Por supuesto que se puede dialogar, también se puede negociar y llegar a acuerdos. Sin duda, uno puede dialogar con un hermano o con un primo con el que se ha peleado. Esto es algo que sucede con frecuencia entre los niños. Pero el diálogo y la negociación entre amigos, familiares, entre aliados de clase, en otras palabras, entre iguales, es algo normal y necesario, es parte de la cotidianeidad. Pero otra cosa muy distinta es el diálogo y la negociación entre enemigos de clase. No estamos en contra del diálogo por principio, en algunos momentos puede ser una salida. Por otra parte, este siempre estará supeditado a las circunstancias y al momento en el que se produce. Se puede dialogar con un enemigo de clase, como el imperialismo y los empresarios y políticos que nos sometieron ha incontables vicisitudes en los últimos años (golpe de Estado, asesinatos, paro-sabotaje petrolero, guarimbas, paramilitares, fraudes electorales, terrorismo mediático, etc.). Si estamos derrotados y contra la pared, el diálogo y la negociación pueden ser urgentes y necesarios para posteriormente recuperar fuerzas. Pero ese no es el caso del pueblo y los trabajadores venezolanos en la actualidad. Por el contrario, nos encontramos invictos habiendo derrotado al golpismo y sus variantes fascistas en distintas oportunidades, la última de ellas en el referendo. En el terreno en el que son duchos y expertos para la trampa y el fraude, el de la democracia burguesa y los procesos electorales. Mientras que ellos se encuentran en desbandada, desvariando y gritando fraude para congraciarse con su base social a la que llevan de derrota en derrota. Hoy la “Coordinadora” pseudodemocrática, con el rabo entre las piernas, no coordina absolutamente a nadie. Y se dirige cual cordero degollado a otra derrota estruendosa en las elecciones regionales. Mientras que el pueblo gana confianza y conciencia política, y hace suya la clamorosa victoria en el referendo contra Bush y la oposición golpista, y se apresta a continuar la profundización del proceso revolucionario. Pero este deseo intenso del pueblo trabajador por consolidar y extender las conquistas democráticas logradas hasta ahora, choca y es contradictorio, con el discurso gubernamental que viene insistiendo en la negociación con los cadáveres insepultos de la oposición y el empresariado golpista.
Desde hace varios meses, pero de forma muy evidente durante el proceso previo a la realización del referendo, el gobierno del presidente Chávez hace énfasis en convocar al diálogo y a la negociación a Fedecámaras, la Iglesia, los medios y a los políticos de la Coordinadora. Esto tomó vuelo con la recordada y misteriosa reunión de Chávez y Cisneros, apadrinada por Jimmy Carter, de la cual, por cierto, nunca se supo que trataron.
Durante el período electoral pre-referendo, Chávez realizó cuatro encuentros con empresarios en las principales ciudades del país por su dinámica económica (Maracaibo, Valencia, Puerto La Cruz y Caracas). Ahora, el día miércoles 8 del presente mes, el Presidente fue el anfitrión en un quinto encuentro en el Hotel Hilton de Caracas, en el que participaron más de 1300 empresarios, entre los que se encontraban representantes de las cámaras de la Construcción, de Farmacias, Industriales, Farmacéutica, Automotriz, entre otras, los cuales se lanzaron al ruedo de la negociación al margen de la cúpula de Fedecámaras.
Estaba también el presidente de Coposa, Nelson Quijada, el presidente de Mitsubishi en Venezuela, así como José Agustín Campos, presidente de la Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos (Confagan). Entre los presentes se encontraban también, Edgar Anzola, directivo de la golpista Empresa Polar, así como otro connotado representante del golpismo, Hugo Hernández Raffali, expresidente de la Cámara Petrolera, y quien fuera director externo de PDVSA durante el sabotaje a dicha empresa, a quien Chávez -en un gesto insólito y que debe haber caído muy mal entre los trabajadores petroleros- alabó públicamente en la reunión. Como si esto fuera poco, el orador en representación del empresariado fue nada más y nada menos que el presidente de uno de los símbolos del capitalismo y del imperialismo norteamericano, Emmanuel Cassingena, de Ford Motors Andina. Como se puede apreciar, se encontraba allí la flor y nata de la oligarquía venezolana y transnacional, por lo cual Chávez se encontraba muy feliz y esperanzado, tal como él mismo expresó, a pesar de que muchos de los presentes son reconocidos enemigos del gobierno que estuvieron involucrados en el golpe de abril de 2002, apoyaron el paro-sabotaje petrolero y firmaron contra el Presidente, como al mismo Chávez no le quedó más remedio que reconocer en aquel momento. En dicho encuentro con la burguesía golpista el gobierno entregó créditos a empresarios zulianos por más de 29 mil millones de bolívares, mientras los presentes aplaudían alborozados las palabras del Presidente. Que los empresarios golpistas aplaudan a Chávez es realmente para preocuparse. Y esto lo tienen claro los trabajadores y el pueblo.
Nos preguntamos entonces, y le hacemos estas mismas preguntas a nuestros lectores; muchos de ellos trabajadores, estudiantes, gente del pueblo que sufrió en carne propia los desmanes y asesinatos de la Policía Metropolitana el día del golpe de abril de 2002; las consecuencias del paro-sabotaje a PDVSA; las guarimbas y otros actos fascistas: ¿cómo es posible dialogar con esta gente? ¿qué podemos negociar con estos asesinos del pueblo, financiados por el imperialismo? ¿qué beneficio puede traerle al pueblo reconciliarse con sus enemigos de clase? ¿qué de bueno puede haber para el pueblo en llegar a acuerdos con la Polar, con Cisneros, con la Ford o Mitsubishi?
