La revolución: un sueño siempre postergado

Por un desmantelamiento real del estado puntofijista

Muchísimos son los ilusos que creen que estamos viviendo un verdadero proceso revolucionario, un proceso sin precedentes en la historia contemporánea, un proceso que coloca a Venezuela en el epicentro de la rebelión mundial de los pueblos oprimidos, etc, etc, etc. Nuestro sentimiento es completamente opuesto, y nos atrevemos a decir que éste coíncide con el de millones de compatriotas, que, tras haber ratificado al comandante Chávez como presidente de la República, no terminan de convencerse, sin embargo, de que estamos viviendo un cambio real de la vida pública en nuestra Patria. Vemos, efectivamente, que, después de
la inmensa victoria popular del pasado 15 de agosto, ya son miles las voces inconformes que, de manera más o menos abierta, se rebelan contra el poder partidocrático, arbitrario e ineficiente de las cúpulas "revolucionarias" del poder de Estado. No podemos sino unirnos a estas voces del pueblo, constatar la profunda incapacidad de los dirigentes de este simulacro de revolución y rechazar categóricamente la actual estructura del poder político, que no es sino la réplica de la antigua, pero con diferente discurso y una fraseología distinta.

Aunque no compartamos el método tradicionalmente mezquino de la delación y de la chismografía, característica del mundo político, tendremos que recurrir a ejemplos muy concretos para ilustrar nuestra profunda ira y nuestro rechazo categórico de las actuales autoridades "revolucionarias". Y lo haremos desde nuestra condición de activistas culturales y comunitarios, a través de algunos ejemplos que se repiten a diario en todas las áreas de la vida pública y para millones de nuestros compatriotas que no están allegados a los divinos círculos del
poder del Estado. ¿Qué pensar, en efecto, de una institución como Fundarte, supuesto bastión de la "Revolución" y antro de antiguos tira-piedras, que es incapaz de pagarle a tiempo a sus facilitadores y talleristas, y de deshacerse de una estructura burocrática adeca cuyas primeras víctimas son los propios artistas empleados por Fundarte, que no pueden aspirar siquiera a un contratico y, por supuesto, a ninguna estabilidad laboral? Lo mismo pudiéramos preguntarnos acerca de las demás instituciones culturales enquistadas en el Estado puntofijista,
como el CONAC. ¿Qué pensar, una vez más, de una institución "cultural" como Fundarte que, para complicar un poquito más los rollos administrativos de los talleristas y para retrasar un poquito más sus pagos, obliga a éstos a pertenecer a una cooperativa para poder ser pagados, bajo el pretexto de que ahora "todo tiene que ser colectivo, y punto"? ¿Qué pensar de esta misma institución "revolucionaria" que gasta millones de bolívares en construir ridículas "placitas culturales" para los marginales de los barrios capitalinos, sin ningún proceso de consulta de las mismas comunidades, aunque los funcionarios
de Fundarte sostengan lo contrario? ¿Qué pensar de un Ministerio de Comunicación cuyo Vice-Ministro en persona nos pide, con ese populismo
que caracteriza a los politiqueros tradicionales, hacer un boceto de mural para una campaña de murales, "en toda Caracas", "en defensa de la Revolución", y , cuando el boceto ya está listo, que ha sido aprobado por el insigne Vice-Ministro y que nuestro equipo de muralistas está preparado para empezar la obra, nos manda a decir, después de treinta llamadas telefónicas, que hay que esperar un poco más, pues "el momento político es muy difícil"? ¿Qué pensar, además, de un Instituto tan "serio" como el Instituto Nacional de Nutrición (INN) que nos contacta
con carácter de "urgencia" para publicar, con extrema "urgencia", un material impreso sumamente "urgente" y que, cuando le llamamos dos meses después, nos pide que volvamos a pasar por la oficina para dejar nuestro curriculum, pues el anterior que les habíamos dejado "se perdió"? ¿Qué pensar de un nuevo Canal de Televisión como Vive TV, joven proyecto "revolucionario, cultural y popular", que debería estar desprovisto de la vieja estructura burocrática de la Cuarta República, pero que, cuando se trata de definir proyectos serios (como el de
emprender, a iniciativas del mismo Canal, una campaña de murales de promoción para beneficio del mismo), no duda en acudir al viejo pretexto de la vieja burocracia para tratar de justificar la falta de seriedad y de puntualidad en los compromisos adquiridos? ¿Finalmente, qué esperar de los jovencitos "revolucionarios" del Frente Francisco de Miranda que, según sus propias palabras, reciben órdenes directas del mismísimo Comandante, pero que, tras habernos contactado para realizar proyectos culturales, tras habernos hecho pasar varias horas en reuniones y reuniones, elaborar propuestas, proyectos y presupuestos, durante varias semanas seguidas, terminan diciéndonos, por teléfono, un día antes de la actividad prevista que, a pesar de haber postergado una y otra vez esta misma actividad, hay que seguir postergándola, porque "el momento político es complicado"? La lista de ejemplos sería muy larga y nuestros eventuales lectores terminarían por cansarse. Aunque
nuestros adversarios políticos (no solo los escuálidos, sino los enemigos internos) nos insulten al leer estas líneas y nos consideren como resentidos sociales, preferimos ser considerados como tales antes que callar y, con nuestro silencio, ser cómplices de la impostura burocrático-partidista. Es evidente, por otra parte, que estos cuantos ejemplos, sencillos y muy puntuales, pudieran parecer triviales al lado de los verdaderos abusos, atropellos y violaciones flagrantes cometidos
por este Estado, como los casos de corrupción, de impunidad y de abierto clientelismo practicados por muchos actuales "dirigentes" "revolucionarios".

