Jennifer Carolina: madre-hija-mujer de esta tierra. ¡Que dura fue tu corta vida! Dura y sufrida. Te tocó padecer los sinsabores de una sociedad que aún sigue curtida de las taras impuestas por circunstancias históricas que aún son una maldita carga para todas y todos. Se te culpa de no haber sido valiente para separarte de Edwin, pero ignoran que una decisión así no es fácil para nada; parecen ignorar que menos aún cuando hay niñas y niños de por medio; que cuando vivimos bajos esquemas culturalmente aceptados, no es fácil renunciar a ellos así implique el terror de unos jabs y unos ganchos cuyos moretones van directo al alma. Les cuesta entender que en nuestros campos y pueblos, las hembras tienen que ser mujeres desde niñas porque atender al macho es prioridad. Igual da si es marido, primo o hermano. Total, es el macho y desgraciadamente eso sigue contando. Rebelarse, es exponerse a una paliza del otro macho: el taita, y peor aún, de la madre misma, quien también entiende sólo lenguaje porque fue el único que aprendió.
Edwin: que vaina pana. Ahora eres el monstruo. Cuando bajabas del ring, con el pecho tatuado, forrado de sudor y dando vivas a la revolución, era ídolo hasta de quienes no saben una papa de boxeo. Te tocó padecer los sinsabores de una sociedad que aún sigue curtida de las taras impuestas por circunstancias históricas que aún son una maldita carga para todas y todos. Se te culpa de no haber sido valiente para separarte de los vicios, pero ignoran que una decisión así no es fácil para nada; parecen ignorar que menos aún cuando la sociedad y el orbe todo están infectados; que cuando vivimos bajos esquemas que culturalmente en el fondo son aceptados, no es fácil renunciar a ellos así implique el terror de las alucinaciones y la soledad. Les cuesta entender que en nuestros campos y pueblos, los varones deben ser machos desde niños porque llevar el jornal a casa es prioridad. Igual da si es labrando la tierra o dándose unas trompadas desde los 12 años. Total, se es macho y desgraciadamente eso sigue contando. Rebelarse, es exponerse a una de las peores palizas: la moral. Esa raya no se la cala nadie. Es preferible firmar un combate con quien nos lleva una morena, antes que aguantar el chalequeo de los panas. En esta jungla machista, es lo único que entendemos.
ildegargil@yahoo.com