En las conversaciones internas en estos días en el Ministerio del Poder
Popular para la Cultura he sostenido algunas posiciones. Quiero
sintetizar aquí las más relevantes.
1. La principal obligación del
Ministerio es impulsar la revolución de la conciencia para poder
construir el socialismo. Somos parte del proyecto bolivariano. De modo
que nuestro trabajo es eminentemente ideológico. Es político. Si alguien
tiene dudas, ha de procurar despejarlas. La discusión no está allí. La
discusión debe centrarse en los métodos e instrumentos para hacer ese
trabajo en el seno del pueblo. Entiendo que, como institución del Estado
revolucionario que tiene objetivos precisos y responsabilidades
definidas, nuestro campo de acción es la cultura y nuestras
herramientas principales, las que la propia cultura proporciona. Decir
que “todo es cultura” para desdibujar esas responsabilidades es una
trampa ideológica.
2. En la relación con los intelectuales y
artistas no revolucionarios, la batalla de las ideas no consiste en
acorralarlos, aplastarlos o aniquilarlos sino en convencerlos. Por eso
no se pueden estrechar las miras. Como dice Fidel, refiriéndose a los
intelectuales: La Revolución sólo debe
renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean
incorregiblemente contrarrevolucionarios.
3. No se puede
disminuir la importancia de la literatura, del arte y, en general, de
las distintas manifestaciones culturales, en nuestro trabajo. Y mucho
menos despreciarlas. No son un adorno pequeño burgués. Son la sustancia
misma de nuestro quehacer. Creo que hablar despectivamente de las artes,
como se ha hecho, es un error y una muestra de algo peor que la
ignorancia: el fanatismo. Eso no cabe en un Ministerio de la Cultura. No
se le debe negar al pueblo lo que ya es conquista de la humanidad.
Perdónenme una nueva cita, esta vez de Lenin: el marxismo ha conquistado una significación histórica
universal como ideología del proletariado revolucionario porque no ha
rechazado en modo alguno las más valiosas conquistas de la época
burguesa, sino, por el contrario, ha asimilado y reelaborado todo lo que
hubo de valioso en más de dos mil años de desarrollo del pensamiento y
la cultura humanos.
4. Nuestra tarea específica en el trabajo
con las comunidades consiste en contribuir a desarrollar el Poder
Popular y el crecimiento de la conciencia a través de la cultura y sus
manifestaciones. Para nosotros eso está establecido desde el propio
nacimiento del Ministerio. Uno de sus despachos lleva el nombre de
“Viceministro de la Cultura para el desarrollo humano”. Nuevamente
repito que puede representar un acto de deshonestidad intelectual
plantear la dicotomía entre política y cultura. No hay tal dicotomía. No
hay contradicción. Nos toca hacer política y contribuir a desarrollar
la conciencia y los poderes creadores del pueblo, justamente desde el
trabajo cultural. Cada activador debe ser un promotor cultural. Y el
epicentro de todo el esfuerzo es la cultura al servicio de la
transformación.
5. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura
no puede admitir en su seno ningún tipo de aparato con vida
independiente, jefaturas políticas propias e intereses que no sean los
intereses generales. Esos aparatos, especie de parapartidos, al margen
de aquellos que la Revolución reconoce como propios, pueden ser un caldo
de cultivo del sectarismo. Cuidémonos de ello.
Fuente: Conversaciones / http://confarruco.blogspot.com/2010/02/conversaciones-210210.html