Ahora bien, veamos cómo se concreta el asunto de la negociación y la reconciliación nacional. El diálogo y lo que se deriva de él no es un asunto abstracto, alejado del interés y de las necesidades del pueblo. No es una cuestión de “alta política” que no atañe a los trabajadores. La negociación con la burguesía nunca es gratuita, estos siempre tendrán una baraja debajo de la manga. Siempre pedirán algo a cambio, que, por supuesto, no serán beneficios para sus trabajadores. La negociación y el diálogo con la oligarquía tienen nombre y apellido, se expresan en cuestiones concretas que afectarán al pueblo y se materializan en concesiones y beneficios para estos sectores. Pasemos a enumerarlos.
El pasado 26 de agosto, se produjo el primer acercamiento del gobierno con el empresariado, esto se expresó en la reunión que tuvieran el ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega y la Cámara Venezolano Americana de Industria y Comercio (Venamcham). En dicha reunión el ministro Nóbrega anunció el pago a los exportadores de 150 millones de bolívares por concepto de reintegro del IVA (Draw Back). Igualmente, planteó la posibilidad de reducir a 50% las retenciones del IVA a los grandes contribuyentes, léase a los grandes capitalistas nacionales y transnacionales, por ejemplo, Polar, Mavesa, Alfonso Rivas, Regional, empresas petroleras, es decir a los más poderosos golpistas. Otra de las concesiones del gobierno a la oligarquía económica es la reciente derogación de la Ley del Impuesto a los Activos Empresariales, lo cual significa que los empresarios se ahorrarán pagar al fisco la bicoca de 150 millardos de bolívares. Esta ley existía desde 1993, tiempos de Caldera, ahora el gobierno bolivariano la elimina en aras del diálogo y la reconciliación. Por otra parte, el gobierno creó un Fondo de Garantías por 52 millones de dólares para respaldar a los empresarios que soliciten préstamos ante la banca privada.
Mientras tanto, las concesiones petroleras y gasíferas continúan sin considerarse la participación de los trabajadores en tan importantes decisiones.
Ahora se trata del proyecto Rafael Urdaneta mediante el cual se otorgarán a empresas transnacionales la exploración y explotación de gas en Falcón y en el Golfo de Venezuela. Previamente el gobierno otorgó en concesión parte de la Plataforma Deltana a la Chevron Texaco en asociación con la Conoco-Phillips y a la empresa Statoil, de la cual, por cierto, es asesor el exdirector de El Nacional y reputado golpista miembro de la Coordinadora Democrática, Alberto Quiróz Corradi. Es importante destacar que en el contrato firmado con esta empresa no se definen los horarios de trabajo; se desconoce que el sobretiempo realizado de forma regular y permanente es parte integral del salario; no se establece la dotación de botas y de bragas; no se prevé ninguna penalización por retraso en el pago de salarios y prestaciones sociales y no se contempla la ayuda para la compra de útiles escolares para los hijos de los trabajadores.
Como se puede ver, la negociación con la oligarquía avanza a pasos acelerados, sin embargo, nosotros creemos que este diálogo debería ser con el pueblo y los trabajadores que enfrentaron en las calles al golpismo para restituir a Chávez en el poder y recuperar las libertades democráticas cercenadas; pensamos que la negociación debe ser con el pueblo que soportó estoicamente las visicitudes causas por el paro patronal y el sabotaje a PDVSA. Estamos de acuerdo con el diálogo con los integrantes de las patrullas y las UBEs que calle a calle, casa por casa, lograron los votos necesarios para derrotar al golpismo el pasado 15 de agosto. Consideramos que el diálogo tiene que ser con los 2.000.000 de trabajadores desempleados y con los 6 millones y medio de trabajadores informales que sobreviven precariamente sin salario y sin beneficios socioeconómicos. El diálogo tiene que ser con el pueblo y los trabajadores para enfrentar el déficit habitacional y la falta de tierra. El diálogo tiene que ser para lanzar un Plan Nacional de Obras Públicas y de construcción de viviendas para enfrentar el desempleo. La negociación y el acuerdo tiene que ser para luchar contra la inflación a través de un aumento general de salarios. El diálogo que se impone es con los trabajadores petroleros para que estos conformen una Constituyente Petrolera, en la que se discutan democráticamente las condiciones y pertinencia de las concesiones petroleras y gasíferas, y para que los trabajadores que defendieron tenazmente la empresa asuman verdaderamente el control y la gestión de PDVSA. El diálogo tiene que ser para rechazar al ALCA y el Plan Colombia, así como por la realización de una auditoría social a la deuda externa y su posterior no pago, para que estos recursos se destinen a cancelar la deuda social con el pueblo. El diálogo que se impone es con los trabajadores de las empresas que han sido tomadas, para que estas sean expropiadas y puestas a funcionar bajo control obrero. El diálogo y la negociación debe ser con el pueblo que no acepta la imposición a dedo de los candidatos en las elecciones regionales, debe ser para que se realicen elecciones primarias y por la base, y para que los candidatos se comprometan ante las comunidades en llevar adelante un programa que recoja las más sentidas necesidades populares.
Miguel Angel Hernández Arvelo
Profesor de la escuela de Sociología de la UCV
Dirigente de Opción de Izquierda Revolucionaria (OIR)
miguelaha2003@yahoo.com
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