De hecho con esa acción el General Isaias Medina Angarita al impulsar esa enmienda automáticamente, legaliza el primer instrumento verdadero de lucha en ese momento para la clase trabajadora, como lo es el Partido Comunista de Venezuela.
Luego vendrá el proceso electoral, donde es electo el ilustre escritor Rómulo Gallegos, ante la ausencia del candidato del medinismo Diógenes Escalante, otro ilustre venezolano que por un desequilibrio mental no pudo coronar su candidatura.
Tras esa victoria popular Rómulo Gallegos, se proponía el cambio radical que desde su óptica de escritor plasmó en sus novelas, especialmente en Doña Bárbara, es decir mediante la educación enterrar la barbarie y dar paso a la paz, la solidaridad y la consolidación de la democracia. Obviamente esa disposición no estaba en concordancia con la visión que el imperio tenía de su patio trasero y allí entró nuevamente en acción en socio de aventuras de Rómulo Betancourt, el inefable hijo de Michelena, Estado Táchira, Marcos Evangelista Pérez Jiménez, para poner fin a la voluntad del pueblo y enviar al exilio a Gallegos.
Después de eso vendría en noviembre del año 52, el asesinato del Coronel Carlos Delgado Chalbaut, otro militar con ideales de avanzada, que presidía la junta de gobierno y pretendía llamar a elecciones. Eso tampoco estaba en la agenda de la CIA, de allí su salida del escenario político por la vía del crimen y el entronizamiento del Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez, en el poder hasta ese 23 de enero de 1958, cuando dos insignes periodistas Fabricio Ojeda y Guillermo García Ponce, el primero asesinado por las bandas de la Guanábana; perteneciente a la izquierda de URD y el segundo del PCV y hoy flamante Director del Diario VEA, desde la Junta Patriótica activan la huelga general de prensa, que desde el 21, pone la calle caliente, se dan las confrontaciones de los liceistas y universitarios en las calles de Caracas, contra la policía del régimen desde entonces la batalla sigue en las calles noche y día, hasta que la madrugada del 23 de enero el gordito huye en la Vaca Sagrada, cargada de dólares para garantizarse el exilio dorado.
Esa jornada
ha quedado en la historia para orgullo de nuestro pueblo, pero también
para la reflexión y para recordar ese refrán criollo que reza: “Al
perro macho lo capan una vez”. Porque precisamente en esa jornada
como en la lucha clandestina, los camaradas regaron con su sangre las
calles de Venezuela, los rines y los calabozos de la SN, por la conquista
de la democracia, pero una vez derrocada la tiranía ingenuamente le
entregaron el gobierno a la Oligarquía que venía ejerciendo el poder
desde la Colonia, pero que con la huida del socio, perdían ese importante
eslabón de la cadena, como es el poder político y lo alcanzaron de
la manera más fácil, porque incluyendo a los comunistas que eran los
más claros en la lucha, se plegaron a un proceso electoral donde con
la artimaña de acta mata voto, le escamotearon el triunfo a Wolfgan
Larrazabal, que valga decir que a final de sus días terminó en brazos
de la Guanábana (AD y COPEI) y de la oligarquía.
Por eso ahora cuando se cumplen 52 años de aquella histórica jornada, debemos tener presente, que el mandato del pueblo para ese momento todavía no se ha cumplido, sigue en pleno desarrollo y aún cuando estamos avanzando en esa vía, no podemos perder de vista que el imperio sigue allí y la revolución bolivariana no está en la agenda de la CIA.
Es bueno reflexionar
y desde lo más profundo de nuestras raíces revolucionarias, mantenernos
más vigilantes y más activos en la radicalización del proceso, para
cerrarle todas las trochas a la oligarquía, que anda buscando colarse
por la baranda, ahora con el proceso electoral para la Asamblea Nacional,
para desde allí revertir los avances de la revolución y volver
al pasado. Es bueno repetirnos que el 23 de enero todavía no ha cumplido
su cometido.
*Periodista CNP 2414