mismos.
Hubo abundantes señalamientos contra la corrupción, lo que es bueno y uno comparte. El reclamo está en que especifiquen, acusen a todos los villanos con pruebas en la mano, no de manera irresponsable e injusta. Sería maravilloso que ayudasen a desbrozar el camino. Nada de prender el ventilador para embadurnar a justos y pecadores.