¿Qué podemos concluir de todo esto? Sencillamente, que el poder erigido por la Cuarta República, y la mentalidad que de él se deriva, están intactos en Venezuela. Lamentablemente, en el terreno económico se repite exactamente lo mismo, pues vemos cómo, día tras día, los empresarios siguen manteniendo indefinidamente, con la complicidad del Estado, un sistema económico basado en la explotación capitalista, el monopolio económico y la exclusión del pobre. No son las débiles cooperativas, las que, a pesar de ser muy numerosas, van a revertir
este esquema.

¿Cual es entonces la solución? ¿Eliminar a todos los caudillitos de la Quinta República que plagan el Estado de mediocridad, desde sargenticos retirados sendientos de poder, hasta minúsculos "líderes" que brillan por su insignificancia, pasando por los inútiles diputaditos que sueñan con su inmunidad parlamentaria y una buena pensión por "servicios rendidos a la patria"? ¡No, mil veces no! No son sólo los individuos los que debemos cambiar (o decapitar políticamente), sino las
estructuras del poder: o más bien, no se trata de cambiarlas, sino de eliminarlas pura y simplemente, sin ninguna preocupación por reemplazarlas.

Efectivamente, de cada mil "dirigentes" mediocres, hay uno que podemos
considerar "de buena voluntad". Pero podrá tener toda la mejor voluntad del mundo, no por ello tendrá una buena acción política, pues el sistema lo amarra. Analicemos casos concretos: ¿Cómo suponer, en algún momento, que las estructuras políticas parroquiales y municipales, por ejemplo, creadas por el puntofijismo para concentrar el poder político en manos de unos cuantos profesionales de la partidocracia, puedan servirnos para hacer la revolución? Actualmente, el poder político local está entre las manos de una galaxia de instituciones, cada una más ineficiente que la otra: consejo municipal, alcaldía, junta parroquial, jefatura civil y, último recien-nacido de la partidocracia
puntofijista con boina roja, los Consejos locales de planificación pública. ¿Podemos acaso suponer que un solo consejal metropolitano pueda representar, por ejemplo, los intereses de las seis parroquias del Circuito Norte del Municipio Libertador (Caracas), al que pertenecemos? ¿Podemos acaso seguir imaginando ingenuamente que un solo presidente de Junta parroquial, el de La Pastora, por ejemplo, en donde vivimos y nos desempeñamos como uno de los tantos grupos culturales, pueda representar los intereses de diez sectores diferentes? ¿Podemos
acaso creer que un Consejo local de planificación, supervisado y presidido por alcaldes, consejales y juntas parroquiales, sea un órgano verdaderamente "autónomo", como lo quiere hacer creer la ley, y expresión independiente de los parroquianos? Definitivamente, la única salida para empezar una revolución verdadera, es decir, un cambio que trastorne por completo las raíces de nuestra sociedad, es quebrar estas estructuras, desmantelarlas, aniquilarlas y emprender de una vez por todas la creación del poder popular, espontáneo, autónomo y rebelde, por más utópica y titánica que pueda parecer esta tarea. Esta opinión relativa a la estructura política, también pudiéramos trasponerla al terreno económico, pregonando el mismo mensaje: destruir el orden de producción capitalista (dentro y fuera de PDVSA) para ejercer el
control directo de la producción por parte de los trabajadores. Como pueblo audaz, fuimos capaces de derrocar un poder dictatorial el 13 de abril de 2002, sin obedecer líneas partidistas, ni seguir a pseudo-dirigentes. Por lo tanto, estamos llamados a emprender esta inmensa revolución, que debe llevar a la destrucción completa del antiguo sistema político y económico, y a su reemplazo por algo
radicalmente nuevo.

Caracas, septiembre de 2004
Samuel Bravo

Periódico "Pólvora en la calle"
órgano de comunicación popular
(publicación interrumpida desde mayo de 2004)


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Samuel Bravo

Artista plástico, vocero del Consejo Comunal Madre Tierra (parroquia La Pastora, Caracas) y miembro del Colectivo Cultural Toromayma

 yekuanabravo@gmail.com

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