2 de abril de 2015.- Nacida el 2 de abril de 1796 en Los Puertos de Altagracia del estado Zulia, en el occidente del país, Ana María Campos y Cubillán de Fuentes, conocida en la historia de su estado natal y de Venezuela como Ana María Campos, fue desde muy joven seguidora de las ideas emancipadoras que perseguían liberar a la nación del imperio español.
Hija de Domingo Campos y María Ana Cubillán, la joven Ana María fue criada en las prácticas de la religión católica, propio de la época y de las costumbres de las familias de buena posición.
Tanto su curiosidad como su personalidad impetuosa le permitieron conocer de manera indirecta los escritos y pensamientos libertarios que despertaron su vehemencia por la igualdad, la libertad y la fraternidad, valores que la llevaron a resistir uno de los más viles atropellos a una mujer en el siglo XVII, pero que su por gallardía, la convirtieron en una heroína de la historia emancipadora de Venezuela.
En 1822, Ana María estaba acusada de haber organizado numerosas reuniones clandestinas de carácter republicano. En el casco histórico de Maracaibo, Campos pronunció entonces la frase "¡o capitula o monda!", dirigida al mariscal de campo español Francisco Tomás Morales, quien gobernó la ciudad al servicio de la corona española hasta 1823, cuando fue derrotado en la batalla naval del lago.
La historia cuenta que Morales mandó a detener a la entonces joven de 22 años, a quien le exigió pedirle disculpas por su expresión.
La respuesta fue un no certero y altivo, que ofendió al militar español. "He dicho, señor, que dada la justicia de los patriotas americanos, los poderosos recursos con que cuenta, la actitud imponente del intrépido Padilla (almirante José Prudencio Padilla, prócer colombiano) y el cerco de acero que por doquier os amenaza, si usía no capitula, monda", expresó la altiva Campos. Esta frase, para el modismo de la época, significaba que si Morales no entregaba la plaza, perecería.
Como castigo, la azotaron con el torso totalmente desnudo y montada sobre un asno, en señal de humillación. Sin doblar su cuerpo ante los latigazos asestados por Valentín Aguirre, Ana María repetía: "Si Morales no capitula, monda".
Tras cada azote, tras cada latigazo, el verdugo preguntaba si se quería disculpar con Morales, y, con voz alta la mujer repetía la misma la frase, que se hizo cierta el 24 de julio de 1823 en la batalla naval del lago, que consolidó la independencia de Venezuela.
Morales capituló en Maracaibo ante el general de brigada Manuel Manrique, y se convirtió así oficialmente en la última autoridad del gobierno al servicio de la corona española en la liberada Venezuela.
La heroína venezolana soportó firmemente la tortura, de la cual nunca se recuperó y que le cobró la vida el 17 de octubre de 1828, no sin antes haber tenido la satisfacción de ver libre a la patria que la vio nacer.