23/07/12.-Luis, un publicista español de 36 años, cambió Berlín por São Paulo hace solo tres meses y ya tiene planes de boda. Su prometida, una mulata de 36 años que trabaja como empleada doméstica, le ha abierto las puertas de su casa con la mejor de sus sonrisas. En unas semanas se tomarán sus primeros retratos de pareja y en menos de dos meses se casarán ante un notario. Después, una firma, un beso y hasta la vista.
Luis es homosexual y se comunica con su futura esposa por Facebook. Su boda es solo un medio para lograr el permiso de residencia y trabajar legalmente en Brasil, donde se exige que dos tercios de las plantillas de las empresas sean autóctonas. La estrategia empieza a abundar entre los europeos que emigran sin visado y en busca de otra oportunidad al país más próspero de Latinoamérica. El mismo truco que comenzó a preocupar a las autoridades europeas a finales de los noventa. En España se pagaba hasta 10.000 euros por casarse con un español.
“Tengo un poco de miedo, pero conozco tres alemanes en Río de Janeiro y un americano en São Paulo que hicieron lo mismo”, dice Luis, inmerso en el papeleo y en buscar empleo. Cuando la Policía Federal visite su casa, como parte del proceso para autorizar su residencia, los agentes preguntarán por ellos a los vecinos, escrutarán sus fotos y hurgarán en sus cajones para comprobar cuánto ama a su mujer. Si pasan la prueba, Luis podrá pedir la nacionalidad brasileña en un año.
Pero si reconocen el fraude, la pareja se enfrentaría a los delitos de falsedad ideológica y documental, castigados con hasta cinco años de cárcel. Además, expulsarían a Luis de Brasil. A él no le preocupa demasiado: la alternativa es vivir sin papeles, lo que le impide salir y entrar del país y ganar un salario regular.
Las peticiones de visado permanente basadas en matrimonios con brasileños aumentaron un 95 por ciento de 2009 a 2010. Hubo 6.303 solicitudes, según el Ministerio de Justicia. En 2011, el número se estabilizó y fueron 3.479 extranjeros los que solicitaron su visado. Se lo denegaron a un 13 por ciento.
Nada más llegar a São Paulo, Carlos se reunió con un abogado para regularizar su situación y comprobó lo difícil que era conseguir un visado. “Hay que demostrar que la función que tú desempeñas no puede hacerla un brasileño y la burocracia es infinita. El abogado me habló de la posibilidad de la unión estable con una brasileña. Nunca habló de fraude, pero él sabía que no estábamos juntos”. Carlos habló con su compañera de piso: “Tengo un trabajo para ti y este es mi presupuesto”, le dijo. Y le pagó 3.000 reales (1.200 euros).
Carlos estuvo cuatro meses reuniendo la documentación y sus amigos le ayudaron a plasmar en fotos su falso romance. “Montamos nuestra relación según los sellos que tenía en mi pasaporte, porque no podía demostrar que llevábamos mucho tiempo conviviendo”, recuerda.
Las uniones estables se van popularizando entre los extranjeros. En 2009, 222 inmigrantes pidieron un visado tras establecerse como pareja de hecho. En 2011 hubo 403 solicitudes. Los españoles ocupan el tercer lugar en la lista de interesados, tras los franceses y los ingleses, según el Consejo General de Inmigración del Ministerio de Trabajo.
Hace dos semanas, Luis conoció por casualidad a Carlos, un programador barcelonés de 34 años que también inventó un noviazgo con una brasileña. “Al llegar a Brasil supe que quería quedarme y tuve claro cómo hacerlo”, explica. Él optó por la unión estable. Esta figura —que admite las uniones gais— requiere más exigencias que el matrimonio (demostrar una vida en común, una cuenta corriente o seguro de vida a nombre de los dos…), pero las autoridades no les vigilan, a no ser que haya indicios de fraude.
Para los europeos, que sufren un 10,4 por ciento de paro, Brasil —con la mitad de tasa de desempleo— es tierra de oportunidades. Más aún para los españoles, cuyo país tiene un 24,6 por ciento de paro. En Brasil hay 100.622 españoles, según el INE, un 28 por ciento más que hace tres años.
La montaña de inscripciones de matrimonio entre españoles y brasileños, que se acumula sobre la mesa del Consulado de España en São Paulo, refleja cómo los papeles han cambiado. En la Embajada de Brasilia, aunque no se explican la causa, apuntan un descenso del 30 por ciento de esos registros que sirven validar el matrimonio en España. En el Consulado de Francia en São Paulo sí han constatado un aumento de uniones mixtas y una fuente diplomática de otro país europeo reconoció extraoficialmente la tendencia.
Encontrarse en Brasil sin papeles ha supuesto un cambio en la vida de muchos españoles. “Las empresas evitan contratar a un extranjero por la burocracia que supone tramitarle el visado, así que la gente prefiere casarse primero para poder presentarse con los papeles en regla”, explican desde el Consulado francés.
Pedro, un español de 28 años licenciado en Educación Física, también ha optado por cortar por la tangente. “He decidido casarme para salvar la burocracia, por no tener que volver a España, tramitar el visado y gastarme un dinero que no tengo”, relata por teléfono desde la casa que comparte con su futura mujer en Campinas, en el Estado de São Paulo.
Su familia no sabe que Pedro se va a casar con una brasileña. Todos los que hablaron para este reportaje prefirieron ocultar su identidad, salvo Maxi Díaz, geógrafo español de 31 años. Hace dos años y medio se enamoró de una brasileña en Barcelona, pero ella decidió volver a Río porque no encontraba empleo. “Yo aún tenía trabajo, pero ella me decía: ‘Ven a vivir conmigo a Brasil, aquí hay trabajo’. Mientras lo pensaba, mi empresa quebró y eso me dio el empujón final. Vendí todo y me marché. Nuestra boda fue medio convenida y medio en serio, solo llevábamos año y medio saliendo. Al llegar, antes de empezar a buscar trabajo, ya tenía uno”.