La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH y su secretario, Cantón, no tienen solución posible: están destinados, irremediablemente, a desaparecer, ya no solo por el descrédito a causa del descarado uso político de sus agentes de Estados Unidos en contra de los gobiernos progresistas de Nuestra América, mientras revitaliza los crímenes de Lesa Humanidad propios y de sus de sus aliados, sino también, porque en la reunión de Jefe de Estado y de Gobierno de America Latina y el Caribe, celebrada en Cancún México, se aprobó la creación de un organismo regional, sin Estados Unidos y Canadá, que deja a esta Comisión y su progenitora la OEA, sin razón ni motivo de existencia. Es cosa de tiempo.!.
La CIDH nació con la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, de 1948, y durante la mayoría de su existencia los Estados Unidos y las duictaduras latinoamericanas le negaron la posibilidad de proteger a losw ciudadanos y ciudadanas de los atropellos y crimenes de los agentes del Estado, hasta que, con la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de 1969, o Pacto de San José, los Estados Unidos cambiaron su visión y la infiltraron para convertirla en otro instrumento de intromisión en los asuntos internos de los Estados, con la excusa de la protección de los Derechos Humanos.
Acaso la CIDH no existía cuando el derrocamiento en 1953 del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala y el asesinato de miles de campesinos de luchadores populares?. Claro que si!. Será que no existía en 1961 cuando la invasión mercenaria financiada por el gobierno de los Estados, dirigida a derrocar el gobierno popular de Fidel Castro?. Por su puesto que si!. Pero además, que hizo esta Comisión ejercer su función protectora durante la sangrienta represión de dictaduras y democracias militarizadas en la Centroamérica de Somoza, Rios Mont, Davison, etc, que dejaron cientos de miles de muertes en los años 60, 70 y 80?. Y también, porque no enfrentaron los miembros de la CIDH el Terrorismo de Estado en la Argentina de Videla, el Chile de Pinochet, el Uruguay de Juan María Bordaberry, el Paraguay de Stroesner y el Brasil de Castelo Branco y Medici?. Acaso llevó a juicio a los dictadores García Meza y Banzer por las muertes y desapariciones de Quiroga Santa Cruz y decenas de opositores democráticos en Bolivia. Y, finalmente, ha enjuiciado la CIDH al presidente Carlos Andrés Pérez, al general Italo del Valle Alliegro, al Ministro Rodolfo Izaguirre y al gobernador de Caracas, Antonio Ledezma, responsables de la muerte de miles de personas en el "Caracazo" del 27 de Febrero de 1989?.
Pero además, como es posible que la fulana CIDH no haya condenado a los Estados Unidos por sus guerras imperialistas y los millones de muertes causadas en agresiones como las de Corea. Vietnam, Laos, Camboya, Panamá, Nicaragua, Grenada, Yugoslavia, Irak y Afganistan, en las cuales se han cometido Crímenes de Guerra y delitos de Lesa Humanidad.?
Por eso, por vergüenza y dignidad, la venezolana Luz Patricia Mejía, actual presidente de la CIDH, debería administrarle los “santos óleos” a la CIDH, rezarle el “Requien In Pax”, y renunciar a tan desprestigiada institución. Yo le pediría a la doctora Mejía, que, así como el gobierno bolivariano propuso su nombre para integrar semejante organismo, ahora debería devolverle el mandato concedido en nombre del pueblo venezolano y renunciar, irrevocablemente, a tan indigno cargo, salvando con ello la responsabilidad moral del Estado Venezolano de las siguientes tropelías que cometerá este descompuesto instrumento del “Ministerio de Colonias” que sigue siendo, hasta su vergonzosa extinción, la OEA.
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